Las últimas semanas de diciembre y las primeras de enero el complejo de piletas del parque Alem entra en ebullición. En esa fecha es cuando los rosarinos más utilizan este espacio de la zona norte que durante parte de la primavera y casi todo el verano brinda un espacio para escapar del calor de la ciudad y relajarse en un entorno verde y fresco. En lo que va de la temporada, que se inició poco antes de que termine noviembre, ya pasaron por allí 20 mil personas.
Desde el interior del predio de las piletas ni se sospecharía que, por uno de los laterales, corre una avenida anchísima que comunica con el parque Alem. Tan ancha que para cruzarla está la posibilidad de hacerlo a través de un puente. Es justo en el ángulo que arman ese puente con la avenida Costanera que se extiende el complejo de piletas, que ocupa unos 12.000 metros cuadrados junto al edificio del Acuario del Río Paraná.
Ayer a la tarde, para entrar al complejo había que hacer cola. Es que principios de año, con los picos de variación que puede generar el clima, es el período en el que la gente más utiliza este espacio de esparcimiento. Los números lo confirman: en los días de semana pasan por allí entre 800 y mil personas, los sábados entre mil y 1.500, y los domingos entre 1.500 y 2 mil.
El último fin de semana el complejo recibió más de 3 mil visitantes.
En el predio hay agua y hay verde. Las piletas son tres: la principal, de medidas olímpicas con un largo de 50 metros que se utiliza también para actividades deportivas, y dos accesorias que comparten el agua con la central, pero que están separadas de ella por puentes, destinadas exclusivamente al esparcimiento.
Las piletas — que permanecen abiertas todos los días de 9 a 20— están delimitadas por un cerco de arbustos bajos y, a su alrededor, hay césped y árboles añosos de copas tupidas que proporcionan un excelente reparo del sol, pero que también dejan sectores amplios para broncearse.
A Elvira, más que estar en el agua le gusta sentarse a leer. Carga todos los días de la semana la reposera, agua, algo de fruta y un libro y camina hasta las piletas, porque es del barrio. Los fines de semana no porque, dice, hay el doble de gente. Es jubilada y asegura que devora casi dos libros por semana. Nombra algunos cuantos clásicos con los que se entretuvo esta temporada, aunque admite que en el verano le gusta matar el tiempo al ritmo que Agatha Christie mata a sus protagonistas.
Debajo de los álamos corre el fresco y los niños entran y salen del agua. A los más chiquitos, papás y mamás los retienen con excusas debajo de la sombra. Los más grandes esquivan cualquier ardid y sólo vuelven con sus familias para comer algo.
También hay grupos de adolescentes que se entretienen sacando fotos y filmando videos.
La temporada comenzó el sábado 25 de diciembre y se va a extender hasta fines de febrero. Y aunque esa es la fecha de cierre del complejo, dependerá de lo que ocurra con el clima. El año pasado permaneció abierto hasta mediados de marzo por que el calor no aflojaba.
Desde fines de noviembre hasta ahora, por las piletas ya pasaron 20 mil personas y se estima que el número seguirá en ascenso acelerado, porque enero es el mes en el que se reciben más visitas.
Para ir a las piletas hay que presentar certificados bucodental y médico. Para pagar, hay dos opciones: se puede pagar el abono diario o el de la temporada completa. Pasar todo el día en la pileta sale $70, y de noviembre a febrero $1.200. Esta última opción habilita también a hacer uso de La Florida. Los menores de 8 años no pagan. Los jubilados y pensionados contemplados por la ordenanza municipal 9109 —sancionada el 13 de diciembre de 2013—, es decir, aquellos cuyos haberes no superen en más de un 75 por ciento el haber mínimo establecido por la caja de previsión social, también acceden de forma gratuita presentando el Documento de Identidad y un recibo que marque sus ingresos (sirve para todas las piletas públicas y para el balneario La Florida). Las tarifas son las misma del año pasado.