Los días de confinamiento estricto por la pandemia de coronavirus dejaron, muchas veces, al centro de la ciudad en el más profundo silencio. Con la prolongación de las medidas de restricción para evitar el crecimiento de los contagios, esa calma dejó en evidencia los insoportables sonidos del taller mecánico de la esquina, los graves ladridos del perro del vecino de al lado o los chillidos agudos de sus hijos. Así, las denuncias por ruidos molestos pasaron a ser el conflicto más habitual abordado por el servicio de mediación del municipio y de las causas contravencionales remitidas a los mediadores de los Tribunales provinciales; que pusieron oreja a las estridentes quejas de vecinos a punto de convertirse en David Owen, el protagonista de la película “Noise”, un hombre que pierde el control a causa del persistente ruido de Nueva York y decide vengarse.
Rosario fue una ciudad pionera en sancionar una norma relacionada con ruidos molestos. La ordenanza 46.542 cumplió ya 48 años y aún está vigente. La norma prohíbe en el territorio urbano, “causar, producir o estimular ruidos innecesarios y/o excesivos que propagándose por vía aérea o sólida afecten o sean capaces de afectar al público, por no encontrarse dentro de los límites de intensidad máxima permisibles de seguridad”.
Nueve años antes, en 1963, se había aprobado la ordenanza 28.264 que establece un horario acotado, desde las 23 hasta las 7, los ruidos, gritos, cantos o conversaciones en voz alta tanto en la vía pública o en cualquier tipo de local, que trasciendan y generen molestia a los vecinos.
Y si bien la legislación es temprana, el problema persiste. Y desde el comienzo de la pandemia, allá por marzo pasado se incrementó. El titular de la Cámara de la Propiedad Horizontal de Santa Fe, Adolfo Jagger, advirtió que en los consorcios se incrementaron los reclamos por ruidos molestos y problemas de convivencia desde que comenzó la pandemia y se dispusieron las distintas medidas de confinamiento para evitar contagios de Covid.
En las oficinas o en las casillas de mail de los administradores de edificios “se han duplicado los reclamos referidos a ruidos molestos y problemas de convivencia producto de las medidas de confinamiento”, sostuvo.
El reclamo de moda
Las estridencias de los vecinos también se incrementaron en las oficinas de mediación que funcionan en los seis distritos municipales, pero sobre todo en la del Distrito Centro. “Hay muchas consultas telefónicas y muchos reclamos. Los ruidos molestos son una causa frecuente de conflictos entre vecinos, pero durante la pandemia superaron a otros problemas, como problemas de medianeras, humedad o caños rotos”, explicó la directora del área de mediación municipal, Julia Cardozo Villa. Si bien la crisis sanitaria cambió la forma de trabajo de la oficina, mudando la recepción de reclamos y la realización de audiencias de conciliación a la virtualidad, desde marzo del año pasado se mantuvo un promedio de unas 30 audiencias mensuales.
Para Cardozo Villa, el hecho de que las familias pasen más tiempo en su casa, donde muchos cumplen su rutina laboral y niños y adolescentes siguen sus actividades escolares, “lo que incrementa las tensiones propias de la convivencia, porque alguien pone música fuerte o los chicos corren adentro del departamento”. En estos casos, la clave de la mediación es encontrar una solución al problema, consensuada por las dos partes.
Nuevas rutinas
Ines Zayas es abogada, psicóloga, mediadora y está a cargo de la Oficina de Mediación de los Tribunales provinciales. Un organismo que en 2019 celebró dos logros: cumplir 20 años y alcanzar un porcentaje de resolución de conflictos del 70 por ciento. La crisis sanitaria por el Covid, cambió tanto la rutina de las mediaciones como los temas que llegan a la oficina. “La virtualidad es compleja, esta pandemia nos sometió a estar más recluidos, o a comunicarnos de otra manera. Los niños y adolescentes en edad escolar mantuvieron sus actividades dentro de su casa, también muchos adultos trabajaron desde casa. Esa situación de estar todos en casa, resolviendo un montón de tareas, se notó en el tipo de casos que llegaron a mediación desde marzo del año pasado”, señala la profesional.
Y, en este sentido, destaca que entre los casos en los que intervinieron se incrementaron las mediaciones por ruidos molestos. “Se notaron dos cosas, menos tolerancia a los ruidos del vecino, lo que elevó el número de denuncias, y menor consideración hacia los otros entre quienes eran denunciados”.
La oficina de mediación judicial interviene en los casos que le derivan desde el Ministerio Público de la Acusación a través de la participación de las fiscalías que llevan adelante causas por contravenciones. Por esa vía, entre marzo del 2019 y marzo pasado, los mediadores intervinieron en unos 150 casos relacionados con ruidos molestos.
El código de faltas de la provincia prevé multas de 3 mil pesos o penas de arresto de hasta cinco días a quien “con ruidos o sonidos de cualquier especie, o ejercitando un oficio ruidoso, provocare molestias que excedieran la normal tolerancia”.
Más allá de las sanciones, señala Zayas, los casos que llegaron a la oficina judicial (también trasladada a las casas de los equipos de mediación por la pandemia) fue la necesidad de nuevas normas de convivencia en función de la crisis sanitaria.
“Se ve menos tolerancia respecto al otro. Como diríamos comúnmente: «yo hago algo y me la aguanto, y el otro que me aguante». Hay muchas mediaciones relacionadas con el corrimiento de las actividades de la familia, porque los niños están en la casa y despiertos hasta más tarde o porque se trabaja desde más temprano o hasta más tarde”, relata.
Frente a esos problemas, la mediación implica abrir el diálogo. “Tiene dos principios: uno es facilitar la comunicación, que las personas se hagan responsables de lo que hacen, y por otro lado lograr un acuerdo entre las dos partes y que se comprometan a cumplirlo”.
“Se volvió un infierno”
Mariel vive junto a sus hijas en una de las tradicionales casas chorizo que abundan en barrio Belgrano. Y desde hace diez años, con épocas mejores y peores, convive con un taller de carpintería metálica pared de por medio. “Hace tiempo que estamos reclamando que insonoricen el sector donde funcionan las máquinas. Pero desde el inicio de la pandemia lo que era una molestia se volvió un infierno”, cuenta la mujer en mensajes de audio, entrecortados por el ruido de una sierra que no cesa.
La fábrica se instaló en la cuadra de Fraga al 1100 A en junio de 2011, y desde entonces trabajan horario corrido, de siete de la mañana a cuatro de la tarde. “Cuando las chicas iban a la escuela no advertíamos tanto lo molesto que resultaba el ruido. Sin embargo, ahora que estudian en la universidad muchas veces no pueden participar de las clases virtuales por la intensidad de los sonidos que llegan hasta casa”, relató.
Varias veces, Mariel denunció el problema a través del sitio “Rosario Responde”, en el 147 e incluso llegó a la oficina de mediación del municipio. “Tuvimos una audiencia en mayo, pero los responsables de la fábrica no se presentaron. Así, es difícil encontrar una solución, yo no quiero que cierren, pido que insonoricen el sector donde tiene las máquinas”, señala la mujer y resume uno de los tantos casos que desde marzo del año pasado se reciben frecuentemente en las oficinas municipales.