¿Hubiera imaginado Ovidio Lagos que la rotativa que imprimió el diario La Capital desde 1937 hasta 1998, con sus 150 años de historia, se iba a transformar en una obra de arte? En el marco de la 13º Semana del Arte Rosario y del aniversario del Decano de la Prensa Argentina, se convocó al artista rosarino Román Vitali para que intervenga la antigua maquinaria. La muestra aún se puede visitar.
La máquina y el taller en donde se imprimió La Capital durante 61 años volvió a latir tiñéndose de luces de neón. El adormecido monstruo metálico de 150 toneladas despertó de su letargo entre el resplandor de luces de colores y el ritmo de sonidos electrónicos. La tinta parecía volver a fluir por sus venas y la grasa, que aún conservan sus engranajes, volvía a amortiguar sus movimientos.
Cual Víctor Frankenstein, Román Vitali fue el encargado de volver a la vida a las viejas rotativas. Elementos inconexos dieron existencia a la obra en total armonía. Metal, engranajes, rodillos, luces, cuentas acrílicas y música articularon en amalgama perfecta para volver a hacer latir al monstruo de acero.
Los neones invadieron los engranajes y las cuentas de acrílico facetadas adornaron parte de los rodillos. La música electrónica y el brillo multicolor acompañaron un nuevo nacimiento, esta vez no de la mano del papel y la tinta, sino del arte.
Tau Ceti fue la encargada de sonorizar la obra a través de resonancias envolventes con texturas metálicas y repetitivas. Estos sonidos iban mezclándose y transformándose lentamente, recorriendo distintos ritmos que acompañaban a las luces de neón.
"Impresión" fue el nombre que dio Vitali a su intervención. La muestra interrogó al espectador sobre cómo la era industrial y la digital impactaron y transformaron los bienes culturales, su circulación y consumo.
Los vínculos interpersonales cambian, ya sea ante las transformaciones que provocó la revolución industrial en su momento o la digital en la actualidad. Estos fenómenos acercan o distancian tal vez de la misma forma que Vitali tejió o destejió las cuentas de acrílico que dieron cuerpo a su obra.
—¿En qué te inspiraste para intervenir la rotativa?
—Cuando entré al Museo Diario La Capital pensé en hacer una impresión, considerando la importancia que las hojas impresas tuvieron en la difusión de las ideas a través de la historia. Pensé en el lugar preponderante que tiene un diario en la transmisión de la cultura de una ciudad. La máquina me remitía mucho a las estructuras típicas y paradigmáticas de la revolución industrial. La imprenta posibilitó la producción de textos en serie y de imágenes, lo que modificó sustancialmente el consumo cultural. Comparé los impactos que generó esa era con los de la era digital. De la misma manera que la era industrial, la digital también cambió la forma en que se relacionan las personas, cómo circula la información y cómo se difunde el arte. Me interesó mostrar todas esas transformaciones que los ciclos trajeron para las relaciones personales y el vínculo con las imágenes.
—¿Qué desafíos se te plantearon al momento de interactuar con la rotativa?
—Trabajar con la rotativa fue un gran desafío. Fue difícil de intervenir semejante monstruo metálico anclado en otro momento tecnológico. El olor a tinta y a grasa de la máquina hace que al ingresar a ese espacio se logre un encuentro casi antropológico con el lugar. El espacio está detenido, cristalizado en el tiempo. El desafío fue articular la rotativa con los elementos característicos de mi obra: los tejidos de cuentas acrílicas y la luz. A su vez, quise lograr una amalgama entre estos elementos inconexos. Si bien utilicé materiales contradictorios, quise que la tensión no se lea a nivel de la materialidad, sino a nivel reflexivo.
—¿Qué diferencias encontrás entre intervenir espacios arquitectónicos y producir una obra en la que tenés el control absoluto?
—La intervención de espacios arquitectónicos u objetos preexistentes, como en este caso, es algo que me estimula mucho. Es necesario que entre en contacto con el lugar, que lo experimente para entrar en diálogo con el espacio y los elementos que allí conviven. La obra depende de la conexión energética que tenga con ese espacio. Cuando intervengo lugares no hago demasiado, es el lugar que me dice lo que tengo que hacer. Soy una especie de "medio" para decir lo que el espacio tiene para decir. Es muy diferente generar una obra o intervenir un lugar porque el lugar genera un fantasma al que yo solamente intento darle cuerpo.
—¿Cómo definís "Impresión"?
—"Impresión" fue para mí un trabajo muy interesante, me llevó a pensar en la historia de las impresiones de textos y de imágenes, y lo importantes que fueron para el desarrollo cultural de una comunidad, de una ciudad, de un país y de nosotros mismos. "Impresión" lo considero un término ampliado que va más allá de dejar plasmada una imagen sobre un papel. Hoy los medios digitales nos exponen a cataratas de imágenes que también se imprimen sobre nosotros sin dimensionarlo. Y son estas imágenes las que nos tienen que ayudar a reflexionar sobre cómo vivimos, qué nos pasa como sociedad y nuestro devenir en el mundo.