En torno al padre Ignacio Peries giran miles de anécdotas, pero sólo algunas se dan a conocer. Como el caso de Juan Carlos Ferreya, quien vino de casualidad a ver al sacerdote (el factor principal de la visita fue un amigo suyo) y quedó obnubilado por la energía y la fe que le transmitió. Ahora, se dedica a traer a personas desde Capital Federal y el Gran Buenos Aires para que sientan lo que mismo que sintió él, aunque sea un poco.
Desde la zona sur del conurbano bonaerense llega Juan Carlos Ferreyra, alguien que ha sido signado por la influencia del padre Ignacio. Para este hombre, esta aventura comenzó hace “entre ocho y diez años” y las circunstancias de su visita a la ciudad no fueron personales: “Acompañé a un amigo porque le habían detectado algo que, finalmente, no fue nada y los estudios le dieron bien”. Según cuenta, decidió acompañarlo “y sólo había escuchado algo sobre el cura, pero no sabía nada. No sabía todo lo que producía”. Ese momento sería inolvidable y le cambiaría la vida. Su relato lo acredita: “Quedamos casi últimos. Había muchísima gente y permanecimos en el patio; fuimos de los últimos que pasamos. Me emocionó la cantidad de gente que pasaba y el tiempo que se tomó Ignacio para atender a todos”.
“Estaba en un momento difícil de mi vida, con un montón de líos. Cuando pasé me salió decirle que me ayudara a encontrar la punta del ovillo. Me dio una bendición de un momento, que para mi fue una eternidad, y me derivó a los colaboradores”, señala Juan Carlos, a quien se lo oye emocionado, como si el encuentro con Ignacio estuviese ocurriendo.
Cambio radical. Juan Carlos volvió azorado tras este encuentro con el padre. “Me acuerdo clarito que cuando salí de ahí fue tan fuerte que dije que me encantaría vivir esto todos los fines de semana; y las vueltas de la vida me llevaron a realizar estos viajes”, cuenta, y agrega con alegría que, “gracias a estas vueltas”, se encontró acompañando gente para que viviera algo similar a lo que él vivió. Considera que esa oportunidad de conocerlo le “cambió la vida al ciento por ciento en todo sentido” y que, cada vez que se acerca a la parroquia Natividad del Señor, no necesita la bendición: “Con sólo verlo me colmo de energía”.
Señal de gratitud. Esto motivó a que Juan Carlos le diera una muestra de agradecimiento al padre, aunque sea a la distancia. Es por eso que su hijo más chico, de tres años, se llama Ignacio en honor al cura de barrio Rucci. “Sólo lo hice a modo de gratitud”, asevera. También cuenta que decidió bautizar en la parroquia rosarina a su hijo y que reivindicó, una vez más, su pensamiento sobre el poder de Ignacio Peries: “Nos llamó la atención que, el día del bautismo, estuvo atendiendo turnos todo el día. Cuando llegó a la ceremonia de mi hijo se lo vio muy cansado, se le notaba. Pero luego, empezó la misa y cambió totalmente su energía: la del lugar y la suya”.
“Ver a toda la gente por lo mismo transmite mucha emoción”, asegura, y advierte que él a Ignacio lo siente y lo transmite: “No estoy vendiendo nada, es todo por lo que siento. Hay gente que me llama llorando para poder concurrir porque, a veces, visitarlo es lo último que le queda. Entonces ahí también uno se convierte en alguien que puede escuchar al otro”.
“A lo largo de todos estos años he llegado a llevar judíos que también buscaban algo. Y para eso, sean de la religión que sean, los acompañamos”, revela.
Además, aclara que el 60 por ciento de los pasajeros que vienen al Vía Crucis por barrio Rucci “ya ha ido en otra oportunidad. Siempre están volviendo a la parroquia”.