Dice el dicho popular, arrastrado desde nuestras abuelas, que “julio los prepara y agosto se los lleva”. El refrán se refiere a que en el octavo mes del año se producía (o produce) la mayor cantidad de muertes y de perdidas de cosechas a causa del frío y las lluvias. Se considera que en julio la muerte prepara a aquellos que van a fallecer en agosto.
La mención o incapié en agosto, en este caso, sirve para referenciar (como un recordatorio) el tiempo que ocupó la curva de muertes por coronavirus en nuestra ciudad y casi por extensión la provincia de Santa Fe: agosto 2020 a agosto 2021.
Aunque en la ciudad de Santa Fe, por ejemplo, las cifras altas aparecieron más de un mes después.
De agosto a agosto se extendió la serie de los fallecimientos en sus números más altos. Un año eterno, largo e interminable año para algunos o (visto del lado del vaso medio lleno) solo y afortunadamente un año para otros gracias a los avances contemporáneos de la ciencia que permitieron la aparición de las vacunas. Sino...
En la memoria colectiva puede estar razonablemente instalado que la pandemia comenzó en marzo de 2020. Fue el mes en que se decretó el encierro en las casas sin la posibilidad siquiera de ir al parque. El mes de la aparición masiva del trabajo online, la desinfección con alcohol de cuanto objeto se nos cruce en el camino y la ducha al volver del supermercado, entre otras peripecias.
Sin embargo en varias provincias argentinas, en la larga extensión del interior de la república argentina, los contagios comenzaron a multiplicarse geométricamente seis meses después. En agosto. Cuando la gente ya estaba hastiada del encierro. Y con los contagios, las muertes.
Desde marzo hasta fin de julio 2020, en esos cinco meses, Rosario sumó solo cinco muertes y 406 positivos. Los decesos fueron uno en marzo, otro en abril, uno en junio y dos en julio. Pero en agosto, como dice el refrán, comenzó la disparada fatal: 29 fallecimientos y 3.529 contagios.
La escalada prosiguió en setiembre y octubre, aflojó algo (con números a la mitad, aunque altos) en noviembre, diciembre, enero, febrero y marzo, hasta que en abril comenzó a registrarse la gravedad de la segunda ola.
Un país flaco de vacunas hasta junio-julio perpetuó la dificultad para lograr la baja de contagios y muertes, pero luego la llegada de las ampollas y la ausencia de una corriente ciudadana “antivac” (un verdadero drama en estados Unidos, por ejemplo) desató una concurrencia masiva y dichosa a los vacunatorios que explica tanto los números actuales como la apertura de más actividades y el relajamiento o flexibilización hasta del barbijo y la concurrencia a las canchas.
Según los números oficiales, en base a los cuales este diario elaboró las infografías que se muestran, en setiembre hubo en Rosario 230 muertos y 305 en toda la provincia. Sin embargo, investigadores del Conicet local, que observan y registran las notificaciones diarias que las ciudades y las localidades hacen al área departamental de Salud de la provincia, para que éstas (los 19 departamentos) las eleven al Ministerio provincial, aseguran que en nuestra ciudad hubo solo tres fallecimientos y que los 227 restantes correspondieron a los meses de agosto o anteriores.
El investigador del Conicet Ernesto Kofman fecha a esos tres decesos el 1º de setiembre, 8 de setiembre y 15 de setiembre. Es decir que hace más de 15 días que nuestra ciudad, de 800 mil habitantes, no sufre ningún muerto por coronavirus.
Lo que se dijo otras veces en anteriores notas de este diario: nadie miente con las cifras; las víctimas o los contagiados son los que se publican. Pero la demora en la carga y la difusión permite lecturas diferentes.
Si es real que en setiembre hubo solo tres muertes en nuestra ciudad muchos sentirán que el fin de la peste permite aventurar y soñar con nuevos horizontes. Otros dirán que no es tiempo para relajarse hasta que más del 70 u 80 por ciento de la población esté vacunada con las dos dosis. Y para eso falta tiempo aún.