Valentina Silguero tiene un año y seis meses. Si no fuera por los tubos que la ayudan a respirar, nadie diría que su vida depende de un trasplante de corazón. En abril pasado ingresó a la lista de emergencia del Instituto Nacional Central Unico Coordinador de Ablación e Implante (Incucai). Desde enero "vive" en el Hospital Víctor J. Vilela con respirador porque su corazón ya no puede bombear solo.
La nena es alegre y vivaz. Se mueve, baila y le encanta Mickey. Su mirada, brillante y divertida, contrasta con su diagnóstico y el drama que la rodea. Su sonrisa es contagiosa y, cuando está despierta, "no para", dice su mamá. Quiere moverse, caminar, correr. Pero hay que cuidarla para que pueda llegar al trasplante. Entre su papá, su mamá y su hermano mayor, Ramiro (de 12 años), se turnan para acompañarla y hacerla jugar. Ella disfruta, saluda, balbucea y entre los tubos se hace entender. Es increíble que un virus haya provocado una patología que impida que su corazón funcione.
Cambio rotundo. De un día para otro la vida de Valentina y la de toda su familia cambió para siempre. Luciana Rodríguez, de 30 años, es la mamá de la nena de Rosario que aguarda con esperanza que en cualquier momento la llamen porque hay un corazón para su hija.
Es la misma que con su marido, Ezequiel Silguero, de 20 años, hace malabares para atender a sus cuatro hijos y a la beba internada.
Un domingo, Luciana vio que Valentina, la cuarta de sus hijos, no tenía ganas de comer y estaba con mucho sueño. Le pareció extraño.
Pero el lunes le preocupó más porque la beba tomaba ocho mamaderas y, de pronto, no quería comer nada.
El martes la llevó al Hospital Roque Sáenz Peña, donde le dijeron que la beba tenía "algo viral". Le dieron algo para que no vomitara y volvió a casa. "Esa noche, cuando la acosté, vi que se le hundía el pecho y, al día siguiente, corrí al Vilela" recuerda Luciana.
El médico fue rotundo: "Me dijeron que Valentina se moría, que no había cura ni remedio para su enfermedad. Salí corriendo diciéndole que no lo quería escuchar más. Estaba embarazada de casi cinco meses. Fue durísimo. Me quería morir", cuenta la mujer, con la voz quebrada. Después, los médicos le enfatizaron que si ese 9 de enero ella no esperaba en la guardia, su hija se moría.
Pasó meses durmiendo en un banco afuera de terapia cuando Valentina estuvo sedada y con respirador. Luego, cuando pasó a sala, se internó con su hija y su marido porque padecía de riesgo de parto prematuro.
"La cardióloga me decía que la nena tal vez podría tener una mejoría. Pero la cardiopatía es severa", relata la mamá.
La beba tiene una miocardiopatía dilatada severa causada por un virus. La directora del hospital, Stella Binelli, explicó a este diario que "la beba sufre una afección por la cual el músculo cardíaco se dilata, pierde fuerza y, al disminuir la contracción, baja el flujo de sangre". Y, si bien está asistida con drogas, necesita un trasplante. Ya sufrió arritmias, por lo cual está monitoreada y, además, tuvo un infarto.
Entró al Vilela con un año y un mes. Estuvo 20 días con respirador, se recuperó y fue a sala. Le dieron el alta y, a los cuatro días, volvió a dejar de comer. Su madre no demoró un instante en llevarla al hospital, donde la internaron. El 29 de marzo, Luciana tuvo que ir a hacerse un control en el Roque Sáenz Peña por su embarazo y, cuando volvió y abrazó a Valentina, la nena se le desvaneció en los brazos.
"Valentina se me iba y yo, que le había dado la vida, no podía hacer nada por ella", rememora . Y no puede seguir. Desde ese día, la beba entró en terapia en espera de un órgano para poder vivir.
Luego, Luciana dio a luz a su quinta hija, Jocelín, que hoy tiene apenas dos meses. Entonces, la madre se tuvo que dividir todavía más: correr a casa para atender a la bebita, intercambiarse con su marido y cuidar a Valentina. Ezequiel trabajaba como albañil, pero no pudo seguir haciéndolo. Empezó a ocuparse de los demás hijos y a cuidar a la niña internada. Juntos salen adelante, se apoyan mutuamente. Y se nota que los quieren: en Facebook hay un grupo que se llama "Un corazón para Valentina", donde la gente les deja mensajes alentadores.
El 8 de abril, Luciana recibió la noticia de que Valentina estaba en la lista de emergencia nacional del Incucai porque su corazón no podía más.
"Me dieron una carta que decía que estaba entre los cinco chicos de todo el país en emergencia para recibir un trasplante", señala.
Sus demás hijos van a la escuela y tienen "sus momentos". Luciana cuenta que a veces alguno se larga a llorar y no hace falta preguntar por qué: extrañan a su hermana.
Ramiro, de 12 años, creció de golpe. El también va al hospital y pasa horas con su hermanita a quien hace feliz.
En la sala de Valentina hay fotos de sus hermanos y ella, con sus gestos elocuentes, los señala a quien entra.
El apoyo que necesita la familia
Mientras Valentina está internada en espera de un corazón, los padres, Luciana y Ezequiel, necesitan de todo. Desde alimentos para poder dar de comer a su familia (viven de la asignación familiar) hasta ropa y calzado de abrigo para los hermanos de Valentina: Ramiro (12 años), Rocío (10), Ezequiel (7) y Jocelín de meses y pañales. Los que quieran ayudar pueden dejar las donaciones en el Hospital Vilela (Virasoro y Dorrego) o llamar al 153-551395.