La Justicia pidió la intervención de la Fiscalía Nº 11, en el Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario (Irar), por las pésimas condiciones de alojamiento. Fueron los padres y la asesoría encargada de la defensa, quienes hicieron saber cómo viven los adolescentes de 16 a 18 años alojados en ese lugar, por disposición de alguno de los cuatro juzgados de menores de la ciudad.
"Que los vacunen por la cantidad de ratas que hay, que limpien con lavandina y que no los golpeen", resumió una de las madres.
Según los últimos reclamos, los jóvenes hacen sus necesidades en baldes o botellas porque desde las 22 a las 7 no tienen acceso al baños, de olor insoportable, donde las calderas se apagan al llegar la noche.
"A las 22 los encierran en un sector donde ocho pibes duermen en celdas para dos", relataron los familiares y desestimaron que la difícil situación se atribuya a las reformas que se están realizando en uno de los sectores.
"No es por eso. Las ratas y la suciedad son de siempre, los chicos comen sobre el orín de roedores y además tienen miedo a las mordeduras, por eso pedimos que los vacunen" contaron antes de insistir en que no se utiliza un elemento clave en la higiene como la lavandina.
"Los mismos pibes se ofrecen a limpiar, pero no los dejan", dijeron. Además expresaron que la remodelación estaba proyectada para el año pasado y que comenzó recién hace dos meses.
"Hay una escuela y una enfermería nuevas, pero a la realidad hay que verla en los sectores de atrás, donde viven los chicos", aseguraron como prólogo a una extensa lista de reclamos que hasta incluye destapar las cloacas y limpiar la sala de visitas.
La mujer elige llamarse María para evitar que lleguen represalias a su hijo por hacer públicas las condiciones de vida del Irar. Con ese insólito nivel de precaución arranca su testimonio.
"Mucha humedad, mucho frío y mucha oscuridad porque la luz es muy bajita", describe. Y dice que el entorno y las disposiciones que se aplican en el Irar son las menos indicadas para hacer realidad la recuperación que ostenta el nombre.
No es la primera vez que los familiares de los adolescentes piden a la sociedad que vuelva la mirada hacia el lugar donde un plantel móvil, pero que siempre ronda los 40 jóvenes, afronta su responsabilidad ante la justicia de menores.
Claro que las condiciones planteadas, como vida cotidiana en el lugar, no garantizan que puedan saldar lo que lo que se les imputa de la mejor manera, recuperándose.
"Los tratan como mayores, los golpean y les mojan los colchones en las requisas", contó María. Y sacó una conclusión cantada: así es muy difícil que puedan revertir una subjetividad compleja que los puso a las puertas del delito, sostuvo.
Según María, sus hijos no tienen acceso a espacios abiertos donde podrían aprovechar para realizar talleres de rehabilitación. Sólo dejan el sector de encierro para ir a la huerta cada 15 días, pero si en esa oportunidad hay mal tiempo, entonces transcurre un mes entero sin salir.
"También quiero decir que se cumpla el horario de las visitas que va de 8 a 11; veces entramos a las 8.45", dijo la mujer e insistió en que el lugar es una cárcel con todas las letras y no una instancia de recuperación para cambiar el rumbo de sus jóvenes vidas.
"Que no los verdugueen, que los saquen al sol, que los vacunen, que usen lavandina o nos dejen llevarla a nosotros y que los dejen limpiar a ellos", volvió a expresar la mujer como una especie de lista básica de alojamiento.
Denuncias. ¿Ante quien llevan estos reclamos? "Esa es la parte más difícil, porque cuando queremos denunciar esto piden nombres y los pibes sufren las consecuencias", aseguró. De todos modos, los reclamos trascendieron y ahora el Juzgado de Menores en turno pidió la intervención del fiscal para revertir los planteos cuanto antes.
La Coordinadora de Trabajo Carcelario sumó su voz a la protesta sobre el Irar.
"Los familiares nos hacen llegar sus denuncias en cuanto a la situación en la que están viviendo allí los adolescentes alojados", explicó la portavoz de esta organización no gubernamental, Lilian Echegoy.╠
"Las familias tratan de organizarse para reclamar, pero nadie las escucha; los chicos no salen con herramientas nuevas para enfrentar a la sociedad y la forma en que viven genera en ellos más violencia. Incluso, las madres dicen que salen peores", sintetizó.