El nuevo arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín, tomó posesión canónica de su cargo ayer ante una multitud de religiosos y fieles que colmaron el Monumento a la Bandera para darle la bienvenida. Pese a tratarse de una misa ajustada a estrictas formalidades eclesiásticas, la ceremonia se celebró en un clima cálido y alegre, con fuerte presencia de organizaciones católicas, no sólo de Rosario sino de Venado Tuerto y Río Cuarto (Córdoba), ciudades respectivamente donde el prelado nació y donde se desempeñó como obispo hasta su promoción en Rosario. Todo el tiempo sonriente, de palabra llana, en su homilía Martín exhortó a seguir el camino que viene predicando el Papa Francisco: "O somos misioneros o morimos", dijo, una exhortación que sonó a la vez como advertencia para la Iglesia misma, a la que llamó a tener una actitud de "salida" hacia las "periferias geográficas y existenciales" y "llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos".
La misa en la que el nuevo arzobispo fue investido de sus funciones y donde recibió el báculo (una especie de cayado), símbolo de su nueva función pastoral, reunió a más de un centenar de sacerdotes y altas autoridades eclesiásticas en el Patio Cívico del Monumento.
En ese lugar se erigió un altar cuidadosamente decorado con flores amarillas y blancas, los colores vaticanos, bajo una gran cruz de San Damián, ícono medieval de Cristo glorioso y ligado, no por casualidad, a la historia de San Francisco de Asís.
A los pies del altar se ubicaron asientos que ocuparon, entre otros, autoridades civiles y militares. En primera línea, la intendenta Mónica Fein, acompañada por el diputado nacional y precandidato a presidente por Unen Hermes Binner, el senador provincial Miguel Lifschitz y otros funcionarios.
El Monumento se vio colmado, de lado a lado y desde las escalinatas del Propileo. Buena parte de la concurrencia estaba identificada y en grupo, muchos con carteles que indicaban la organización de pertenencia y sobre todo la localidad de origen: Venado Tuerto y Río Cuarto fueron, por lógica, las de mayor presencia.
Después de que se presentaran las "letras apostólicas" por las que el Papa designó a Martín al frente de la arquidiócesis de Rosario, el cardenal primado de la Argentina, monseñor Mario Poli, invitó al nuevo arzobispo a "ocupar la cátedra pastoral". Luego, el flamante sucesor de José Luis Mollaghan recibió el saludo de laicos y religiosos.
La intendenta fue de la partida y le dio su pública bienvenida "en nombre de Rosario" y para que "sienta a esta ciudad como propia". Fein reconoció la "trayectoria" del prelado y le recordó que la sociedad necesita "encontrar espacios de diálogo, fortalecer los lazos familiares y generar confianza mutua".
Como aspiración compartida, dijo que el "mayor desafío" es "la construcción de una cultura de la vida basada en la solidaridad" y opuesta a la "violencia urbana", una tarea para la que confió en "seguir contando con la Iglesia".
Preferencias. Poco después, en su homilía, el propio arzobispo le agradeció y ofreció contar con él "en todo lo justo, noble y verdadero, en orden a procurar el bien común en el respeto íntegro de la vida de las personas y en el garantizar todos los campos de la libertad, de un modo preferencial en lo que hace a los pobres y sufrientes de esta tierra".
Como "pastor" dijo querer "estar cerca de cada familia que lucha para salir adelante con sus hijos, de los que hoy se ven amenazados de perder su trabajo o los que ya lo han perdido", de los que "han sido víctima de cualquier tipo de violencia" o del "flagelo de la droga" y de quienes "sufren enfermedad y pérdida de sus seres queridos".
Prioridades. Pero sin dudas que el tono principal de su homilía apuntó hacia adentro de la propia Iglesia, invitando a recuperar una vocación misionera y a "primerear" para salir "al encuentro" del prójimo. También sostuvo que "la fe viva obra por la caridad" y se preguntó: "¿De qué serviría tener una fe que mueve montañas si no tenemos amor?". La frase levantó aplausos en plena misa.
Martín dedicó palabras especiales para religiosos y laicos, jóvenes, pobres, enfermos, presos y hasta ateos. "A todos quiero decirles que ocupan un lugar preferencial en el corazón de este pastor", afirmó.