"Maldito alerta meteorológico", masculló entre dientes uno de los organizadores de la presentación de la colección "Biblioteca Fontanarrosa" que, bañado en sudor, veía como los invitados al coqueto cóctel realizado anoche en el quinto piso de Plataforma Lavardén se arremolinaban alrededor de los ventiladores ubicados estratégicamente frente a las ventanas con la peregrina idea de lograr que corriera aire en el amplio salón.
Los invitados al encuentro, apuntados con trazo fino en una lista blindada por el hijo del Negro, Franco, esperaban disfrutar de la terraza de la vieja casona de Sarmiento y Mendoza, pero el pronóstico del tiempo, que anunciaba lluvias fuertes, vientos huracanados, rayos y centellas, los dejó con las ganas. Al cabo de un rato, no sólo lucían agotados, exhaustos, marchitos, como si hubieran salido a dar un paseo por el desierto el Sahara.
Tanto fue así que el gobernador Antonio Bonfatti, siempre impecable con sus trajes de confección estilo italiano, se vio obligado a romper la etiqueta y hizo su entrada triunfal en mangas de camisa. "El descamisado", bromeó mordaz uno de los jóvenes aspirantes a ser el sucesor de El Cazador Oculto que pululaba por la reunión con ojo avizor y una copa en la mano. Lo dijo y festejó su propia humorada con una estentórea carcajada.
Ni bien puso un pie en la sala un enjambre de funcionarios provinciales y municipales y comedidos de toda laya rodearon al gobernador y le dieron un cálido recibimiento, justo lo último que quería el pobre Bonfatti. Y no es para menos, había llegado temprano, muy temprano, y había pasado un largo rato acompañado de un café humeante en el bar de la planta baja y ardía como la tetera de la Reina de Inglaterra a los cinco de la tarde.
De lejos seguía la escena el director técnico de Central, Miguel Angel Russo, que llegó acompañado por dos pequeños, su hijo y el Pitu Fernández, el vicepresidente del club de Arroyito, quien pese la altísima temperatura permaneció impertérrito con el saco puesto. El DT canalla fue la gran estrella de la velada, prácticamente todos se acercaron a saludarlo, a felicitarlo, a pedirle que les firmara un autógrafo, a que se prestara para tomar una fotografía.
Es lógico que fuera así después de cinco triunfos consecutivos del equipo auriazul, más teniendo en cuenta que la gran mayoría de los invitados eran hinchas de central, fanáticos, como el propio Negro. Tan grande fue el entusiasmo que despertó la presencia de Russo que el Colorado Vázquez, el incansable líder de la Ocal, propuso, acaso después de tomar alguna copita de más, que "La Palomita Poy" este año se festeje en el Monumento.
"Contratamos al Cirque du Soleil para que Aldo vuele sobre el parque colgado de de un arnés", se entusiasmó el Negro Centurión, quien desde que llegó se acodó en la mesa donde servían los tragos como si estuviera en la barra de El Cairo. "¡Vamos!, yo pongo el auspicio de la librería", se sumó, sin perder su espíritu mercantilista, Perico Pérez, el dueño de Homo Sapiens, quien mientras hablaba hacía cálculos de cuántas revistas canalla le haría vender la ocurrencia.
Roberto Caferra, quien acaba de contraer matrimonio, no paró un momento de recibir felicitaciones de sus amigos y recriminaciones de las "chicas", la mayoría cuarentonas recientemente tuniadas, que todavía tenían esperanzas de concretar con el conductor de "Radiópolis". "Tendría que haber hecho una lista de casamiento...", se lamentó al ver cuánta pasión despertaba entre sus seguidores, allegados, amigos y simpatías en el mundo de la cultura.
En el estrado el Negro Ielpi, que sin la compañía de su esposa Dorita brilla más que el Lucero del alba, Juan Martini y Crist contaban anécdotas del Negro mientras los invitados daban cuentan de los riquísimos bocaditos que servían para la ocasión. Los dos más voraces, el Nene Vargas, que con su melenita de ricitos de plata tiene un asombroso parecido con Beethoven, y el cineasta Gustavo Postiglione, que estuvo imparable, como si en vez de "El asadito" fuera el director de "La gran comilona".
Afecto a las defioniciones rápidas y furiosas, Juancito Echegaray, hizo su "top five", pero dejó afuera las categorías más importantes: el más cool, Coqui Debernardis, por su sobrerito negro y su camisa floreada, el más juvenil, el periodista y escritor Osvaldo Aguirre, que con las bermudas caqui y la remera roja lucía como "El Chavo del Ocho" sin pecas, y la más intrigante, la librera Mariana Buchín, divina con sus gafas de marco de cristal y sus confesiones de ascensor.
Votada por unanimidad por La Mesa de los Galanes, o lo que queda de ella, porque al verlos da la impresión que desde la publicación del legendario libro del Negro pelearon la Guerra de los 100 Días y la perdieron, la más linda de la noche fue una jovencita de vestido de jean acampanado, melena oscura carré y una sonrisa capaz de devolver a la vida a los dinosaurios. Nadie sabía su nombre, hubo quien la bautizó Amelie, y para desazón de la hinchada partió temprano, en un taxi, acompañada del anfitrión. No sé si he sido claro.