Desidia, inoperancia o una combinación de ambas que, gracias a la fortuna, no se plasmó estos siete días en tragedia. Eso es lo que parece imperar en estos días en Rosario, donde los hechos hablan por sí solos y dejan al desnudo que en esta ciudad no todo es lo que parece. O al menos no como pretenden mostrarlo los discursos oficiales.
Basta con analizar algunas situaciones que se dieron esta semana para afianzar la hipótesis con la que se inicia esta columna.
En la cena aniversario de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) se intoxicaron 106 invitados. Créase o no, Bromatología jamás había sido informada de la realización de ese encuentro, que se llevó a cabo en las instalaciones del Espacio Cultural Universitario (ECU), un bellísimo edificio de San Martín 750.
En el Instituto del Alimento admitieron que la empresa que sirvió la cena, CEC Fisherton/Aires Eventos Catering, no siguió un protocolo que indica que debe comunicar la realización de un evento masivo.
Después, consumada la intoxicación, el chef que coordinó el servicio, Marcelo Megna, admitió que fue un error haber hecho la fiesta ahí. Dijo que hacía mucho calor y no había aire acondicionado.
Aportó otro dato inquietante. "Fue muy incómodo trabajar en una pequeña cocina y dos patios de 3 X 5, en los que hubo que instalar 8 hornos y preparar nada menos que 550 platos", sentenció.
Eso es lo que debería haber chequeado Bromatología, pero jamás pudo hacerlo porque desconocía la realización del evento. Curioso y hasta paradójico, ya que en esa cena estaba hasta la mismísima intendenta de Rosario.
Si la empresa que coordina un evento al que concurren altas autoridades de la ciudad no sigue los protocolos estipulados, ¿qué estará sucediendo en otras fiestas que se diseminan por los barrios? ¿Desidia o inoperancia?
En picada
El segundo ejemplo llegó desde Fisherton. Un alto funcionario de la Administración Nacional de Aviación Civil (Anac) reveló que hace 15 días un avión de pasajeros tuvo que abortar el despegue en el aeropuerto local porque se le adhirió polímero asfáltico al tren de aterrizaje.
Ese material, indicó, se desprende de las múltiples rajaduras que pueblan las calles de rodaje y la plataforma.
Ambos sectores fueron arreglados hace un año, pero la nueva contratista y las autoridades de la Anac coinciden en señalar que los trabajos se hicieron mal. Así, hoy Rosario cuenta con un aeropuerto en el que los aviones deben ser remolcados por tractores para evitar que la fuerza de las turbinas no desprenda más material. Una situación que roza lo patético y pone de relieve lo lejos que se está en esta ciudad de brindar un servicio de excelencia, acorde con una urbe que se precie de ser "turística".
Un dato curioso: hace unos meses, en una reunión para potenciar la actividad de los depósitos fiscales en la aeroestación, se notó la ausencia del secretario de Producción de la Municipalidad, Ignacio Del Vecchio.
El funcionario cuya competencia es la más adecuada para estar en ese cónclave no había sido convocado por la Intendencia. Sólo una pista para entender cómo se gestiona el aeropuerto desde el municipio.
Tercer ejemplo que busca reforzar la hipótesis inicial. El martes pasado, inspectores de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) impidieron la salida de un colectivo de la empresa El Rosarino con destino a Buenos Aires desde la terminal local. Detectaron que las planillas donde se asientan los horarios de descanso y trabajo de los choferes estaban adulteradas.
Utilizaban una tinta que luego con calor se puede modificar. Esa suerte de "viveza criolla" dejaba al volante a una persona que no tenía el descanso suficiente como para que sus reflejos estuvieran óptimos. La vida de más de 60 personas estaba en sus manos.
El cuarto ejemplo ya se abordó en esta columna la semana pasada. Tal vez por impericia de un bloque político nuevo como Ciudad Futura o por desidia oficial que relaja los controles, se autorizó un recital frente al Concejo sin seguir las normas que debe realizar cualquier ciudadano. La publicación de esta novedad llevó a ser catalogado de "intolerante" por quienes habían violado las normas.
Parece que en esta sociedad el tener que seguir reglas para convivir democráticamente es, para algunos sectores que se rotulan como progresistas, sinónimo de intolerancia.
Lamentablemente, en Rosario la laxitud de controles en materia de recitales se cobró una vida. No se trata de intolerancia. Se trata de desidia e inoperancia.