Graciela Rivero y José María Ruatta vivían con su hijo Lautaro, de 11 años, en Salta 2127, en una casa de pasillo pegada al edificio que explotó hace una semana. De casualidad no estaban en la vivienda al momento de la tragedia. Y lo consideran un milagro. Es la historia del matrimonio cuya foto rescataron los bomberos de entre los escombros.
José María y Graciela vivían hace más de 20 años en una casa de pasillo que habían reciclado y, con mucho esfuerzo, construyeron la planta alta.
Pero hoy no quedan más que escombros. La pared medianera de su casa daba al edificio de Salta 2141 donde se produjo la explosión.
Lo increíble, o milagroso, como ellos mismos dicen, es que justo el 6 de agosto ninguno de ellos estaba en la casa en el momento de la explosión.
José María trabaja como supervisor en la empresa Bambi y rotaba según el mes. Justo en julio le había tocado trabajar de noche y de día dormía hasta las 10.30. En agosto le asignaron horario diurno, por eso no estaba en su casa ese día trágico.
A su vez, Graciela tenía que llevar todos los martes, a las 9.30, a Lautaro a la fonoaudióloga. "Era el único día que salíamos a la mañana, porque el nene va al colegio San José por la tarde, así que a la mañana estábamos en casa", relata.
La mujer se siente parte de un milagro, el de estar viva, y no sólo ella sino su hijo y su marido. "Tengo mucha fuerza espiritual y estoy bien. Sé que perdí todo, porque nos quedamos con lo puesto, pero estamos vivos y eso es lo fundamental", resalta.
Cuando ocurrió el desastre, Graciela y Lautaro estaban en el Sanatorio Británico. "Empecé a escuchar que había explotado algo, pero pensé que era en un departamento. Nunca me imaginé que sería al lado de mi casa. Me empezaron a llamar amigos y familiares para ver si estábamos bien y yo no entendía nada. Cuando volvía a mi casa, ya a dos cuadras empecé a ver ramas caídas, vidrios y, cuando llegué, vi el fuego ardiendo y la puerta torcida. Los rescatistas me alejaron y la gente lloraba y decía: "Perdimos todo".
"En ese momento, me di cuenta de que no volvería más a mi casa, pero no perdí la paz porque tenía lo más importante: las vidas de mi hijo y de mi marido", cuenta, entera, Graciela.
No volvió al lugar de la explosión y, a través de la instantánea publicada por este diario, vio como los bomberos rescataron el cuadro con la foto de su casamiento que tenía en la pared de su cuarto.
José María fue ayer a anotarse para recibir el subsidio prometido por el gobernador Antonio Bonfatti, que les entregarían esta semana, pero la realidad que se les presenta es dura.
"Nos ofrecieron un crédito de 400 mil pesos, pero hay que pagar 4 mil por mes. Para mí es imposible, significa la mitad del sueldo y, además, tengo que pagar un alquiler. Eso no es una ayuda para nadie", advirtió.
Ambos agradecieron la solidaridad de conocidos y desconocidos que se acercaron para llevarles ropa, alimentos, útiles escolares, zapatillas y hasta una orden de compra para que a Lautaro no le falte el regalo del Día del Niño.