Las investigadoras rosarinas Adriana Giri y Elisa Bolatti jamás hubieran imaginado que su hallazgo se publicaría en medio de la pandemia por el Covid-19. Sin embargo, la coincidencia hace aún más llamativo el logro. Es que identificaron dos nuevos virus en murciélagos que habitan la ciudad, los “cola de ratón”, famosos huéspedes del histórico edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
A las especialistas las atraviesan hoy dos cuestiones de las que habla el mundo: virus y murciélagos, aunque se encargan de expresar que sus hallazgos, “no son patógenos” para la salud humana, es decir que no causan enfermedades.
En principio, las líderes del proyecto caracterizaron el primer papilomavirus identificado en esta especie (TbraPV1). “Se transmite entre mucosas”, dice Giri a La Capital. Y bromea: “Sería insólito que alguien le diera un beso al murciélago; además debería ser intenso. Incluso, si eso sucediera, habría que analizar el grado de afectación en las células humanas”.
El hallazgo restante corresponde al primer genomovirus identificado en murciélagos del Nuevo Mundo (TbGkyV1), que “hasta el momento no ha sido relacionado con el desarrollo de enfermedades en ningún huésped, por lo que se descarta un impacto en la salud de las personas o en el murciélago”, indica Giri, jefa del grupo “Virología Humana” en el Instituto de Biología Molecular y celular de Rosario (IBR), que depende del Conicet, y profesora de Virología de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR.
En este caso, las especialistas aplicaron la metagenómica, técnica que permite identificar “virus u otros organismos sin conocimiento a priori de su existencia. Después se comparan sobre bases de datos genómicos para determinar la familia o tipo de virus”, especifica.
En este sentido, el hallado en el murciélago no fue identificado en otros huéspedes, con lo que “resulta interesante desde el punto de vista académico, pero no clínico”, abunda.
Las referentes trabajan desde hace más de 15 años con papilomavirus humanos en función de sus aspectos clínicos. Y, al querer reconstruir la historia evolutiva, determinaron que no había datos genómicos en huéspedes animales de esta región. De hecho, el 75% de los papilomavirus detectados hasta el momento son humanos.
Ambas científicas tomaron contacto con María Eugenia Montani, coautora del trabajo y miembro del Museo Provincial de Ciencias Naturales, que estudia la colonia de murciélagos de Derecho desde 1990.
Viejos conocidos
Para la ciudad, no se trata de cualquier murciélago, sino de los célebres “Tadarida brasiliensis”, alrededor 30 mil ejemplares que llegan en primavera y se van en otoño, y que están protegidos desde hace años a raíz del aporte al equilibrio ecológico que generan. Y eso no es todo: forman parte de la mayor colonia de estos animales en Rosario que, desde hace más de 100 años habita el ático de la casa de estudios inaugurada en 1892.
Después del incendio de 2003, que afectó buena parte de las instalaciones de la facultad, el número de murciélagos que cada año puebla la colonia cayó a la mitad. “Son migratorios, las hembras llegan acá a parir y lactar a sus crías. Luego, cuando ya están preparadas para volar, se van, aunque no se sabe dónde. La situación se repite todos los años”, expresa Giri con respeto a la especie de la que tomó cinco ejemplares para analizar.
“El trabajo fue minucioso y en ningún momento se dañó a estos murciélagos. Los tomamos con las manos, los colocamos en una bolsa de papel y, antes de liberarlos, los rehidratamos debido al estrés que sufren. Les dimos de tomar Gatorade”, cuenta.
En la búsqueda por caracterizar un papilomavirus en esta especie fue necesario aplicar la tecnología de secuenciamiento profundo, que permite conocer la metagenómica, es decir todos los virus presentes, por lo que se requería tecnología y financiamiento no disponible para las científicas locales. Por eso, pudieron aplicar esta tecnología en Eslovenia, gracias a una colaboración previamente establecida con la Universidad de Liubliana (Eslovenia).
Fue necesario hacer dos viajes a ese país con el que luego se siguió en contacto bioinformático hasta dar con los resultados de una investigación que, en rigor, comenzó hace cuatro años y cuyo paper fue enviado para su aprobación a la revista Viruses sobre fines de 2019.
La buena nueva llegó en 2020. La publicación puso de manifiesto que las investigadoras lograron caracterizar por primera vez el conjunto de virus que habitan en el “cola de ratón”.
“Pudimos detallar 43 familias virales diferentes e identificar los dos virus nuevos”, puntualiza Bolatti, también del IBR y docente de Virología de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la UNR.
“Si queremos evitar que los seres humanos se vean afectados por el siguiente brote de enfermedades contagiosas, debemos conocer los virus albergados por especies de murciélagos de nuestra región para poder adelantarnos, dar alertas tempranas y prevenir eventuales brotes”, afirma Giri ante la Agencia CyTA del Instituto Leloir.
Y, consciente de que el hallazgo se publicó en pleno punto de inflexión mundial producto de la pandemia, repasa que “hubo una serie de coincidencias. Llegó el Covid y terminaron apuntando a los murciélagos como responsables de la transmisión” de este Sars.
“No son una amenaza”
“No quisiera que esto se malinterprete y la gente los vea como amenaza. Además, esta colonia que está en Rosario no tiene el Covid-19”, aclara la profesional.
En esta línea, remata para despejar dudas: “Los murciélagos tienen características únicas debido a su sistema inmunológico adaptado para convivir con una serie de microorganismos que no les producen enfermedades. Los problemas aparecen cuando hay contacto con otras especies, cuestión que evaden por su estilo de vida (no buscan a los seres humanos y comen frutas e insectos). Hay que evitar que se junten las fronteras y los humanos invadan sus espacios”.
Sin enfermedades zoonóticas
Según la agencia de noticias de la Fundación Leloir, en la Argentina, además de la colonia de “Tadarida brasiliensis” de Rosario, hay otros dos sitios para la conservación de este murciélago, uno en Dique La Escaba (Tucumán) y otro en La Calera (Córdoba). Los murciélagos pueden ser portadores de microorganismos para los que no desarrollan ningún tipo de enfermedad. La excepción es el virus de la rabia, que les provoca enfermedad y muerte. “Pese al estrecho contacto que la colonia de Rosario mantiene con humanos, no se ha incrementado la aparición de enfermedades zoonóticas”, destacó Giri.