Es rosarina, estudió en El Colón y toca el violín. Pero cuando le preguntan a qué se dedica, a ella le gusta decir que hace magia. No saca conejos de la galera, aclara, sino se corre elegantemente de los corsets culturales. Y lo hace amablemente, sin prisas, como cuando decidió emigrar a Barcelona para vivir de la música.
¿Cómo lo hace? Felizmente, como se hacen las cosas que valen la pena y que llenan el alma. Estudia en Gran Teatre del Liceu, un sueño de muchos que ella hizo realidad, y dos o tres horas cada día toca en el metro. Con eso le basta para pagar sus gastos y alegrarle un rato la vida a los oficinistas que van van y vienen, de aquí para allá.
Se llama Paula Cabral, tiene 27 años, y se enamoró del violín siendo muy pequeña en Rosario hasta que se fue a Buenos Aires, donde trabajó para costearse los gastos y pagar el alquiler mientras perfeccionaba sus estudios de violín. Y todo siguió así, en los carriles normales, hasta que conoció a la Escuela de Iniciación Psicoanálisis - Ocultismo (Edipo) de José Luis Parise.
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Paula Cabral en acción. Una imagen recurrente en el metro catalán.
"Quiero que la gente sepa que se puede ir más allá de lo que puede debe sabe", cuenta a La Capital una y otra vez Paula, en un tono distendido, amable y simpático. E inmediatamente revela: "Vivo hace dos años en Barcelona a presentar el libro de el investigador y psicoanalista José Luis Parise, que está basada en lo que enseñan las Culturas Originarias y Sagradas del Planeta".
Paula se esfuerza para explicar que el método que la llevó a cumplir todo lo que deseaba, casi místicamente, reúne "ciertos pasos que hace que uno logre todas las cosas que piensa y que cree que no puede o no sabe cómo".
Así fue entonces como pasó de estar dando vueltas por Buenos Aires a decirse a sí misma: "Bueno, voy a usar esto que estoy haciendo que, aunque muchos descrean, es magia". Y aclara: "No es nada raro, es lo que hacían los mayas, los egipcios, Albert Einstein, Da Vinci, Alejandro Magno, Aristóteles, Platón... En realidad, ellos eran virtuosos porque ellos sabían utilizar la palabra".
Paula recuerda: "No tenía ni un peso y estudiaba en Buenos Aires, en el Instituto Superior del Teatro Colón, que es lo mejor a nivel artístico, y también en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), entonces apliqué esto de la escuela Edipo y me puse un objetivo, que es lo que se hace en magia y que conlleva todo un trabajo interior en conseguir lo que uno quiere cuando uno aprende a manejar bien a la palabra".
Se fijó metas, y realizó los trámites para viajar a Cataluña. "En menos de 30 días ya tenía todo listo para partir. Siempre quise estudiar en Barcelona, pero siempre me pareció imposible poder hacerlo, por esas cosas que nos frenan a cada uno", relata Paula con la voz contenida, y explica: "Lo llamamos magia porque logramos cosas que parecen inalcanzables a partir de que nos corremos del paradigma. Es ahí cuando el cómo llega por la vía del universo".
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Paula recolecta dinero "a la gorra" y aso le alcanza para vivir y estudiar en el Liceu.
La pasión por los conciertos y la música clásica
Lo cierto es que ya hace dos años que vive en Barcelona y está feliz. Se gana la vida tocando el violín en el metro. Y más allá de sentirse a gusto con la vida que lleva, confiesa que le gustaría "tocar en los conciertos", su pasión es la música clásica y sabe que va a conseguir lo que quiere. "Mi sueño es tocar conciertos y que la gente venga a mí", confiesa sin poder ocultar su entusiasmo. Su voz en el teléfono, suena relajada, luminosa, como su música.
Respecto a su quehacer cotidiano, Paula confiesa que le escapa a la ruta y que va al metro cuando se le ocurre, a veces por placer y otras veces por necesidad. "Trato de tocar no más de dos horas porque es cansador, pero si necesito más me quedó tres horas". Disfruta su trabajo, sobre todo la gente de Barcelona, a la que le resulta "muy respetuosa, tranquila y buena onda, no se ve la agresividad que se percibe en otros lugares".
Paula cuenta que tanto a los catalanes como a tantos turistas les agrada ver a alguien con un instrumento en el Metro, incluso destaca que una fotógrafa le tomó algunas fotos porque nunca había visto a ninguna chica hacer lo que hacía. "Las que conozco salen acompañadas de ellos, pero nunca solas. Eso creo que también dice mucho a favor, produce una especie de sonrisa", apunta.
Sin embargo, no se olvida de Rosario, a donde confía volver de visita y poder tocar y enseñar tanto su música como su magia, que no es otra que tocar el violín, en el metro de Barcelona, sin que nada más importe.