Giuliano Baruzzo hace 10 años vivía muy tranquilo en Fisherton hasta que fue a ayudar en una de las inundaciones que asolaron Rosario. Ese día decidió que tenía que hacer algo por los que la estaban pasando mal. Así llegó a La Lata donde se ofreció a entrenar en fútbol de salón a los chicos que estaban en la calle, con problemas de consumo y deserción escolar. Logró que participaran en el torneo nacional y viajaran a jugar a Tierra del Fuego. Comprobó el poder del deporte como una exitosa forma de inclusión social. Fundación River conoció su trabajo y lo convocó para replicar esa experiencia en clubes de barrio de todo el país. Giuliano relata toda esta aventura en el libro “Cruzar la línea”, que se vende a beneficio de las actividades del club María Madre de La Lata, donde nació este sueño.
Baruzzo tiene 30 años y a fines del año pasado lanzó este libro. Allí relata, como en un diario personal, cómo fue aprendiendo que el fútbol puede ser una extraordinaria herramienta para la inclusión social y la igualdad. De hecho, en La Lata el nivel de deserción escolar bajó un 75 por ciento y además se volvieron a la escuela más de 50 adolescentes en pocos años. El texto llegó a manos del Papa Francisco el año pasado con una carta del autor. Y la respuesta no se hizo esperar. El pontífice agradeció el libro con una carta que llegó a Baruzzo por correo. Allí agradece el texto y Francisco expresó: "Se nota que está escrito con las manos embarradas".
Ahora recorre barrios muy pobres de La Matanza y de todo el país para implementar paso a paso la experiencia rosarina. En diálogo con La Capital contó cómo pasó de vivir en un barrio acomodado a trabajar cuerpo a cuerpo con la pobreza, la droga y la delincuencia.
Todo comenzó con las terribles lluvias que asolaron la ciudad en 2007. “Muchachos hay que ayudar. Hace falta gente en el Batallón 121”. Esa invitación que lanzó un profesor en el aula de quinto año, lo llevó a conocer una realidad que lo angustió: comprobó que había “centenares de familias agrupadas en los galpones, con la angustia de haber perdido todo”, contó el joven.
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“A mí nunca me había faltado nada”, confió quien a partir de esas visitas al Batallón sintió un gran llamado a “hacer algo” más con su vida que pudiera ayudar.
Ese trabajo maratónico en el Batallón 121 terminó, pero se encendió más la inquietud de Baruzzo, que lo llevó a visitar enfermos en los hospitales, en el cotolengo y en los geriátricos de la ciudad. En ese momento no sabía que sus inquietudes y su gran pasión, nota distintiva de su personalidad, lo llevarían hasta villa La Lata, en Paraguay 3022.
Allí conoció a algunos sacerdotes que trabajaban en la parroquia María Madre, en el corazón de ese barrio. Uno de ellos lo invitó a participar de las tareas que hacían desde allí para la gente. Un día, uno de los sacerdotes que lo conocía, le propuso fundar un club, para trabajar en la prevención de las adicciones. La primera reacción fue el desconcierto, pero después se dio cuenta que de esta manera podía unir dos pasiones: luchar por la igualdad, la inclusión y el fútbol.
Ahí empezó a desplegarse un mundo nuevo que llevó al joven a empeñar cabeza, voluntad y mucha pasión en el proyecto.
Entusiasta y aguerrido no se dejó vencer por las mil dificultades que implicaron trabajar con chicos adictos, y sin entornos favorables. Comenzaron las clases de fútbol en la plaza, porque no había dónde practicar, y luego en la ex Rural, hasta que los echaron para armar un salón de eventos que nunca se inauguró.
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Quedarse sin un espacio donde practicar bajoneó al equipo y sobre todo al entrenador que se sintió, literalmente en la calle. Así surgió la idea de construir una cancha en La Lata, junto a la parroquia para no depender de que les prestaran el espacio.
Con un proyecto de inclusión social bajo el brazo, Baruzzo logró que integraran los integraran en la liga La Rosarina y hasta participaron de un torneo nacional que los llevó por primera vez a subirse a un avión para competir en Tierra del Fuego.
La cancha como aula
Cuando Baruzzo llegó a La Lata se encontró con un 90 por ciento de deserción escolar entre los chicos que arrancaban la secundaria. “Abandonaban la escuela porque cursaban a la tarde y nadie los despertaba”.
“Queríamos hacer talleres de oficios, pero los chicos no se prendían. En cambio, el fútbol le gusta a todos. Arrancamos por ahí y el deporte se convirtió en la gran escuela de hábitos, de horarios, de organización de sus días y de valores”, explicó Baruzzo quien desde ese momento se convirtió en el entrenador de futsal y fundó el equipo María Madre de La Lata.
Después de varios años de trabajo, Baruzzo señaló que “el principal problema no es la droga, sino la carencia de vínculos sanos y referentes. Vimos que formar hábitos es lo que posibilita asumir responsabilidades. Cuando en la vida de un chico no existe una figura clave en la familia, hay días que no comen, no se bañan y empieza la deserción escolar. Eso significa estar muchas horas sin nada que hacer… y ahí aparece la droga" explicó. De allí que Baruzzo sea un convencido de que el deporte es un formador de hábitos para la vida.
Los chicos se prendieron rápidamente a los partidos. Allí empezó Baruzzo pedir a los chicos que como requisito asistieran con la libreta escolar, que respetaran a sus compañeros y se empezaron a sumar los padres para ayudar en lo que sea. Asó se consolidó un equipo imparable.
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“Tenemos el orgullo de comprobar que en La Lata el nivel de deserción escolar bajó un 75 por ciento y además se volvieron a la escuela más de 50 adolescentes”, subrayó. Además, los que iniciaron el primer equipo de futsal en La Lata terminaron la escuela. “Hoy son chicos que no delinquen y la mayoría no consume drogas, y hay algo más que no es medible: los chicos lograron creer que pueden tener una vida distinta, y que ahora es su responsabilidad lograrla. Saben que tienen herramientas para tener una vida distinta a la que vieron a su alrededor”, confirmó Baruzzo convencido.
El club María Madre de La Lata no para de crecer
Baruzzo hoy trabaja en la Fundación River y para todo el país. Sin embargo, sigue muy de cerca la actividad de La Lata. Hoy la parroquia María Madre de La Lata cuenta con la cancha de futsal donde también hay clases de taekwondo, y donde se construyeron los baños y próximamente los vestuarios.
El club cuenta con un centro de vida y un centro de niñez donde los chicos reciben la comida y realizan actividades extraescolares y otras para la prevención del consumo, y también se hace acompañamiento a quienes están en proceso de abandonar las adicciones.
A su vez, en La Lata funciona una escuela primaria para adultos, una Eempa para chicos con problemáticas de adicciones y formación en oficios.
También hay talleres de electricidad, costura y sublimación, junto con las clases de apoyo escolar tanto para chicos de primaria como de secundaria.
Por otra parte, las mujeres también cuentan con espacios de contención especiales para ellas, sobre todo si tienen hijos con problemas de adicciones. Y se realizan talleres de guitarra y rap. Además, está proyectada la construcción de una sala de atención médica.
El libro
Autogestivo, independiente y a pulmón. Así es el libro “Cruzar la línea”, de Giuliano Baruzzo, que se vende en la librería Stigma, o a través de las redes sociales: @gbaruzzo y @camml.futsal. Una vez hecho el pedido, los voluntarios los reparten a domicilio. Todo lo que se recauda de las ventas de “Cruzar la línea” se destina a las obras del club María Madre de La Lata.