A Pajarito la escuela nunca lo entusiasmó, en su casa había otras urgencias que atender antes que el estudio. Luis lo escucha contar estas cosas y asiente mientras carga ladrillos en una carretilla. Los dos se conocieron jugando al fútbol en el club 27 de Febrero, en la zona oeste, y con algunos de sus compañeros de equipo y un grupo de militantes de la organización Causa ahora están frente a otro desafío: levantar una escuela popular en el corazón de Villa Banana, uno de los asentamientos irregulares más poblados y más antiguos de la ciudad. La construcción arrancó en plena pandemia de Covid-19 y, aún en la segunda ola, ni el virus la detiene.
Los edificios, aún sin techar, se recortan claramente en la geografía del barrio. Primero era el rojo de los ladrillos el que marcaba el crecimiento de las paredes. Ahora, ya revocadas, el cemento gris acentúa las formas de las construcciones que crecen sobre uno de los límites del club, el que se encuentra por calle Valparaíso al 2500.
Pajarito trabaja desde mediados del año pasado en la factura del galpón donde funcionará un espacio para que pibes, como él o como Luis, puedan aprender oficios, recibir acompañamiento para volver a la escuela oficial y terminar la secundaria o arrancar con una carrera en el nivel superior.
Los talleres de capacitación para jóvenes son una de las propuestas sobre las que se apoya el proyecto de escuela popular de Villa Banana. La iniciativa incluye también un centro de cuidados para la primera infancia, para que los más chicos del barrio tengan acceso a actividades lúdicas y educativas que incluyen una huerta y un lugar para la práctica de deportes.
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"Estas escuelas populares, construidas desde la comunidad, son importantes porque permiten una articulación con la escuela formal, para que los pibes puedan acercarse a las primarias públicas del barrio o a las secundarias, para que puedan volver a la escuela y formarse en un oficio que les permita construir un proyecto de vida. Porque muchas veces les exigimos muchas cosas a los pibes de los barrios populares, esperamos tanto de ellos, pero les ofrecemos muy poco", advierte Facundo Peralta, referente de Causa, una agrupación que nació en Villa Banana en 2003, en los años posteriores al estallido social y económico que terminó con la salida del gobierno de la Alianza.
Desde entonces sostienen en el barrio una biblioteca popular, "La Banateca", y el taller de carpintería "Pura Lija". También participaron de la recuperación del club 27 de Febrero donde realizan las prácticas y torneos de fútbol que las restricciones producto de la segunda ola de contagios y la necesidad de atender demandas más urgentes, como la asistencia alimentaria, mantienen a raya.
Rifas, donaciones y subsidios
Lo que sí continúa su curso, más allá de los avatares de la crisis sanitaria, es la construcción de la escuela popular del barrio, que se financia de forma autogestiva, a fuerza de rifas y donaciones, y con un aporte de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, que servirá para las terminaciones del centro de cuidados para la primera infancia.
De acuerdo al último informe sobre de Unicef Argentina y Cippec sobre la educación inicial en Argentina, la sala de 4 alcanza al 87% de niñas y niños de esa edad, mientras que a la sala de 3 solo accede el 44,9% de infantes de esa edad y a la de 2, apenas el 11,2%. En el oeste rosarino, esos porcentajes son aún menores.
No es el único indicador que preocupa. También los índices de adolescentes que no terminan la secundaria a tiempo supera al 40 % que, de acuerdo al Observatorio Argentinos por la Educación, promedia en el país.
"Banana es la historia de un barrio en el medio de la ciudad que ha sido relegado históricamente por todos", señala Peralta y destaca que junto a otras organizaciones del barrio llevan tiempo reclamando por más espacios educativos, pero también por "la pavimentación de las calles, las cloacas y la urbanización del barrio".
La construcción de la escuela popular forma parte de ese proceso. "Entendemos que la escuela no es un lugar de tránsito, sino un espacio integral que abarque a toda la comunidad desde las infancias, juventudes y adultes con el fin de construir y en muchos casos reconstruir, soportes de redes reales, relacionales e institucionales, vinculadas al cuidado, la formación, el deporte, el trabajo, la recreación y la cultura", señalan los integrantes de Causa.
Con los pies en el barrio
"La cabeza piensa donde los pies pisan" es la frase del pedagogo Paulo Freire que encabeza el proyecto para la construcción de la escuela del club 27 de Febrero. "Esta iniciativa es parte de la recuperación comunitaria de este predio", dice Ana Laura Pinto, mientras recorre el aula circular que se prepara para empezar a funcionar después de las vacaciones de invierno.
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En el aula no hay rincones para penitencias, pero sí dos grandes puertas: una sale a la huerta, la otra al campo de deportes del club. Para Pinto, en esa cercanía está la fortaleza de la escuela, en la posibilidad de ir y venir entre el adentro y el afuera, entre la sala y la cocina, la cocina y la huerta y las canchas para hacer deporte.
La construcción de la escuela sigue su camino. Y ni la pandemia los para.