Tras recorrer los miles de kilómetros que separan la Argentina del llamado el Kurdistán turco, Nora Cortiñas llegó a la casa de Nezahat. Ni la distancia cultural ni la idiomática dificultaron el encuentro de las mujeres. Las dos madres. Las dos embanderadas en el reclamo de Justicia por el destino de sus hijos, desaparecidos a manos del terrorismo de Estado. La primera integrante histórica y fundadora de Madres de Plaza de Mayo, la segunda miembro de las llamadas Madres de la Paz, mujeres kurdas que dan pelea en un territorio dividido entre las fronteras de Turquía, Siria, Iraq e Irán. Esa es apenas una de las escenas de “Pañuelos para la historia. Dos pueblos. Un mismo pañuelo. Una sola dignidad”, el documental de Alejandro Haddad y el rosarino Nicolás Valentini, que anoche se presentó por única vez en el cine El Cairo.
“Sin hablar el mismo idioma, en la lengua que sea, todo se transmite porque el desgarro de que te saquen un hijo es el mismo”, afirmó Cortiñas a pocas horas de llegar a Rosario para participar de la proyección, donde además fue declarada visitante ilustre de la ciudad.
Histórica militante por la memoria, la verdad y la justicia tras la desaparición de su hijo Carlos Gustavo en abril de 1977, emprendió primero en 2011 y después en 2013 el viaje desde Buenos Aires al territorio kurdo de Turquía para encontrarse con otras madres, que también bajo el símbolo del pañuelo blanco, replicaban la lucha de las madres argentinas exigiendo por el destino de sus hijos.
“Ya que me invitaran a participar del documental era algo especial y después la experiencia en sí misma es muy fuerte”, dice la mujer de 86 años, que convocó a ver y conocer la historia de “esas madres y ese pueblo que viven en un territorio donde el gobierno turco no deja de acosarlos”.
Se trata de mujeres kurdas que son conocidas como las Madres de la Paz o también como las Madres de los Sábados, ya que, así como lo hacían los jueves las madres argentinas, ellas se reúnen cada sábado en una ceremonia de homenaje a sus hijos.
“Tienen ceremonias similares, especialmente cuando se juntan en una de las plazas de Estambul, llevando las fotos de sus hijos, evitando así el acostumbramiento y en la búsqueda de verdad y Justicia”, cuenta Nora, que las acompañó en esas marchas e insistió en el pedido de “nunca más represión, ni violación a los derechos humanos, ni desaparición de personas que es el crimen de los crímenes”.
Persecución. Los kurdos son la minoría étnica sin Estado propio más importante de todo el Medio Oriente. Se trata de más de 30 millones de personas que viven repartidas en un territorio que hoy se dividen Turquía, Siria, Irak e Irán, y que reclaman su autonomía como pueblo.
Valentini, codirector del proyecto, recalca que “es interesante porque no piden convertirse en un Estado, sino que trascienden ese concepto pidiendo su autonomía económica y cultural como pueblo”; y señala que ese reclamo “se convirtió en una amenaza para el Estado turco, que bajo lo que sería una «teoría de los dos demonios» inició desde los años 90 una fuerte persecución”.
De hecho, en Turquía los kurdos no pueden hablar en su lengua, ni dar clases en su lengua y no tienen ningún reconocimiento de su cultura. Y más aún, Valentini apunta que “hay 17 mil desaparecidos, torturados y asesinados de Kurdistán en una persecución y represión que va contra militantes, periodistas y cualquiera que proclame las reivindicaciones del pueblo kurdo”.
El documental. En busca de sus orígenes en Siria y en un primer viaje a Turquía, fue Haddad el primero que conoció la lucha de las madres kurdas, y en un encuentro de documentalistas en el Chaco nació junto con Valentini la idea de llevar adelante el filme que tendría a Cortiñas como protagonista.
“Alejandro se enamoró de las mujeres kurdas y de su pelea, por eso quiso contar esta historia”, recuerda Valentini sobre los orígenes del proyecto que Haddad no llegó a ver terminado, ya que falleció un año después de volver del rodaje.
Para el rosarino, el desafío del documental fue “dar a conocer la lucha de estas mujeres, que batallan por sus hijos y por las reivindicaciones del pueblo kurdo, y que dan también una lucha de género porque son mujeres, son madres y por eso buscan”.
El pañuelo —asegura— “es un símbolo que así como lo tomaron las madres argentinas y las mujeres kurdas utilizan como parte de su cultura, y eso también las une”.