Entre la angustia, Eliana Becerra dijo que sí. Prefería que a Emiliano, su hijo de 5 años, lo trasladaran en helicóptero desde el hospital Alejandro Gutiérrez de Venado Tuerto, donde viven, hasta el Hospital de Niños Víctor J. Vilela (Rosario) para ser intervenido quirúrgicamente después de golpearse la cabeza en un accidente de tránsito. Ahí mismo comenzó un ciclo que se cerró la semana pasada, cuando el chico conoció a la tripulación del helicóptero de emergencias médicas que ayudó a que se recupere, con una merienda y regalos que le ofrecieron pilotos y rescatistas de la base ubicada en el Aeropuerto Internacional de Rosario (AIR).
El 19 de diciembre, a las 12.35, a Eliana Becerra y su hijo Emiliano (5) los chocó un auto en la esquina de Belgrano y Aufranc, en Venado Tuerto. “No teníamos casco. Yo me fracturé el tabique y perdí cuatro piezas dentales, y Emi tenía un golpe en la frente”, cuenta la mujer, quien es docente reemplazante e iba a buscar a su hijo para irse a casa.
Emiliano sólo presentaba un corte en la frente que se solucionó con una sutura en el hospital. Pero, tras perder el conocimiento, al chico le practicaron una tomografía computada que mostró un hundimiento de cráneo por el que debía ser operado de urgencia.
Al no tener el hospital de Venado Tuerto terapia infantil, el Vilela fue la primera opción para los médicos. De entrada se resolvió trasladarlo en ambulancia, pero a los diez minutos apareció otra opción: un helicóptero.
“Si iba en ambulancia podía viajar con un adulto, pero yendo en helicóptero tuvo que ir solito. En el medio de la angustia era mejor que llegara rápido a Rosario, donde lo podían asistir”, asegura Eliana.
En 40 minutos, Emiliano llegó al helipuerto de Pellegrini al 3200, frente al Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca), para ser trasladado en ambulancia al Vilela. Eliana vino a Rosario con su marido y sus cuñados en auto, en un viaje que “fue eterno”.
Las horas que le siguieron a la operación fueron tan largas como esos casi 170 kilómetros entre Rosario y Venado Tuerto, y el susto duró hasta que Emi, en la madrugada del 20 de diciembre, se despertó de la mejor manera en la Terapia Intensiva del Vilela. Cuatro días después, en vísperas de Navidad, recibieron el alta.
La ambulancia que vuela
De vuelta en Venado, pasadas las fiestas, un integrante del Sistema Integrado de Emergencia Sanitaria (Sies) de esa ciudad se contactó con Eliana por Facebook para preguntarle si le podía pasar su contacto al personal de la empresa UTV Aeroemergencias, encargada del helicóptero para asistencia en emergencias médicas. La madre de Emi accedió y, enseguida, el piloto Fernando Scabuso la llamó para preguntarle si al pequeño le gustaría conocer “la ambulancia que vuela”.
No sólo le ofrecieron ver el hangar, el helicóptero y a la tripulación, también le propusieron merendar con su hijo y darle algunos regalos: un helicóptero de juguete, una lámina de la nave firmada por la tripulación y la posibilidad de conocerse para que la experiencia que tuvo Emi con ellos cambie, de traumática a anecdótica.
“Me llamaron el lunes 13 de enero y quedamos en ir el viernes 17. Ni bien le conté a Emi, todos los noches me preguntaba «¿dormimos y vamos?»”, recuerda la docente para expresar la ansiedad de su hijo.
“Para nosotros fue algo extremadamente gratificante, una caricia al alma. Fue una tarde totalmente distinta”, afirma Fernando, jefe de operaciones de la empresa UTV y con 28 años de experiencia repartidos en volar los helicópteros de la Policía de Santa Fe (fue jefe de la Brigada Aérea Provincial y se retiró en 2016 como comisario mayor) y la aeronave para emergencias médicas.
De tantos años en los helicópteros, menciona que tiene muchas anécdotas, pero ésta es especial: desde que comenzó en la empresa, hace casi cuatro años, es la primera vez que conocen a un paciente después de trasladarlo. “Siendo un niño, hay un bono extra que te da mucha gratificación”, suma.
“Pensamos que estaba bueno, para terminar su recuperación, que tuviera una buena vivencia con la aeronave y con el equipo de rescate”, agrega Fernando, además de contar que fueron cautos antes de llamar a Eliana: “Lo hablamos con los médicos para saber si era aconsejable invitarlo, por si le podía traer problemas. Pero nos dijeron que estaba muy bueno porque era una forma de cerrar el ciclo”.
Conocer a la tripulación y el helicóptero dio inicio a una seguidilla de cosas buenas. El martes, Emiliano contó que es hincha de Vélez en la radio venadense FM Dale, adonde lo invitaron junto a su mamá. De ahí, Juan Manuel Martínez y José Luis Chilavert, ex jugadores del equipo de Liniers, le mandaron videos para saludarlo. “También, la peña del club en mi ciudad lo quiere llevar a la cancha”, cuenta Eliana.
Aprendizaje
El choque y sus complicaciones les sirvieron a todos: Eliana, actualmente, participa de una campaña municipal en Venado Tuerto para promover el uso del casco entre quienes usen moto.
“Justamente, Emiliano lo único que tenía era el corte en la frente, pero fue grave por no llevar protección”, se lamenta, aunque la experiencia la aprovechó al máximo.
El paso siguiente será en marzo, cuando Emiliano vuelva a Rosario para, posiblemente, programar una nueva cirugía en la que le colocarían una malla de titanio que le permita hacer una vida completamente normal. Si bien no tuvo complicaciones después de la primera intervención, no puede golpearse la zona.
A un mes de todo lo que se vivió entre Venado y Rosario, Fernando resalta “la fuerza” de Emiliano para recuperarse y los tiempos que acortó el helicóptero en su traslado total: “En 40 minutos, él ya estaba en una unidad de alta complejidad”.
Pero, sobre todo, menciona el trabajo en equipo que se lleva adelante cada vez que hay un código rojo como el del 19 de diciembre, donde participó junto al piloto Matías Valenzuela, el rescatista Pablo Amiano y el médico Martín Canaves: “Nosotros, capaz, somos la cara visible de todo un eslabón. Es un trabajo en red”.
“Acá también está el Sies, bomberos, Defensa Civil, sanatorios, hospitales, técnicos y rescatistas. Cuando se activa un código rojo, hay muchísima gente que trabaja para tener este resultado”, detalla el jefe de operaciones.
Después de un proceso que comenzó lleno de incertidumbre, Fernando considera como “un premio” la recuperación de Emiliano y la posibilidad de toda la tripulación de merendar con él y conocerse en otras circunstancias. “Es el premio más grande que tenemos como rescatistas”, concluye.