Las curvas son omnipresentes por ruta 33. La salida de Rosario por esa vía viborea
permanentemente. Es notorio que nadie cortó los pastizales laterales al primer cruce ferroviario.
Sin embargo, está bien señalizado y el pavimento no presenta irregularidades. A pocos metros, llega
el segundo. Una Cruz de San Andrés lo informa sobre la traza, pero nada más. La lluvia de pocas
horas antes dejó charcos a ambos lados porque las banquinas no son parejas. Y no se explicá por qué
los ciclistas deciden trasponer las curvas en contramano y los camiones jaula circulan con las
luces apagadas.
Parece que a los conductores de esos rodados no les importa estacionar a los costados de la ruta
frente a una estación de servicio y un restaurante del ingreso a Pérez. Hay decenas.
Por allí, los semáforos que marcan la intersección hacia Soldini no funcionan. Y la banquina
está pavimentada, pero de un sólo lado.
Al entrar al centro de Pérez, otro giro repentino tiene pco antes un cartel que obliga a
transitar a 40 kilómetros por hora como límite máximo, aunque no hay cartel que avise de la
curva.
El festival de giros y contragiros continúa. Por ejemplo en pleno Pérez, a la altura del
kilómetro 785. Los lugareños, asiduos concurrentes de la zona, están acostumbrados a lo sinuoso del
camino. No obstante, cuesta creer que que no haya indicaciones para los desprevenidos. De repente,
en el kilómetros 783, las banquinas pasan a mejor vida.
Mucho más lejos, ya en Zavalla, sorprende el acceso al puente de la ruta A012. Para subir habrá
que cruzar sobre la mano contraria de la 33.