La presidenta de la Nación se erigió en la figura central del acto por el Día de la Bandera. Unica oradora ante una multitud de militantes kirchneristas que clamaban por su reelección, Cristina volvió a vincular la gesta belgraniana con el proyecto que iniciara Néstor Kirchner en 2003, resaltó los logros su gestión y reafirmó la necesidad de seguir ese camino. Si bien la jefa del Estado no anunció su candidatura, la celebración estuvo colmada de gestos políticos, exhibidos para quien los quisiera leer.
Desde temprano diversas agrupaciones kirchneristas como Movimiento Evita, La Cámpora (incluso una filial de Arequito, capital de la soja), La Jauretche, la Juventud K, Alternativa Popular y otras afines llegadas desde distintos puntos del país se mezclaron con las banderas de distintos sindicatos y partidos aliados que se agolparon en la primera fila del público que bajaba hacia la avenida Belgrano.
Los cánticos aludían a la reelección de Cristina, la evocación de Néstor y el respaldo al candidato a gobernador del peronismo Agustín Rossi. A la vez, dedicaron la mayor parte de sus reprobaciones al CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto, y al gobernador y flamante candidato presidencial Hermes Binner.
El socialista fue blanco de abucheos que, ante la ausencia de militancia adepta, habría sido el motivo que lo hizo desistir del uso de la palabra. Sobre este punto, fuentes oficiosas del Ejecutivo provincial aludieron que la decisión se debió a un pedido de Ceremonial y Protocolo de Presidencia, aunque en el palco circuló que no hubieron objeciones sino que el mutis fue resuelto por el propio Binner. Algunos conjeturaron que por evitar enfrentar a un público adverso, otros que fue por gentileza hacia la presidenta.
Desde temprano en el palco, fue Rossi quien se puso en la primera línea para recibir a la comitiva oficial integrada por Cristina, su gabinete -con asistencia casi perfecta-, Binner y el intendente Miguel Lifschitz. El Chivo, luego, formaría una fila que permaneció soldada todo el tiempo detrás de la presidenta con María Eugenia Bielsa y Omar Perotti, la foto que selló la unidad del PJ santafesino.
El gélido mediodía rosarino, con una pertinaz garúa que calaba hasta los huesos, fue lo único que evitó redondear un acto a la medida de Cristina. Con los tradicionales tópicos de los discursos K: mención a los logros de la gestión, la defensa del proyecto y el contraste con la situación del país en 2001 y de Europa en la actualidad, la mandataria le sumó una invocación a los próceres de la independencia y a Néstor Kirchner, y un llamativo llamado a la unidad de las fuerzas nacionales y populares, entre las que enlistó no sólo al justicialismo sino también al radical Hipólito Yrigoyen y a la socialista Alicia Moreau de Justo.
La mención de la legendaria dirigente del PS fue uno de los pocos momentos en que a Binner se le vio un gesto más distendido. Como contracara, Lifschitz departió amenamente con la presidenta y el titular del Senado de la Nación, José Pampuro, y hasta se permitió saludar sonriente al público.
La tensión en el palco fue indisimulable, entre un candidato presidencial ya lanzado que hizo silencio en su propia casa y otra que siguió manteniendo la incógnita sobre su decisión final, pero que derramó un discurso claramente de campaña. "Estamos seguros del rumbo que ha tomado el país"; "estamos cumpliendo el sueño de Belgrano"; "todo esto es también gracias a Néstor, le pese a quien le pese"; "debemos sobreponernos a las agresiones, que nada nos distraiga ni nos provoque"; "seamos inteligentes, levantemos las piedras que nos tiran, pero no para arrojarlas contra nadie sino para apartarlas del camino"; "sepamos discernir entre quienes nos critican cuando nos hablan desde el corazón de cuando lo hacen desde sus miserables intereses sectoriales"; "sepan que los quiero mucho, a los jóvenes que han vuelto a creer porque cada uno de ustedes puede ser un Belgrano, un Moreno", fueron frases clave.
La militancia K que copó la parada, Cristina que mantuvo la incógnita sobre su futuro, la foto de la unidad del peronismo santafesino con Rossi obrando casi como anfitrión y el incómodo silencio de Binner marcaron la gestualidad de un acto de la Bandera que no fue uno más.