Un procedimiento pericial de rutina entre un juzgado provincial y la cátedra de oftalmología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) derivó en la donación de un consultorio oftalmológico completo que se instalará en el servicio de esa especialidad, en el Hospital Centenario.
Dos meses atrás, un juez provincial se contactó con la cátedra de Oftalmología de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR para cumplir con procedimientos periciales: el magistrado pidió asesoramiento respecto a la solicitud de un paciente para realizarse un tratamiento y que la obra social lo cubra.
Luego de la charla que tuvo con Alejo Vercesi, profesor titular de la cátedra, el magistrado le comentó al médico que su madre, quien falleció hace unos años, también era oftalmóloga y que él tenía en mente donar todo su equipamiento a la casa de estudios.
Así nació un hecho que se cristalizó hace dos semanas cuando, desde Venado Tuerto (ciudad de origen de la mujer), llevaron un microscopio para el examen ocular, una caja de pruebas para lentes, un sillón oftalmológico, un frontofocómetro, oftalmoscopios y variados instrumentos para la consulta oftalmológica básica.
Ese "paquete" de equipos e instrumental, que perteneció a María de los Angeles Valenzuela, se donó a la cátedra y funcionará en el servicio de Oftalmología del Hospital Centenario.
"El instrumental tiene vigencia. Para un consultorio de oftalmología básico es muy bueno. Entre todos los componentes, hay no menos de 40 mil o 50 mil pesos", grafica Vercesi y agrega: "El donante me dijo que consideró que, en la facultad, iban a estar a buen resguardo y a ser de utilidad plena".
Sobre la profesional, el doctor remarca su importancia ya que se trata de una de las primeras residentes de la cátedra de oftalmología, que se inauguró en 1967.
"Esto va a un lugar de formación y de asistencia, por eso la importancia de la donación. El hijo de la doctora se dio cuenta de la huella que dejó la madre tras pasar por la universidad pública y pensó que los elementos van a servir para gente que no puede acceder de otra forma a una consulta o a que le den lentes", asegura Vercesi.
En casi 30 años de docencia, el oftalmólogo dice que "es la primera vez" que reciben "una donación de este calibre. Es muy importante porque esto es como donar un consultorio entero". De todos modos, aclara que a lo largo de su estancia en la facultad han recibido donaciones de otras entidades.
Reforma
El oftalmólogo enmarca la acción en el centenario de la Reforma Universitaria: de no ser por ese hecho que, entre otras cuestiones, incluyó el acceso por concursos, "nunca hubiese sido profesor titular".
Hace más de 30 años, Vercesi fue a hablar a la cátedra de Oftalmología de Medicina por un claro objetivo: pasar de médico interno a médico oftalmólogo.
Una vez allí, le preguntaron por qué su interés. A ello, Vercesi contestó que le interesaba el aparato de la visión. Le consultaron si contaba con "capacidad económica" necesaria. Ante la negativa por parte del joven profesional, le aconsejaron que cambie su rumbo hacia otras especialidades.
"Llegué a mi casa totalmente desahuciado. Después de eso, un residente me llevó a tomar un café y me volvió a preguntar por qué había elegido oftalmología. ¡Porque me gusta!", dice Vercesi.
Para simplificar, ese residente le indicó al hoy oftalmólogo que con 10 mil dólares podía arrancar a hacer oftalmología.
"Yo no tenía para el café que estábamos tomando, ¡y éste me hablaba en dólares!", exclama quien fue reconocido, hace un mes, como presidente honorario por el Consejo Argentino de Oftalmología y la Sociedad Argentina de Oftalmología (ver aparte).
Recuerdos
Sentado en su consultorio, Vercesi cuenta: "Comía en el comedor universitario porque, cuando era estudiante, mis padres fallecieron. Tenía 24 años, trabajé de todo mientras cursaba porque quería ser oftalmólogo".
"Me dijeron que la oftalmología era una especialidad muy dinástica, de padre a hijo, y que era imposible porque los equipamientos son muy caros y la carrera, muy cerrada", confiesa.
Sin embargo, siempre fue por más para poder cumplir el sueño que lo atrapó desde joven gracias a los estímulos que le dieron sus padres: "Me decían que no me iban a dejar cosas materiales, pero sí la parte cultural. Me transmitieron la inquietud".
"Cuando quise hacer oftalmología, la única manera de poder acceder era ganando un concurso de médico residente para formarme. Los cargos privados eran para los "hijos de". Gracias a la universidad pública, abierta y reformista, alguien de mi ascendencia económico social pudo acceder a la formación", resume.
Para Vercesi, la facultad pública donde se formó la doctora Valenzuela fue clave para que la intención de donación "pase" de una generación a otra: "Uno se siente agradecido por su lugar de formación. Esta donación demuestra un agradecimiento. La madre le habrá transmitido a su hijo sus sentimientos. Supongo que ella habrá querido es que el equipamiento, en vez de ir a un lugar privado, fuera donde ella se formó para que otro lo aproveche".
El equipo que usó Valenzuela permitirá que algún joven estudiante, como lo fue Vercesi, pueda llegar, a través de la universidad pública, formarse en la especialidad que desee derribando barreras económicas y sociales.
De "vivir al día" a presidente de honor
Abriendo aún más el relato hacia su historia personal, el titular de la cátedra de Oftalmología de la UNR, Alejo Vercesi, cuenta que hace un mes fue reconocido como presidente de honor del congreso conjunto organizado por el Consejo Argentino de Oftalmología (CAO) y la Sociedad Argentina de Oftalmología (SAO).
"Son las entidades más representativas de oftalmología en Argentina", describe. A ello, agrega: "Fue una gran satisfacción que me emocionó, porque es como recibir el reconocimiento unánime de los pares". A la ceremonia, que se celebró en la Ciudad de Buenos Aires, el oftalmólogo asistió con toda su familia: desde su esposa, que es doctora en psicología y a la que Vercesi califica como "una mujer inteligente y muy capaz", hasta los nietos. "Fue lo mejor que me pasó en la profesión, luego de haber ganado el concurso para ser profesor en 1989", asegura.
La importancia de este último logro recae, según el doctor, en la posibilidad que le dio de ser tenido en cuenta por sus colegas: "A mí me gustaba la docencia. Si yo no hubiese ganado ese concurso, habría seguido la línea del trabajo en el consultorio, que es muy válido, pero jamás habría logrado la posibilidad de tener este reconocimiento de la oftalmología argentina".
Este logro se suma al nombramiento que el CAO le otorgó, en 2016, como socio honorario de la institución.
Vercesi pasó su infancia en barrio Echesortu, en Mendoza y Vera Mujica. Desde esa esquina hasta el presente, afirma: "Mi época de estudiante fue muy terrible. Mi señora, a la que conocí en el comedor estudiantil, me preguntaba por qué iba a comer ahí si yo vivía en la ciudad (ella es de Paraná)".
"Le dije la verdad: que no tenía donde comer porque vivía al día. Por eso, desde ese momento hasta hoy, pasaron muchas cosas", concluye.