Los testimonios de los pasajeros que viajaban en el colectivo que volcó el lunes y dejó el saldo de
cuatro muertos complican al chofer. Según una paramédica que atendió a los heridos, el conductor
iba “mordiendo” la banquina, en zig-zag y alta velocidad. Pero hay más, un muchacho le
habría comentado a la profesional que el tripulante “tomó ginebra” poco antes del
accidente.
Isidro López será indagado hoy, cerca de las 9, por el juez Correccional
Edgardo Bistoletti y, en las primeras horas de la tarde, el magistrado recibirá los resultados de
la prueba de alcoholemia que se le tomó al chofer. Con este análisis podrá definir su situación
procesal y, de ese modo, excarcelarlo o no.
“Una mujer que viajaba en la parte de abajo del micro escuchó
varios cimbronazos, habló con el conductor y él le dijo que el ómnibus estaba mordiendo la banquina
y que se fuera a dormir”, dijo Juana, la paramédica.
La mujer dio a conocer también el relato de un joven que viajaba en el
micro. Según este testimonio, el tripulante “tomó ginebra en una parada en Rafaela”. A
juzgar por el pasajero, “iba borracho o dormido”.
Además, se supo que, tras el accidente, algunos pasajeros quisieron golpearlo.
Por otro lado, los vecinos de Nuevo Alberdi, donde ocurrió la tragedia,
se mostraron indignados. Es que ya venían advirtiendo que algo así podía suceder. Ese camino, donde
el tránsito pesado es incesante, penetra en una zona densamente urbanizada que inexplicablemente
carece de señalización vial, semáforos o lomos de burro, en ambos sentidos de circulación.
Cuando en Granel al 2900 ayer al mediodía aún quedaban restos del techo
del colectivo, un cesto de basura destrozado, las marcas del caucho de los neumáticos y un trozo de
la columna de alumbrado público sobre la impactó el micro, los residentes del lugar fueron
taxativos.
“Esto era sabido”, dijo con franqueza José Mandeiga, dueño
de la casa donde la unidad frenó su alocada marcha y quedó tumbada. Luego enumeraría a
La Capital decenas de accidentes ocurridos en estos años en la curva que forman la unión de
Grandoli y Granel. “Quedate un rato acá y vas a ver la velocidad con que toman la
curva”, describió el hombre.
“Esto se arregla con poca plata: hay que poner lomos de burro y
serruchos antes de las curvas, y señalización que avise de la contracurva”, aportó.
También se encontró con este diario Lidia Smolky, una mujer que nació y
vive en el barrio hace 40 años, y no para de reclamar ante las autoridades. “Tal vez con esto
que pasó se den cuenta que no mentimos. Desde 1999 pedimos lo mismo”, vociferó la mujer
mientras mostraba notas dirigidas a los gobiernos municipal y nacional.
“Falta señalización, proliferan yuyos, basurales y no hay
presencia de inspectores de Tránsito ni de la Guardia Urbana, estamos olvidados”, sentenció
Lidia.
Además, en el sector de Granel y Grandoli, en un tramo de diez cuadras,
ancianos, adultos y niños cruzan la calle sin repartos, poniendo en riesgo su vida, en medio de
camiones con acoplados y colectivos. Ese panorama se agrava por la noche porque no hay iluminación.
En octubre de 2005 se comenzó a construir el nuevo acceso, una doble
traza de 1.500 metros paralela a Granel que modificará la ruta 34 hasta Circunvalación y que
incluirá rotondas y barreras automáticas. Pero la empresa a cargo se declaró insolvente y a tres
meses de iniciar los trabajos levantó el obrador y se fue.