Un hombre estaba ayer por la mañana solo y a punto del llanto en la puerta principal del Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias de Rosario (Cemar). Morocho, alto y físicamente deteriorado, era Pedro Flores, el portero del edificio de Salta 2141 que el martes, a las 9.30, se convirtió en el infierno que esta semana invadió la ciudad.
"Es muy triste, es todo muy triste, esa era mi familia", dijo el hombre desesperado, antes de contar paso a paso los minutos previos a la tragedia, antes de que "el gasista se suba a la chata y se fuera".
"El muchacho del gas habrá estado en el edificio a las 8.40, es triste recordar a la gente que murió, yo la veía todos los días. Antes de esto nunca hubo problemas de gas, la vez que pasó algo —hace unos 15 días— desde la administración llamaron a Litoral Gas y se solucionó", comentó.
Flores explicó que el operario matriculado forma parte de la lista que ofrece Litoral Gas para estos trabajos. "El gasista, este Carlos García, me dijo que esperara en el octavo piso hasta que terminara de consumirse el gas del calefón de ese departamento, que él había prendido para que la tubería descargara. Ahí vivía Luisina, una chica que alquilaba hace un tiempo, ahora está desaparecida", sostuvo Pedro como si hablara de un pariente, sabe el nombre, las fechas de alquiler y hasta la carrera que estudiaba la joven.
Minutos.El encargado estaba junto al ayudante de García. "En eso sentí un ruido impresionante, me asomé a la puerta del departamento y me di cuenta de que el olor era impresionante. Que era una pérdida de gas terrible, quise tomar el ascensor pero el ruido era también impresionante", repitió y no será lo único en lo que insistirá durante la entrevista.
"Bajé como pude, olía el gas y se me metía en los ojos, seguí corriendo por las escaleras los ocho pisos, me golpeé y casi me caigo, hasta que llegué al hall principal, Mientras bajaba casi no podía respirar por el olor".
Así Pedro llegó a la planta baja. "Supuse que tenía que cruzar la calle o morir ahí adentro, estaba todo lleno de gas. Pensé en Dios y atravesé la puerta un minuto antes que explotara todo".
"Cuando salí corriendo a la calle lo encontré al gasista y me dijo que estaba llamando a Litoral Gas y le grité que iba a morir gente, que iban a morir", repitió el portero mientras miraba fijo a la nada.
"Yo lo viví a eso, yo lo viví, es terrible, estalló todo delante de mi cara", sumó el hombre a sus palabras vencidas, "el gasista se subió a la chata y se fue, se asustó. Tanta gente murió por una persona", dijo el encargado.
El portero tiene en sus ojos los fogonazos del gas que generó el desastre media mañana en la puerta del edificio. "Quizás me siento culpable por esto, por no haber ayudado a la gente, no tuve tiempo de decirle que se fuera, que saliera porque iba a morir", expresó y casi en sollozos imploró: "Quiero saber de Lidia, una persona que yo cuidaba, no aparece y era como mi familia".
Mientras cuenta, Pedro se ahoga y solloza, ya no detendrá su llanto hasta alejarse por calle Moreno, con las manos en los bolsillos.
Flores, antes de irse, dirá que hace seis años que trabajaba en el edificio donde vivía "gente grande y estudiantes".
Los departamentos eran 64, unos cuatro por piso, y el edificio se construyó en 1976.
Flores fue testigo involuntario de la mayor catástrofe que ocurrió en la ciudad y no puede dejar de llorar, no puede dejar de recordar cada mirada de los copropietarios de esa, su antigua familia.