El Desubicado disfruta de esta semana sin nubes de humo en la que todo puede verse tal cual es. Lástima que todo puede verse tal como es.
El Desubicado disfruta de esta semana sin nubes de humo en la que todo puede verse tal cual es. Lástima que todo puede verse tal como es.
En el espejo retrovisor proliferan canchas de tenis rápidamente reemplazadas por videoclubes que años después albergarán cibercafés no sin antes reconvertirse en canchitas de fútbol 5 con ¿césped? sintético cuyos parrilleros han servido para braserías que en parte diversificaron sus ofertas con pizzas a la parrilla deliveriadas por atacantes suicidas en motitos criados de pool en pool pero sin caer en la posterior tentación del paddle, tal vez alguno tuvo un locutorio que cerró a favor de un draxtor, pero no importa porque donde sobraba una canchita de fútbol 5 o de paddle o de tenis o una brasería o un videoclub o un cíber o locutorio o un local de reciclado de cartuchos para impresoras a chorro de tinta hoy se levanta un edificio en construcción.
Espejito, espejito, ¿qué viene después del boom de la construcción? No es una buena semana para preguntarlo ni responderlo, menos con juegos de palabras como derrumbe o desmoronamiento, piensa El Desubicado. Igual, se queda pensando. Y ya que no hay nubes mira las cosas como son.
En un país lejano llamado Buenos Aires la presidencia de la nación está en manos de un partido político que organiza actos partidarios para que la presidenta de la nación les diga a los opositores que la miran por tevé que ya no conviene mantener enfrentamientos justo en el momento en que sus partidarios, entre ellos supuestos albañiles que no parecen padecer la falta de seguridad que ronda al boom de la construcción, se están enfiestando en un tole-tole de palos y piedras con camioneros entre los cuales esta vez —por suerte para todos— no está Madonna.
Antes, con el humo, no quedaba claro. Muchos ponían el grito en el cielo y objetaban que la pareja presidencial alternase sus respectivas presidencias entre el partido y la nación. Pero, en rigor, ¿qué matrimonio puede convivir 30 años durmiendo del mismo lado de la cama sin que la relación se desgaste? ¿Es acaso más sano llegar a la instancia del oso panda que se cansó de comer bambú al plato todos los días y mató a toda su familia alegando que se mofaban de él, luego terminó preso y en la cárcel conoció a otra osa seguramente igualita a su finada con la cual iniciará una nueva relación conyugal que —en el mejor de los casos— no se basará en otra cosa que el bambú al plato? El Desubicado no sabe qué será más sano, pero intuye que equivocarse, matar y reincidir está en la naturaleza de los osos panda.
Claro, piensa El Desubicado sin humo a la vista, los desaguisados de los panda pueden ser enmendados luego por los abogados. Sin embargo, ¿cómo podría un letrado capaz de rescatar a un oso del horror de una prisión, salvarlo después de las penurias de un nuevo matrimonio? Bueno, para eso están los escribanos, que más allá de especializarse en aquello que los abogados no pueden hacer también son capaces de perdonar a quien haya sido condenado por dar fe de la legitimidad de un documento falsificado por él mismo.
Sin humo aparecen las cosas como son: desde las propiedades divinas de los escribanos para perdonar a los culpables hasta el impacto de los problemas conyugales de los panda en el resto del ecosistema y las trágicas fisuras de un boom de la construcción poco constructivo.
Pero ver las cosas así tampoco le alcanza al Desubicado para entender por qué ni siquiera la ley de gravedad es pareja para todos. Hasta la próxima nube salvadora, pues.
Por Alvaro Torriglia y Sandra Cicaré