Los vecinos de un edificio de 1º de Mayo al 1600 ya sufrieron todas las variantes de cortes de luz que se pueden dar en verano en Rosario: de día, de noche, de un día para otro, de corta duración y, sobre todo, por largas horas. Aseguran que desde el primer corte que registraron, el 27 de diciembre, se sucedieron interrupciones en el servicio eléctrico todos los días, que llegaron a demandar hasta 30 horas de espera para que vuelva. La falta de suministro también repercutió en otros servicios ya que, por el ir y venir de la luz, no funcionan las bombas de agua del edificio. El consorcio ya hizo varios reclamos a la Empresa Provincial de la Energía (EPE), pero las soluciones duran apenas algunas horas hasta que vuelve a cortarse el suministro.
Con quince años viviendo en el edificio, una inquilina del cuarto piso no recuerda un verano como el que están viviendo, con cortes de luz casi diarios. La mujer asegura que el primer corte registrado fue el 27 de diciembre y, desde ahí, “casi todos los días tuvimos cortes en alguna de las tres fases que hay en el edificio”. Las interrupciones en el suministro, según comenta, fueron desde seis horas hasta casi 30 horas.
“Es imposible calcular la cantidad de cortes en estos días, porque se extienden de un día para el otro. A veces arrancan a la mañana y vuelven a la noche, a veces comienzan a la noche y vuelven al mediodía del día siguiente. Pero, ese mismo día, se vuelve a cortar a las horas (de la reposición del servicio)”.
Tanto ella como el resto de los vecinos realizaron reclamos ante la EPE por la situación. Paula, vecina que también vive en el cuarto piso, no lleva la cuenta de cuántas veces llamó para reclamar a la entidad pero estima que fueron “entre 15 y 18 reclamos”. La dificultad más grande para ella recae en su trabajo que debe hacer de manera remota y, con tantos cortes de luz, se vuelve casi imposible.
“Hago home office de 7.30 a 15.30 y si se cortó la luz el día anterior y no volvió a la mañana, no puedo trabajar o recién puedo hacerlo a media mañana, a veces. En otras ocasiones, los cortes son alrededor de las 14 y vuelven a la noche, por lo que no puedo terminar la jornada como corresponde”, detalla y dice que la falta de electricidad es algo que “pasa todos los días, desde antes de año nuevo”.
Al no tener notebook y depender de su computadora de escritorio, no tiene más alternativa que conectarse desde un teléfono, algo que resuelve, en parte, los problemas: “Hay cosas que no puedo hacer. Mi trabajo tiene un montón de tareas administrativas y se ve perjudicado porque hay muchas cosas que no presento”. Y a todo eso, le suma que tiene Covid y que, por momentos, el calor es agobiante.
Descompuestos
Algo similar a esto último le sucede a Nilda, aunque la gravedad es mayor porque ella y su esposo, ambos de 80 años, viven en el sexto piso y se les dificulta aún más trasladarse por las escaleras, cuando la luz se corta y los ascensores dejan de funcionar. “Terminé descompuesta por la cantidad de horas que estuvimos sin luz. El viernes fueron nueve o diez horas sin una refrigeración mínima”, afirma la mujer y agrega que al no haber luz, “tampoco funcionan correctamente las bombas de agua” y hace que tenga que medir el consumo.
Consultada sobre cómo resuelve las tareas cotidianas, como las compras, Nilda cuenta que “a veces, tenemos la ayuda de algún vecino joven que se ofrece a hacer mandados, pero es muy difícil. Tengo temor de ir a la farmacia, que la tengo en la esquina, porque tengo miedo de volver, que se haya cortado la luz de nuevo y tener que subir por la escalera”.
Luz de a ratos
La mujer dice que esto “sucede periódicamente” y que tras estar varias horas sin luz y luego de que una cuadrilla de la EPE vaya a hacer trabajos, el suministro vuelve por unas horas y se vuelve a cortar: “Nos tenemos que quedar encerrados sin luz, sin un miserable ventilador, y midiéndonos con el agua que consumimos”.
Por su parte, Paula agrega que al tener cerca la casa de su novio puede llevarle las cosas que tiene en la heladera, pero que ya cambio hábitos por los continuos cortes de luz: “Ya no compro casi nada de carne porque no sabés qué va a pasar”.
A ello, una de las vecinas del cuarto piso aporta: “Estos 20 días fueron el colmo total. Yo, seguro, tengo cerca de una docena de reclamos formales (ante la EPE)”.
“De mi parte, va todo mi respeto a los de EPE que trabajan en la calle y a quienes están en el call center. Ahora, a los que gestionan, ni se les escucha la voz”, finaliza.