"Somos un barrio sin nombre y nuestras calles no tienen carteles. Estamos en estado de abandono". Con estas palabras, los docentes que habitan cuatro manzanas de viviendas en la zona de Baigorria y Circunvalación se presentaron ayer en la comisión de Seguridad del Concejo para plantear los problemas cotidianos: los colectivos no ingresan a la zona, no tienen conexión de telefonía fija ni internet, padecen bajones de tensión eléctrica permanente y cada una de las 104 casas fueron robadas. La inseguridad es tal, que contrataron un modesto servicio de vigilancia privada que resulta insuficiente.
Bajo la órbita del Palacio Vasallo y cansados de los robos casi cotidianos una delegación de lo que hasta ahora se autodenomina "barrio docente" acudió a la comisión de Seguridad para expresar sus problemas.
"No podemos ni salir a hacer los mandados", le dijo a LaCapital Carolina Jeanrevin, una docente que habita una de las 104 viviendas que fueron adjudicadas por la provincia. De ellas, 8 tienen integrantes con algún grado de discapacidad.
En las cuatro manzanas delimitadas por las calles Baigorria, Paunero, Fontana y Suárez se levantaron estas unidades habitacionales. La zona esta próxima al acceso a Circunvalación y a la ruta 34, con calles que son números y no están señalizadas.
En los alrededores se asentaron otros vecinos y detrás de esta primera línea existe una villa de emergencia. "Estamos en el medio de la nada", dice la maestra de la primaria Tomás Espora.
Los colectivos que llegan a las inmediaciones son el 142 rojo y la 106 negra, pero "desaparecen después de las 21.30". Los vecinos quedan varados en Micropack y se tienen que ir caminando a sus hogares. Los choferes deciden no pasar por León Suárez y ruta 34 por los pozos.
La barriada optó por contratar seguridad privada ante la desprotección que padecía. Pero no todos pueden afrontar los 1.200 pesos mensuales que demanda este servicio. Los vigiladores (muchos fueron asaltados) andan sin portar armas y se ausentan los fines de semana.
"Tenemos una desprotección del Estado provincial y municipal. Estas casas se armaron por una comisión de Amsafé donde se planteó que los maestros necesitábamos una casa", razonó Jeanrevin.
A los bajones permanentes de la tensión eléctrica (que ponen en jaque a una vecina con implante coclear y a otra paciente asistida con oxígeno) se le agrega el aislamiento comunicacional. No hay líneas fijas de teléfono ni internet. Tampoco alumbrado público eficiente. Muchas noches, el barrio se convierte en una boca de lobo.
"Los robos son reiterados, vienen a robar con armas. Nos asaltan en la calle, en casa, a cualquier hora. Todos fuimos robados", expresa la docente y cuenta que una mujer de 88 años dejó abierta la puerta de su casa para trasladar unas macetas del jardín y en un instante había un delincuente armado en el interior. Le robó el televisor y un celular, arrojándola al piso.
Los jóvenes del barrio asisten a las facultades o a trabajar y deben regresar de noche en remís.
Linda Torres es otra vecina de "barrio docente" y fue una voz activa en Amsafé para concretar el sueño de la casa propia. Hace 4 años se entregaron las primeras llaves. "Estamos en un estado de abandono", dice la docente jubilada y redobla el pedido: "Queremos seguridad puesta por la provincia, ya sea Policía Comunitaria u otra fuerza. Que se coloque un destacamento".
Al igual que el resto de sus vecinos, ella fue asaltada y sin estigmatizar señala que la gente que roba proviene de una villa de emergencia que está hacia el fondo. "La convivencia se ha tornado compleja. Roban las bicis a los chicos y no podemos seguir pagando una seguridad privada", subraya Torres, y agrega: "Somos gente trabajadora que es asaltada en la parada de los colectivos. No podemos vivir con el corazón en la boca", indica.
"Este es un barrio abierto, pero no se puede vivir así. Una compañera abandonó la casa, se fue cansada de que le robaran", aseguró.