La última vez que contrajo matrimonio tenía un poco más de 80 años. Conoció a Sara Ortiz, que ahora tiene 69, y cuando para muchos la vida se termina, él comenzó una nueva historia con quien lo enamoró y hoy lo acompaña fielmente.
Leonardo Vincenti
La última vez que contrajo matrimonio tenía un poco más de 80 años. Conoció a Sara Ortiz, que ahora tiene 69, y cuando para muchos la vida se termina, él comenzó una nueva historia con quien lo enamoró y hoy lo acompaña fielmente.
"Ella me cuida mucho, yo me había quedado viudo y me dije «¿qué voy a hacer sólo?». Entonces, antes de que me pongan en un geriátrico, volví a formar pareja, tuve suerte porque me volví a enamorar", admite.
Guillermo tuvo un hijo, Arturo, tres nietos y cuatro bisnietos. "Son buenísimos y me vienen a visitar", relató radiante para abocarse por completo a lo que su memoria más atesora: su época de músico. "Toco el bandoneón. Estuvimos actuando en el Tortoni, en los cafetines más importantes de Buenos Aires, donde viví 19 años. Después volví a Rosario y formamos una banda «La Guardia Vieja», con los hermanos Alarcón, uno de ellos en guitarra y Angel Baio en violín, eramos un cuarteto", recuerda.
"Primero me dedicaba a hacer folclore y después estuvimos muchos años con la Guardia Vieja y anduvimos por todos lados, en los canales de la ciudad, en las radios, hemos inaugurado El Club del Tango, actuamos en la sala Lavardén, en Colectividades", relata.
Cuando habla de música, su voz se transforma, se vuelve clara y no tiene dudas de lo que expresa. "Fue una época fantástica, tocamos mucho, nos divertíamos, conocimos gente", asegura.
También recordó cómo era Rosario en 1940, cuando tuvo que mudarse a Buenos Aires. "La ciudad estaba un poquito abandonada, no me gustaba mucho porque no adelantaba, estaba empobrecida, el transporte era viejo, las calles también. En cambio ahora sí la veo mucho mejor, es una ciudad pujante, me gusta todo de Rosario", asegura.
Para agendar
La guitarra suena en la casa familiar, cuando Guillermo se dispone a contar su "secreto" para llegar saludable y vigente a los 100 años. "Lo que hice fue practicar el naturalismo cuando era joven, tenía cositas de enfermedades y me curé con yuyos. No bebo, no fumo, no me emborraché nunca. Ante cualquier enfermedad busco el yuyo en el libro del doctor Vander y lo tomo. Me quedé viudo y me dije «¿qué voy a hacer solo?». Antes de que me pongan en un geriátrico, volví a formar pareja, tuve suerte, me volví a enamorar", admite.
"Entre otras cuestiones, el naturalismo consta de baños de estómago, de pies, tomar levadura de cerveza, hay muchos libros y hay hasta tratamientos de belleza para las mujeres, que son para mi mujer Sara", agrega.
Los agasajos por su centenario cumpleaños continuarán hasta el domingo, donde se reunirá con los amigos y familiares en un salón de Mendoza al 5800. "A la fiesta vienen hasta los médicos que me atienden. Estoy muy agradecido", dice entre risas y vuelva a nombrar a Sara. Así, entre el amor, la música y los yuyos, lleva una vida plena.
Por Lucas Ameriso