El coronavirus levantó múltiples velos sobre los sistemas de salud. Que las enfermeras y enfermeros son profesionales altamente capacitados y un recurso humano indispensable, además de escaso, es una de las enseñanzas de la pandemia. “Es algo muy distinto a aprender a poner inyecciones si se quiere hablar de igual a igual con los médicos y ser parte de un equipo profesional”, recalcó Adriana Alvarez, directora de la Licenciatura en Enfermería que se dicta en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), una carrera que recibió 3 mil ingresantes este año y que mostró la brutalidad del paso a la virtualidad para muchos: apenas el 25 por ciento de quienes entraron este año pudo sostener la regularidad.
La demanda de los alumnos es alta no solo en la UNR, sino también en la tecnicatura que se dicta en zona sur, en pleno barrio Las Flores, junto al edificio a medio camino de lo que iba a ser el Hospital Regional Sur. Allí este año se vieron obligados a sortear los 120 cupos para el primer año de cursado y si bien sostienen mejores números, el jefe de carrera, Pedro Vangioni, señala que el desgranamiento en este primer año es “bastante mayor”.
La profesionalización de los enfermeros busca quitarse prejuicios y estigmas. “Por décadas e incluso aún hoy se sigue «vendiendo» como una carrera corta y con rápida salida laboral”, comenta Alvarez, y hasta recuerda que ella misma, cuando llegó a estudiar Enfermería fue a que le enseñaran a poner inyectables.
“Yo pensé que no era mucho más que eso y me encontré estudiando microbiología; y tomé conciencia de que atendía a un ser humano en un contexto social y político, y que era parte de un equipo de trabajo”, dice.
Es cierto que al tercero de los cinco años de carrera, lo que se llama el ciclo inicial, los estudiantes obtienen un título intermedio y que los habilita en el mercado laboral.
Pero Alvarez aclara que “ser un profesional de la enfermería es otra cosa si uno quiere manejar la aparatología de alta complejidad como son los respiradores artificiales de los que tanto se habla en el marco de la pandemia, si se quiere trabajar en un área de cuidados intensivos y ser parte de un equipo en un efector de salud”.
Así y todo, admite la necesidad de “cambiar la cabeza” en ese sentido no solo de quienes ingresan a la carrera y de los propios enfermeros, sino incluso muchas veces “del resto de los profesionales que la ven como algo menor y la subestiman”, y agrega: “Todos son importantes en el proceso y, si pensamos en un bebé en neonatología, hay que decir que el médico pasa, da indicaciones centrales y se va, pero los que tienen los ojos sobre el paciente las 24 horas son los enfermeros. Hay que darles lugar y pensarlos como equipo”.
Alta demanda
Quizás justamente por su imagen de “corta y de rápida salida laboral”, la carrera, tanto a nivel universitario como terciario, dio un salto en la demanda. “Venimos creciendo y aún no sabemos por qué”, señala la responsable en la UNR, que este año recibió en las aulas 2.968 nuevos estudiantes, que son parte de un total estimado de 4.500 alumnos en los cinco años que dura la licenciatura.
Sin embargo, decir que llegaron a las aulas es apenas una metáfora, ya que Alvarez recalca una y otra vez, que “a esos estudiantes no le conocemos la cara (no hay presencialidad por la pandemia) y eso viene teniendo un impacto muy fuerte en el transcurso del año”.
La directora de la carrera señala que “el perfil de los alumnos es muy distinto que el de Medicina, en la mayoría de los casos es gente más grande, que tiene que sostener sus trabajos y la diaria en este marco tan difícil, de un sector social más empobrecido, y con menor acceso tanto a la conectividad como a dispositivos que les permitan trabajar adecuadamente”.
De hecho, cuenta que no son pocos “los que hacen todo el trabajo con apenas un celular, te avisan que se quedan sin crédito y no pueden continuar las comunicaciones”, o les cambian los turnos horarios y la asistencia a las cátedras se les hace mucho más dificultoso.
Esa “vulnerabilidad mayor del alumno de primer año” explica para Alvarez la gran deserción que se vio en estos meses, y detalla que del total de nuevos alumnos a la carrera, apenas entre un 10 y un 25 por ciento pudo sostener la regularidad a lo largo del año.
De hecho al sistema “guaraní”, que permite el acceso al cursado, se inscribieron 2.318 alumnos, de los cuales efectivamente 1.400 ingresaron al campus virtual, y esos incluso no todos mantuvieron la regularidad.
“El resto va dejando”, dice; incluso recuerda que la facultad ya tenía funcionando previo a la pandemia una comisión de acompañamiento donde participan docentes, psicólogos y tutores que se reformuló este año y a la que se sumó un espacio de acompañamiento pedagógico.
Los docentes no quedan exceptuados del escenario crítico global. Sobre todo porque el 80 por ciento del plantel de profesores está afectado a los servicios de salud, e incluso muchos han llegado a dar clases y consultas virtuales desde sus espacios de trabajo.
La tecnicatura que funciona en zona sur crece año a año en demanda
La Tecnicatura Superior en Enfermería de la provincia funciona desde 2015 en el edificio de la escuela Nº 407, en barrio Las Flores. El lugar tenía en ese momento su razón de ser: estar a metros de lo que sería el Hospital Regional Sur, que incluso quedaría vinculado a través de las prácticas de los estudiantes, y que hoy es una obra en suspenso. Con un inicio duro e incluso un plantel docente que fue difícil de convencer para ir a trabajar a ese rincón de la ciudad, la carrera no deja de crecer y este año hubo que hacer un sorteo para seleccionar a los 120 que serían parte de 1er. año. Pese a esto, las autoridades recalcan que el espacio físico es poco y recuerdan que los 27 docentes son interinos desde hace cinco años. La virtualidad allí también tuvo alto impacto, cuenta el jefe de carrera, Pedro Vangioni.
Para el responsable de la carrera, la demanda crece por el boca a boca. “La primera promoción fue de 5 alumnos, luego pasamos a 37 y a 100 en la tercera, y se sostiene ese número”, cuenta.
Con tres comisiones en primer año, dos en segundo y una en tercero, la tecnicatura se caracteriza por recibir alumnos que “son adultos que ya vienen trabajando en el cuidado de personas, que buscan profesionalizarse y formalizar conocimientos”. Quizás por eso, allí el impacto de la virtualidad fue fuerte.
“Muchos dejan para no perder el trabajo, tuvieron cambios de horarios laborales, sumado a no tener conectividad y no estar familiarizados con los dispositivos. Eso hizo que el desgranamiento en primer año sea mayor”, dice.
Por eso, Vangioni estima que “muchos volverán el año que viene”, y a ellos se sumarán los que fueron quedando afuera. “Hay un piso de 200 aspirantes que ya tenemos y creo que en esta pandemia en la que visibilizó el hacer de los enfermeros, ese número va a crecer más”, adelanta.
Lo que recalca es que los “recursos son escasos”. No solo porque el espacio físico es compartido en el edificio que ocupan, sino por las condiciones del plantel docente que además trabaja en los servicios de salud. “La situación es difícil por los salarios y porque somos 27 profesores todos interinos —detalla—, lo que significa que no contamos con vacaciones ni aguinaldos ni muchos de los derechos laborales”.