Hay situaciones que incomodan, y los coletazos del último Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario parecen ser una de ellas. De lo contrario, no se entiende que a 20 días de la marcha que terminó con unos 300 frentes vandalizados por pintadas y graves incidentes en la puerta de la catedral, el Concejo de esta ciudad aún no haya logrado pronunciarse al respecto.
Es más, en la última sesión del jueves pasado hubo acalorados debates y el tema volvió a comisión. Es decir, los ediles seguirán viendo de qué modo algunos se atreven a legislar pensando en el interés común y no en visiones sectoriales.
Un pseudoprogresismo culposo que coloca a varios en una situación incómoda. El debate es tan ilógico que algunos tildaron de "misógino" un proyecto que solicitaba al Ejecutivo que informara el monto total del gasto asignado a la reparación de los inmuebles, plazas, edificios históricos y comercios que fueron dañados y vandalizados durante la marcha.
Para algunos es "misógino" preguntar si se implementó un registro de vecinos afectados y qué medidas de seguridad se habían dispuesto para evitar lo que no se pudo evitar.
Parece que interrogar sobre cómo se ayuda a los vecinos a quienes les pintaron los frentes de sus casas es políticamente incorrecto. Hay quienes creen que por requerir respuestas ante esto, se invisibiliza la problemática de la violencia de género. Una ceguera ridícula que tiene más sesgos autoritarios y fascistas, que progresistas.
"Quereme más que a las paredes" rezaba una de las consignas que aparecieron días después de que la marcha arruinara más de 300 frentes. Una frase sin ningún tipo de lógica ¿Acaso por repudiar las pintadas se está avalando la violencia contra la mujer? Un razonamiento, se insiste, autoritario.
En una ciudad todos sus habitantes se deben respeto. Y el Concejo legisla para todos. No debe incomodar que se pregunte cuánto va a costar reparar los daños de la marcha. O al menos no debería en una sociedad democrática en la que todos los sectores tienen derecho a expresarse sin vulnerar el derecho del otro.
Por estos días hay quienes avalan la violencia como método de protesta y se molestan cuando el gobernador Miguel Lifschitz habla de "poner límites". Parece que es algo malo remarcar que hay derechos, pero que los mismos conllevan a la vez obligaciones. Esta es la parte que muchos olvidan.
Y así, quienes deben defender los intereses de todos los rosarinos no lograron ponerse de acuerdo sobre qué actitud tomar ante una marcha que vandalizó más de 300 frentes de viviendas. Y en medio se enfrascaron en debates alejados del común de los mortales, como si se debe o no poner un busto del ex presidente Néstor Kirchner en las cuatro plazas, en barrio Belgrano.
Más cercanía. En la última sesión del Concejo esto generó duros cruces entre K y anti K y dejó al desnudo una realidad: los ediles parecen estar lejos de lo que realmente le interesa a los rosarinos.
Tal vez desempolvando los viejos proyectos que bregan porque los concejales se elijan por barrios, estas discusiones se terminarían. Los vecinos de la avenida Pellegrini tendrían bien identificado a quién reclamarle que impulse medidas de resarcimientos para los que sufrieron pintadas. Y los de barrio Belgrano sabrían a quién tocarle el timbre para decirle si están de acuerdo o no con que en su barrio haya una estatua de Néstor.
Quizás esa cercanía con el concejal terminaría de una vez por todas con los legisladores políticamente correctos que parecen no atreverse a dar ciertos debates que incomodan.
Mientras tanto, siguen esgrimiendo discursos muy bonitos y románticos para la platea de aplaudidores (cada jueves el recinto se llena, la mayoría son asesores de los distintos bloques), pero sin respuestas concretas ante hechos concretos. Y allí están muchos en sus bancas del coqueto Palacio Vasallo: culposos, incómodos y lejos de la gente.