La crisis hídrica que golpeó a la provincia este inicio de 2017 desnudó los cortocircuitos internos que atraviesan por estas horas al Frente Progresista y dejo en evidencia que para muchos las convicciones parecen estar atadas al bolsillo.
Por Diego Veiga
La crisis hídrica que golpeó a la provincia este inicio de 2017 desnudó los cortocircuitos internos que atraviesan por estas horas al Frente Progresista y dejo en evidencia que para muchos las convicciones parecen estar atadas al bolsillo.
De lo contrario, nunca se entendería por qué aparecieron recién ahora las duras críticas a la gestión que lanzaron funcionarios radicales que fueron desplazados de la Secretaría de Asuntos Hídricos por el gobernador Miguel Lifschitz.
El ex titular de esa dependencia, Roberto Porta, atropelló esta semana todo micrófono que tuvo cerca para cuestionar las políticas implementadas en materia hídrica, se quejó de que no le habían dado el presupuesto suficiente y dejó en claro que no había tenido apoyo en el área.
Inútil
Si esa era la coyuntura que vivía a diario, ¿nunca pensó en renunciar? La lógica indica que si uno encabeza un equipo de trabajo, proyecta objetivos y traza planes para lograrlo, debería tener el apoyo oficial para llevarlo a cabo. De lo contrario, esa función que se está desempeñando es inútil.
¿Qué hubiese pasado si Lifschitz no lo echaba? ¿Seguiría ocupando un cargo público en un lugar donde, según denunció, se trabaja mal?
La respuesta no la sabremos. Si conocimos el efecto pos despido. Críticas para todos y todas.
Detrás de Porta se fue también, en el marco de un gesto solidario, Luis Lombó, el coordinador de la Secretaría de Asuntos Hídricos. También radical y aliado en un Frente con más internas que la cárcel de mujeres, no dudó en criticar la gestión que hasta hace cuatro días también integraba.
Parecen seguidores de Groucho Marx, el humorista que popularizó la frase: "Tengo mis principios, pero si no les gustan tengo otros".
Ocupar cargos públicos también implica saber dar un paso al costado cuando la gestión que uno integra no lo respalda.
En este caso, Lifschitz decidió imprimir "mayor ritmo" y cambió la cúpula de un área sensible en momentos en que miles de productores y vecinos están sufriendo en carne propia los efectos de las inundaciones.
En el otro extremo está mantener a funcionarios ocupando cargos a pesar de que éstos han demostrado claras falencias en el desarrollo de sus funciones.
Un ejemplo que trae el archivo ilustra esta última cuestión. También tiene como protagonista a un aliado radical del cada vez más resquebrajado Frente Progresista: Sebastián Bonet.
Hombre de pocas palabras, ocupó la Secretaría de Planeamiento en la gestión de Hermes Binner como intendente, y en 2001 fue desplazado de su cargo luego de autorizar la demolición de una casona de valor patrimonial en pleno corazón del Paseo del Siglo.
La historia tuvo ribetes escandalosos. El arquitecto que llevó adelante el proyecto y demolió la casona también era integrante de la Secretaría de Planeamiento.
El edificio estaba ubicado en Córdoba 1646 y había sido construido en la década del 20 por los arquitectos Tito y José Micheletti. Por esos días, los especialistas aseguraban que "era todo un testimonio de la época".
A Bonet lo eyectaron de Planeamiento, pero por lo bajo le prometieron otro puesto. Con Porta parece que no sucedió lo mismo ya que, como su homónimo que jugaba en los Pumas en los 70 y 80, salió con los tapones de punta.
Bonet no. Se fue en silencio y a los pocos días aterrizó en el directorio del aeropuerto, como para ir entendiendo los criterios que se siguen a la hora de evaluar las capacidades de los funcionarios que se colocan en las diferentes áreas estatales.
Hoy ocupa el máximo cargo en la empresa Aguas Santafesinas Sociedad Anónima (Assa), que muy pronto dará a conocer las nuevas tarifas que deberán pagar los vecinos. Es más, impulsa una suba del 89 por ciento en las boletas.
Dos historias. Dos aliados. Dos finales distintos. La política a veces te mantiene a pesar de groseros errores o te saca en medio de una crisis. Después llegarán o no las críticas. Generalmente a esto se lo conoce como hipocresía.