Tras una semana de altas temperaturas, Rosario volvió a ser un horno. Ayer la paradoja fue que la máxima nominal, de 36,7 grados, fue levemente más baja que la víspera, pero la sensación térmica se comportó al revés y llegó casi, casi, a 43. Para los sufridos habitantes de la ciudad la diferencia resultó irrelevante y trataron de buscar alivio como pudieron. Sin embargo, la sucesión de días tórridos ya empezó a impactar sobre la salud y casi todos los servicios de emergencia médica registraron un aumento de entre el 15 y el 20 % de consultas. La mayoría de los cuadros diagnosticados fueron trastornos gastrointestinales y lo que popularmente se conoce como “golpes de calor”, con síntomas como hipotensión y deshidratación. Los pacientes se repartieron sobre todo en los dos extremos de la vida: las personas mayores y los más chiquitos.
Los pronósticos no ofrecen tregua. El Wind Gurú, por ejemplo, augura 44 grados para hoy, 46 para mañana y 43 para el domingo. Sean “reales” o “térmicos”, lo mismo da: prometen ser tres días agobiantes, al menos hasta la madrugada del lunes. Otros sitios de clima, como el AccuWeather, adelantan el alivio para el domingo.
El Servicio Meteorológico Nacional (SMN, que ayer no actualizó su información on line por tener la página en mantenimiento) mantuvo el pronóstico de 39 grados desde hoy y hasta el domingo inclusive.
Lo cierto es que el calor fuerte arrancó el fin de semana pasado y ya no volvió atrás, por lo que el propio SMN lanzó un alerta amarillo dando cuenta de que se transita por una ola de calor que requiere precauciones especiales, sobre todo entre ancianos y nenes chiquitos.
Rosario tiene un historial de calor que se las trae. Los máximos registros en la ciudad datan de 1938, cuando el termómetro marcó 42,2 grados nominales, cifra que se repitió exacta cinco años después. También fue bravo el 2 de enero de 1956, cuando la máxima llegó a 41,9. Más cerca en el almanaque, enero del 2006 marcó otro pico de 40,1.
Pero la sensación térmica es un cálculo de data más joven (que estima mediante una tabla cómo experimenta un cuerpo una determinada temperatura en combinación con el índice de humedad y la velocidad del viento), de modo que para comparar sólo hay números disponibles más cercanos en el tiempo.
Así, los 42,9 grados de térmica que el SMN calculó para las 12 de ayer en Rosario no lograron (por fortuna) superar al registro de 45º que se vivió el 23 de enero del 2014, ni el de 46º del 31 de enero del 2003.
De todas formas, el calor golpeó como un aliento de diablo. Y el fenómeno promete repetirse durante varios días. De hecho, los registros ya impactan en la salud y los primeros en detectarlo fueron los servicios de emergencias.
El director médico de Ecco, Jorge Chapman, estimó que en estos días la demanda tuvo un “aumento significativo del 15 %”, algo “esperable para la época”, con cuadros reiterados de náuseas, vómitos, diarrea e hipotensión (presión baja), que “obviamente golpean más en los dos extremos de la edad”.
Cuanto más se extienda la ola de calor, dijo, más se traducirá en la cantidad de consultas porque la “deshidratación” del cuerpo suele ser progresiva.
En Emerger dieron cifras puntuales: según Mariano Soria, del área de coordinación técnica, a la guardia del Hospital Gamen de Villa Gobernador Gálvez “ingresaron en un solo día 115 adultos y 70 chicos, 30 % más de lo habitual”, mientras al Sanatorio de Niños fueron “400 nenes en apenas 12 horas, cuando el promedio es de 150”.
También Vittal Rosario registró el impacto del calor, con 20 % más de consultas, mayoritariamente por cuadros de hipotensión y deshidratación, vómitos y diarrea, síntomas clásicos del golpe de calor.