Son cinco hombres con varios puntos en común. Cordobeses, de muy jóvenes fueron parte de la Iglesia Católica y entraron en crisis con su vida pastoral. No se resignaron a perder la fe y se ordenaron sacerdotes. Decidieron trabajar codo a codo con los más humildes. Vieron y vivieron el dogmatismo y los privilegios del clero, abusos sexuales y la "hipocresía" del celibato, y el apoyo de la curia a los gobiernos de facto. Decidieron no trabajar más como curas, casarse y formar una familia. Pero se siguen sintiendo curas. "Es un sacramento que no prescribe, imborrable", remarcan.
Nicolás Alessio, Lucio Olmos, Horacio Fábregas, Elvio Alberione y Adrián Vitali dicen que se negaron a "callar los hechos como hace la Iglesia" y así nació hace dos meses el libro "Cinco curas. Confesiones silenciadas", de editorial Raíz de Dos, un texto valiente que ya vendió más de 10 mil ejemplares y que presentaron cuatro de estos sacerdotes esta semana en Rosario ante un auditorio que superó toda expectativa. En cuatro librerías de la capital mediterránea se negaron a vender el libro y el hecho ya se denunció en el Inadi (el instituto nacional contra la xenofobia). Curiosamente, también la Asociación de Magistrados de Córdoba dio marcha atrás con la presentación del texto esta semana.
Las denuncias no se quedan en el pasado y tampoco son etéreas: tienen nombre y apellido. El ya fallecido cardenal Raúl Primatesta, el actual obispo de Córdoba, Carlos Ñañas, y el de Puerto Iguazú, Marcelo Martorell, son algunos de los que aparecen varias veces en las páginas (ver página 9). Por fuera del libro y en diálogo con LaCapital, aseguraron que un "monseñor (Gabriel) Storni no se hubiera sostenido sin la ayuda de corporaciones como las de la Justicia o el poder de gobiernos democráticos y no democráticos".
Con algunas diferencias todos apoyan la idea de que se despenalice el aborto, porque creen que es una "tragedia que está al orden del día y castiga a las mujeres pobres". Acuerdan con que Perón, en el 55; Alfonsín con la ley de divorcio y Néstor Kirchner, fueron los gobernantes que se animaron a enfrentar al clero. Pero concluyen con que queda mucho hacer: "La gente cree que a los sacerdotes nos paga un sueldo el gobierno, pero los únicos que cobran son los capellanes castrenses, que no me explico por qué existen aún, y los obispos, quienes cobran como un juez de primera instancia. Además, los seminarios no deberían ser subvencionados por el Estado", dice Vitalli. Y Olmos, quien supo trabajar como mecánico, en una curtiembre, en el campo y militó en Montoneros, agrega: "Muchos sacerdotes viven de lo que cobran por los bautismos y casamientos, pero muchos nos hemos negado a eso".
Al hablar de lo económico no dejan de mencionar al Opus y al Vaticano. "Es una orden militar con clara opción política que no se organiza sobre el trabajo con los pobres sino con objetivos políticos claros y la posibilidad de gobernar", remarca Alberione. Y agregan entre todos. "Ver (como el mes pasado) como miles de jóvenes siguieron al Papa en España es apenas una parte de la historia, lo que no se muestra es toda la gente que se expresó en contra y que ya críticamente no cree que ese hombre viaje por el mundo sólo a llevar bendiciones", dice Vitali.
Misoginia y celibato. No creen en los curas sanadores, a pesar que algunos de ellos tiene amigos en este rubro. Para ellos, esos religiosos basan su práctica en la magia, y algunos, hasta se aprovechan de sus feligreses. Pero respetan a la gente que busca a Dios por todos los medios para sanar sus insufribles dolores. Aseguran que la Iglesia es misógina porque "le tiene miedo" a la mujer. "Para la Iglesia es peligrosa porque es un misterio: engendra, pierde sangre, amamanta y a lo misterioso hay que controlarlo", sostiene Alessio. Y definitivamente se oponen al celibato. "No es una cuestión regiosa, fue introducido en el medioevo. Es poder y garantiza que la herencia económica quede en manos de la Iglesia. Y se les va de las manos: hay 150 mil curas casados", sostiene Alberione. A lo que Alessio añade: "Es un capricho romano para manejar conciencias y tener poder. La sexualidad atraviesa a la persona y si te la controlan te dominan. Pero dentro de la Iglesia, prácticamente nadie respeta el celibato".
Adelantos del libro
Adrián Vitali cometió el pecado de enamorarse de su actual mujer y madre de sus hijos. El fallecido cardenal Raúl Primatesta le ofertó trasladarlo de parroquia, olvidar a la mujer y a su hijo y, a cambio, la Iglesia pagaría la cuota alimentaria: “Lo peor es que ese mecanismo perverso lo usan con pedófilos y pederastas”.
Lucio Olmos detalla en el libro el sistema de finacimiento de los curas y cuenta cómo Primatesta le pidió que no trabajara en una concesionaria de autos y en el barrio junto a la gente.
A Nicolás Alessio lo expulsaron de la parroquia por apoyar el matrimonio igualitario. Y el actual obispo de Córdoba, Carlos Ñañas, impulsó el juicio canónico con que se lo aleccionó. “Es increíble, único juicio canónico en la Argentina por opinar. Rápido y ya con sentencia”, ironizó.
La complicidad de la Iglesia con el golpe el 55 y más tarde con Onganía, el sadismo y las perversiones entre religiosos y hasta un asesinato por parte del párroco de un pueblo son denunciados por Elbio Alberione.
Finalmente, Horacio Fábregas relata cómo una monja abusaba de seminaristas aduciendo que era la virgen la que besaba en su nombre.