El fenómeno comenzó hace un par de años pero cada diciembre se consolida: luego de la cena del 24 y el 31 a la noche, los jóvenes cambiaron el boliche por reuniones masivas, autoconvocadas a través de las redes sociales, en espacios públicos, donde además se replican durante otros días de verano los picnics nocturnos.
Se trata de jóvenes que se ubican entre los 18 y 25 años, que no pueden o no quieren hacer frente al alto costo de las entradas y las bebidas dentro de los locales bailables. Por eso, se citan principalmente a través de Instagram en algún espacio verde, al cual acuden en manada provistos de heladeras llenas de bebidas y parlantes Bluetooth, que tienen horas de autonomía sin precisar cable de alimentación ni tomacorrientes.
El punto neurálgico, en el que se congregaron 10 mil personas el 1º de enero a la madrugada, es la zona de Dorrego y el río, en cercanías del restaurante Ríomio, cuyos dueños no están contentos con las convocatorias. La plaza Buratovich (Cafferata al 1.300) es otro de los escenarios donde se da este tipo de eventos espontáneos. Si bien otros años se registraron incidentes, estas fiestas los encuentros terminaron en paz.
Más barato
Las razones que esgrimen los que adoptaron este cambio de hábito, que ya se instaló y es tendencia, son mayormente económicas y de movilidad. "Es gratis, vas a la hora que querés y no tenés que hacer fila", ilustra un joven consultado por este diario.
"Para Navidad pedían como 600 pesos de entrada en el boliche. Con algo para tomar y el taxi te gastás 2.000 pesos en un rato. No todo el mundo tiene esa plata para salir", cuenta Agostina (21), estudiante de Fonoaudiología.
Cindi, otra estudiante de 21 años, coincide en que "la entrada a la fiesta es carísima y también comprar alcohol adentro es un presupuesto", mientras en el parque pueden llevar sus propias bebidas en la heladerita. En tanto Gastón (19), dice que fue a la zona de Dorrego y el río en Año Nuevo "porque era la única fiesta gratuita que había".
Por otra parte, los jóvenes señalaron que la movilidad se complica en esas fechas, ya que "no hay colectivos y es difícil conseguir taxi". "Fui a Ríomio porque me llevaban en auto, es difícil moverse en las fiestas", describe Aixa (21), estudiante de Ingeniería en Alimentos.
Convivencia
La movida alcanzó tal magnitud que en el municipio estudian la posibilidad de montar el próximo verano uno o dos predios públicos en el parque Scalabrini Ortiz, el parque España u otro espacio verde en el que se instalen baños y volquetes para los residuos, y en el que haya una ambulancia, delimitación, seguridad, DJ y sonido, con un cierre a horario razonable y el volumen acorde a una buena convivencia con los vecinos. Incluso hasta se piensa en un transporte especial que lleve a los participantes hasta esos lugares.
Es que, por un lado, es grato que los rosarinos se adueñen del espacio público. Pero también hay que asegurar la convivencia con los vecinos de la zona (principalmente por los ruidos molestos, música y gritos) y que luego de cada festejo, el terreno queda lleno de basura de todo tipo: botellas, vasos, latas, bolsas, cartón y hasta orín, heces, vómitos y preservativos usados. De todas formas, Higiene Urbana se encarga a primera hora del día siguiente de la limpieza.
En la zona del parque de las Colectividades, los vecinos y el restaurante Ríomio (que contrata adicionales policiales para cuidar el mobiliario) denunciaron en las redes sociales el excesivo consumo de alcohol y otras sustancias y se quejaron por el reguero de residuos que queda en el lugar luego de cada reunión.
El verano pasado, una joven de 18 años alcoholizada, que estaba festejando con amigos, cayó de la barranca y tuvo que ser rescatada. Afortunadamente, no llegó al agua, ni sufrió lesiones de gravedad. Este año no se registraron mayores incidentes, aunque los vecinos de Dorrego y el río se quejaron por los disturbios, gritos, enfrentamientos y vandalismo contra fachadas de la zona y autos estacionados en los alrededores que se produjeron las noches de las fiestas.
Boliches cerrados
Lo cierto es que la movida perjudica a los dueños de boliches, que ya casi no trabajan para las fiestas desde que los pibes se juntan en los parques.
Según registros aportados por la Municipalidad, el 25 de diciembre el único local bailable que abrió sus puertas fue Blue (Colombres 1756), y hubo fiestas de Navidad en el Hipódromo y el club Plaza Jewells, mientras que los bares de Pichincha permanecieron cerrados.
En tanto, el 1º abrieron los boliches La misión del Marinero (Armas 1026); Moore (Los Inmigrantes 410); Sr. Ming (Los Inmigrantes 410); Roma (Pellegrini 922) y el Bar del Mar (Balcarce 402). También abrieron sus puertas algunos bares, aproximadamente unos nueve.
Algunas fuentes comentaron que en Nochebuena se trabajó poco, y por eso el 31 muchos decidieron no abrir sus puertas.
Por ello, un grupo de empresarios comentó que se quieren reunir con el intendente Pablo Javkin para presentarles la problemática.
Por lo pronto, los bolsillos flacos marcan una nueva tendencia y los fines de semana los parques de la Costa Central se llenan de jóvenes que, heladerita en mano y parlante con música movida, disfrutan de la noche al aire libre y cada vez más lejos de los boliches.