"Es increíble verlo", dice Claudia Varela, propietaria de una farmacia en la
zona sur desde hace 15 años. La "cultura de los medicamentos", cuenta, ya incluye entre sus
exponentes a chicos de 10 años: "Nosotros hacemos charlas en los colegios y les damos encuestas. No
te das una idea cómo saben de nombres de fármacos y de drogas los chicos de quinto grado. Yo te
pregunto si vos, a los 10 años, sabías de medicamentos". El consumo masivo de benzodiacepinas
(tranquilizantes menores), sostiene la farmacéutica, es apenas un rasgo del fenómeno: "Lo más
riesgoso es la cultura de toma de medicamentos, sean cuales sean. Cada vez se nota más eso de «me
tomo una pastilla y me salvo»".
En los últimos días, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dio a
conocer los números de la industria farmacéutica para el tercer trimestre de 2008: entre julio y
septiembre la venta de remedios en Argentina aumentó un 50 por ciento respecto del mismo período de
2007, y en lo que va del año el incremento total es de más de un 30 por ciento comparado con el año
pasado. Los medicamentos de mayor facturación fueron los destinados al sistema nervioso, entre
ellos los psicolépticos (ansiolíticos, sedantes e hipnóticos) y los psicoanalépticos (estimulantes
y antidepresivos), una tendencia que se mantiene en todo el territorio desde los meses posteriores
a la crisis de 2001. Argentina, de hecho, es hoy el país donde más se consumen psicofármacos en
América latina.
"Rosario sigue de alguna manera la media en el país. No escapa a las
generalidades del consumo en Argentina", señala el presidente del Colegio de Farmacéuticos de la
segunda circunscripción provincial, Juan Carlos Rucci. El crecimiento sostenido en la venta de
psicotrópicos que se registra desde 2001, explica Rucci, se puede atribuir a que "en épocas de
crisis las personas se ponen ansiosas o generan angustias, y una vez que uno empieza a consumir un
medicamento de esta naturaleza (con prescripción médica y por una patología en particular) requiere
todo un tratamiento médico para poder dejarlo".
Invariablemente, las estadísticas oficiales registran picos de consumo que
coinciden con las épocas de mayor conflicto o incertidumbre social: de abril a junio de este año,
por ejemplo, durante el período más tenso del conflicto con el campo, la venta de remedios para el
sistema nervioso se disparó un 14,4 por ciento, según los datos del Indec. Otro tanto sucedió la
primera quincena de octubre, cuando algunos medios nacionales dieron a conocer un "aumento
repentino" del 50 por ciento en la ingesta de psicotrópicos, que fue relacionada en forma directa
al impacto de la crisis mundial sobre el estado de ánimo de la gente. Los picos de venta, sin
embargo, no pueden ser tomados como hechos aislados, ya que ocurren sobre una tendencia
constante.
La dinámica de las pastillas. Los farmacéuticos rosarinos hablan de dos factores,
relacionados con la propia dinámica de consumo. Por un lado la automedicación —el "boca en boca",
el uso sin control—, que hace que muchas veces, lo que comenzó como un tratamiento puntual se
transforme en un consumo crónico, tal como señala Rucci ("parece que el gran deporte nacional es
automedicarse"). Por otro lado, cada vez más, el uso "de benzodiacepinas va asociado a otras
patologías. O sea: un hipertenso requiere ahora también, como ayuda, ansiolíticos. No se usan tanto
como somníferos, sino que están asociados a otras patologías como la hipertensión, los brotes
alérgicos, manifestaciones de ese tipo. Ayudan en esos tratamientos", explica Varela.
Buenos y malos. "Haciendo una abstracción de la cuestión farmacéutica, el hecho
de que en una sociedad se consuma mayor cantidad de ansiolíticos, y de que los médicos así los
prescriban porque lo consideran necesario, habla de una sociedad que está, de algún modo,
estresada. Es un indicador de que esta sociedad está más estresada que otras", dice Fabián García,
secretario del Colegio de Farmacéuticos. Para García, hay "que distinguir dos cuestiones: que son
medicamentos que mal utilizados son drogas de abuso y que, bien utilizados, forman parte del
arsenal terapéutico". Es real que "se consumen mucho", señala Rucci, "hay patologías en las que hoy
es inusual que el tratamiento no incluya ansiolíticos. Pero hay que destacar la responsabilidad que
tiene cada paciente en su hogar. El problema está cuando el vecino dice que no puede dormir, y el
otro le dice «ay, tomate esta pastilla, a mí no sabés como me hace dormir». Eso es lo dañoso",
agrega.
Sueños artificiales. "Si bien al psicotrópico se lo consume como una «pastilla
para sentirse mejor», la aceptación social o al menos la tolerancia se fundamenta en su estatus de
medicamento. El psicotrópico participa así de un grupo cada vez más amplio de productos ofrecidos
en farmacias que invitan a una automedicación para la performance social, ya sea sedando o
estimulando a quien lo consume", señala un informe de 2007 del Observatorio Argentino de Drogas.
"Los chicos en los colegios nos hablan de las propagandas: te tomás una Cafiaspirina y tenés una
Ferrari", cuenta Claudia Varela casi al final del diálogo. Pero no es así.