Ana Franchi es la segunda presidenta en la historia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y tiene más de cuatro décadas como parte del organismo, donde además es investigadora Superior en el área de Química Biológica. Reconoce que las estructuras del sistema se van moviendo, pero apunta lo que falta. “Solo dos mujeres fueron presidentas en más de 60 años en un organismo donde el 52 por ciento de sus integrantes son mujeres”, señala con gusto a poco, y agrega: “Hay que hacer ver que no hay equidad para poder exigirla”.
El ejercicio de ver eso que aún debe construirse lo hace sobre la visibilización de las mujeres con la claridad que da ser parte de la Red de Género, Ciencia y Tecnología, pero también lo hace en lo salarial respecto del atraso que aún existe en los sueldos de los investigadores y en la necesidad de federalizar el sistema científico nacional, algo que remarcó esta semana en su paso por la Universidad Nacional de Rosario.
En diálogo con La Capital, Franchi habló del “reconocimiento” que recibe la comunidad científica y la valoración de sus aportes en el marco de la pandemia de coronavirus, del lugar de relevancia del Conicet en América latina, destacó sobre todo los recursos humanos del sistema y dejó en claro que desde marzo a esta parte el sistema científico demostró que además de hacer ciencia básica de excelencia, “también puede hacer transferencia de esos resultados directamente a la comunidad como viene sucediendo en todos estos meses”. La próxima meta para poder planificar, la aprobación en el Congreso de la ley de financiamiento en ciencia y tecnología. “Es una ley histórica”, recalca.
Usted es la segunda presidenta del Conicet en sus 62 años de historia...
Hace 41 años que estoy en Conicet y es cierto que solo dos mujeres han sido presidentas de un organismo donde el 52 por ciento de sus integrantes son mujeres. Ese es un número más que interesante porque en otros países de Europa, o Estados Unidos, hay un 35 por ciento de mujeres y en Japón apenas si llega al 17 por ciento. Argentina tiene un buen número de universitarias, docentes, investigadoras y becarias, sin embargo, en los lugares de gestión falta camino por recorrer. Hay apenas 12 por ciento de rectoras en las universidades, en el directorio de Conicet de 8 integrantes solo 2 son mujeres y apenas un 25 por ciento de las unidades del organismo está dirigido por mujeres.
Sin embargo, hay un fuerte movimiento dentro del sistema científico que está asociado al movimiento de mujeres y que presenta demandas. Como dice Dora Barrancos (socióloga, investigadora del Conicet e integrante de su directorio hasta mayo de 2019), lo importante es darse cuenta que no es un problema personal, sino que hay un sistema que no nos favorece. Ahora las jóvenes se reúnen, hay seminarios y discusiones en torno a su rol en la ciencia. Con Dora en el directorio comenzaron las licencias por maternidad para las becarias que no existían y se trabaja la demanda de los jardines maternales. Pero además hace ya unos años que Conicet no financia congresos ni simposios donde no haya paridad de género en las ponencias porque ese es nada menos que el lugar donde se visibiliza el trabajo de científicas y científicos. Hay que hacer ver que no hay equidad para poder exigirla, y hay que exigir igualdad de oportunidades. Ahora también las convocatorias de subsidios tienen en cuenta el género y empieza un cambio que lo vamos a ver reflejado en unos años en los lugares de gestión.
La citó a Dora Barrancos y desde el inicio de su gestión hizo hincapié en la centralidad de las ciencias sociales. La pandemia le dio una gran visibilidad a la labor científica, ¿cómo analiza ese proceso en general y también en las ciencias sociales y humanas?
El sistema todo respondió. Las ciencias sociales respondieron y trabajaron mucho en el impacto de la pandemia: cómo comemos y aprendemos, qué les pasa a las mujeres y a los pueblos originarios. La pandemia afectó claramente la salud, pero alteró la forma de vida, tuvimos que replantearnos el país, los grandes aglomerados urbanos donde vivimos y el virus circula, los grandes cambios en el trabajo, el trabajo remoto que vino para quedarse y cómo nos comunicamos. Para todos esos cambios están las ciencias sociales y humanas trabajando en esos temas que son centrales.
Usted planteó que el sistema científico respondió pese a los años de desfinanciamiento previo, ¿cuáles son las fortalezas que le permitieron estar a la altura?
El sistema científico respondió por el excelente plantel de recursos humanos, técnicos y administrativos, por el compromiso que tienen y por la acción directa del Ministerio de Ciencia que puso subsidios para los proyectos abocados a la pandemia. Esto nos fortalece y nos compromete porque hay un reconocimiento de la comunidad, pero también una demanda.
Ahora el Ministerio creó una nueva unidad de Ciencia y Tecnología contra el Hambre, donde se van a financiar proyectos vinculados a ese otro gran desafío. La comunidad científica argentina es muy reconocida a nivel latinoamericano, estamos a la cabeza en publicaciones, el Conicet está primero como institución de ciencia y tecnología en América latina, pero como se vio en la pandemia es un organismo que también puede hacer transferencia de resultados directamente a la comunidad. Eso es lo que vamos a tratar de incentivar con subsidios e ingresos de recursos humanos, sin descuidar la ciencia básica que hace adelantos, tiene hallazgos y forma recursos humanos. Porque si vemos los grupos que tuvieron mayores logros en la pandemia fueron los de investigadores de básicos que pudieron moverse por tener la formación y las técnicas necesarias.
Pese a todo eso, los científicos están entre los trabajadores esenciales que no son los mejores pagos.
El año pasado el estipendio de las becas se aumentó un 60 por ciento. Llegamos a algo bueno, aunque no buenísimo. Es cierto que el salario de los investigadores aún es una asignatura pendiente y lo tenemos que recomponer. Se perdió más de un 40 por ciento en los cuatro años de Cambiemos y es difícil en las condiciones actuales resolverlo inmediatamente, pero la intención es ir adelantando. Creo que la ley de financiamiento de ciencia y tecnología que es probable se trate en las sesiones extraordinarias del Congreso, es central para eso porque permite ir aumentado 15 por ciento la participación en el PBI año a año hasta el 2032. Eso permite tener una planificación, conocer el presupuesto de antemano, tener previsión y planificar, cosa que ha sido imposible en ciencia y tecnología. Es una ley es histórica, sería la primera en el país y la vamos a festejar mucho si se aprueba.
El año de la pandemia fue un año donde la ciencia estuvo en boca de todos, ¿es una oportunidad?
El reconocimiento es una oportunidad. La participación de jóvenes investigadores en diferentes espacios y medios de comunicación explicando, bajando al llano y haciendo entendibles los hallazgos, todo eso es una oportunidad y es central para las vocaciones científicas. Porque las vocaciones están en crisis en todo el mundo porque son carreras que llevan tiempo, son incompatibles muchas veces con un trabajo y estas son oportunidades, como sucedió en su momento con Adrián Paenza y las matemáticas, que son verdaderas oportunidades de despertar vocaciones tempranas en la escuela primaria y secundaria.