El publicista Gabriel Dreyfus expresó la esperanza de que la muerte de su hijo Pablo, uno de los
228 pasajeros del avión que cayó misteriosamente a las aguas del Océano Atlántico, haya sido
rápida. Dreyfus recordó la última visita de su hijo a Buenos Aires, que había hecho precisamente
para verlo a él.
"Vino sólo por dos días a verme porque yo estaba mal. Antes de irse me saludó al pie de la cama
como lo hacía cuando era niño. ‘Aquí está conejo, aquí está conejo’, me decía", relató
el compungido padre. Explicó que no sabía que su hijo se encontraba a bordo del avión cuando se
supo sobre la desaparición del aparato, el lunes pasado.
"Lo confirmé cuando me llamó el mejor amigo de mi hijo", dijo Gabriel Dreyfus al ser consultado
sobre cómo se enteró de la desgracia vivida por su hijo. La hija y la esposa de Dreyfus viajaron a
Río de Janeiro para seguir de cerca las tareas de búsqueda, pero el publicista dijo que prefirió
quedarse aquí, porque estar en ese lugar le haría mal.
"Le dije a mi hija que no tenga esperanzas", confesó el padre, y agregó: "En lo único que pienso
es en que ya pasó. Pienso que ojalá haya sido un instante". El lunes pasado ya era evidente su
pesimismo, cuando dijo que lo único que esperaba era "un milagro".
El avión de la aerolínea comercial francesa con 216 pasajeros y 12 tripulantes a bordo volaba
desde Río de Janeiro hacia la capital de Francia cuando desapareció de los radares y cesó las
comunicaciones. Su hijo viajaba a París junto a su esposa Ana Carolina Rodrigues, una brasileña
diez años menor que él, para pasar una semana de vacaciones.
El creativo contó que Pablo "se había casado hace poco, no tenía hijos y como viajaba mucho
seguramente juntó millas y se tomó una semana de descanso con su mujer". "Hace unos días nos
comunicamos por email. El estuvo en la Argentina unos meses atrás", recordó. Pablo era especialista
en la lucha contra el tráfico de armas, y se desempeñaba en una organización dedicada a este
problema en Brasil.