María José, esposa de Javier León, uno de los dos fallecidos en el recital del Indio Solari en Olavarría, se quejó ayer de la organización del show y aseguró que "no hubo controles" para el acceso al predio.
María José, esposa de Javier León, uno de los dos fallecidos en el recital del Indio Solari en Olavarría, se quejó ayer de la organización del show y aseguró que "no hubo controles" para el acceso al predio.
"Fuimos a varios shows del Indio y siempre hubo organización. Esta vez no. Compré la entrada en enero y nadie me la pidió. No hubo controles. Para mí había más de 600 mil personas", indicó la mujer. Javier tenía 42 años y ambos vivían en Los Polvorines, localidad del partido bonaerense de Malvinas Argentinas, desde donde partieron junto a un hijo de 16.
En declaraciones a la prensa, María José brindó un crudo relato de lo que sucedió con su marido ya que no le permitieron subir a la ambulancia y debió concurrir al hospital por sus propios medios: "Cuando llegué estaba muerto".
"Había mucha gente, lo meten en la enfermería, le pusieron suero, era un tema de presión. Cuando lo sacaron se desplomó. Lo vuelven a entrar y no me dejaban ver lo que estaba pasando. Me dijeron que estaba bien y lo que lo iban a llevar al hospital".
La esposa de Javier relató: "Pedí ir a la ambulancia y me dijeron que no. Cuando llegué al hospital mi marido estaba muerto".
Asimismo, contó que en el hospital había más personas internadas: "Tuve que declarar con la policía, él llegó muerto".
"A nosotros nos pasó esto (la descompensación) en el momento que el Indio estaba tocando el primer tema", recordó, y citó que su marido se empezó a poner pálido, transpirar mucho y sentir fuertes náuseas ni bien comenzado el show.
Al ser consultada sobre las responsabilidades que pueden caberle al ex líder de Los Redonditos de Ricota, María José afirmó que aún tenía "la cabeza muy en caliente", pero apuntó contra la organización.
"Tengo la cabeza muy en caliente. Para mí le faltó organización. No hubo organización. No sé si fue culpa de él", sostuvo.
Desde hace varios conciertos, se venía advirtiendo una peligrosa y creciente tendencia en los recitales del Indio: la de los fans que llegaban sin entradas para tratar de colarse o generar disturbios en la puerta y entrar sin pagar.
Nadie recuerda con exactitud cuándo fue ni quién dio la directiva, pero hace algunos años, para evitar disturbios que empañaran, en un concierto se habilitó la puerta y se dejó que ingresaran libremente los que pugnaban por colarse.
El boca a boca corrió muy rápido y para el siguiente concierto eran muchos más lo que empleaban la misma táctica: llegar hasta la ciudad del show como fuera y abarrotarse en la puerta para presionar hasta que los dejaran entrar. Así, una y otra vez se repitió la anormalidad, cada vez con más adherentes.
El Indio y sus productores podían preparar un concierto para 150 mil personas, armar una infraestructura y lanzar a la venta 150 mil entradas. Pero ya no calcular cuántos miles de personas irían por su cuenta, sin entrada, sin los micros habilitados, todo por fuera de la organización. El Indio no supo prever un plan para pararlos.
Alguna vez el círculo del Indio pensó que alejando los accesos lo más posible del lugar del show podría filtrarse a los colados y evitar disturbios o que se produjeran lejos del grueso del público. Si ése era el plan, el campo de Olavarría, con su precario perímetro de seguridad, no parece haber sido la mejor elección.
Si el Indio entendió en algún momento que no puede manejar las costumbres de sus seguidores, debió inclinarse por elegir estadios con capacidad, un sistema seguridad eficiente y productoras reconocidas. O enterrar su decisión de conformarlos a todos juntos una vez al año. Esto último quedará como una siniestra utopía que fue muy rentable pero que terminó costándole cara a sus fans. Fue como librarlos a su suerte mientras bailaban el pogo del payaso asesino.
dolor. María José habló con los periodistas ayer luego de enterrar a su marido.