Los restos mortales del maestro del barroco italiano Michelangelo Merisi, conocido como
Caravaggio (1571-1610), fueron sepultados en el antiguo cementerio de San Sebastián en la localidad
de Porto Ercole, una pequeña y pintoresca ciudad toscana a la que fue a parar cuando se dirigía a
Roma, pero la enfermedad y la muerte le impidieron llegar. A la primicia del lugar del entierro del
pintor se le sumó la de la causa de muerte: lo mató una severa insolación.
El anuncio fue formulado ayer en Ravena (noreste de Italia), los
responsables de una compleja investigación que echó luz sobre uno de los grandes misterios que
envolvían la turbulenta vida del genio del claroscuro, que se vio obligado en 1606 a huir de Roma
al ser condenado a muerte por el asesinato de uno de los hermanos Tomassoni.
Silvano Vincenti, responsable de la investigación histórica, explicó que
todos los indicios apuntan a que el pintor padecía neurosífilis, una forma de sífilis con efectos
sobre la memoria y que puede provocar delirios, además de saturnismo, enfermedad que afectaba a
muchos pintores de la época, debido a la asimilación de los pigmentos del plomo.
Insolación fatal. Dos enfermedades que debilitaron el organismo de Caravaggio quien en estas
condiciones no pudo superar el verano de 1610 cuando se registraron las temperaturas más elevadas
de los últimos treinta años de la época y murió.
El pasado diciembre los investigadores, provenientes de cuatro
universidades italianas, exhumaron de una fosa común del cementerio de Porto Ercole, adonde en 1956
habían sido trasladados parte de los restos del viejo camposanto de San Sebastián, los huesos de
una veintena de personas, entre los que se creía que podían estar los del pintor.
Los diferentes análisis aplicados a los restos determinaron que una de
las muestras extraídas presentaba características atribuibles al genio milanés.
Tras cerciorarse de que los huesos exhumados eran los sepultados en el
cementerio de San Sebastián, fueron sometidos a la prueba del carbono 14 que reveló que pertenecían
a alguien que había vivido entre 1522 y 1647.
Otros análisis evidenciaron que los restos óseos eran de una persona de
entre 173 y 176 centímetros de estatura y que había fallecido entre los 37 y los 43 años.
Estos resultados refuerzan la teoría de que los restos hallados en el
cementerio pertenecen a Caravaggio, puesto que los testimonios que han llegado hasta nuestros días
le describen como una persona de complexión grande y se estima que falleció en torno a los 39 años.
Posteriormente, se intentó verificar la identidad de los restos con una
prueba de ADN, para lo que se tuvo que recurrir al análisis de la descendencia de la hermana del
pintor Caterina Merisi, puesto que ni el pintor ni sus hermanos varones tuvieron hijos.
La pista de Caterina Merisi no fue concluyente al extinguirse la línea
de sucesión, por lo que los investigadores recurrieron al análisis del ADN de personas que en la
actualidad se apellidan Merisi o su derivado Merisio.
Los análisis concluyeron que las personas estudiadas con este apellido
comparten una misma condición genética, explicó Giorgio Grupponi, de la Universidad de Bolonia,
quien señaló que los resultados no fueron concluyentes, por lo que será necesario continuar esta
línea de investigación.
Sin embargo, los investigadores concluyeron que se puede afirmar, con un
85 por ciento de probabilidad, que los restos hallados en Porto Ercole se corresponden con las
características del pintor.
Si a esto se suman los documentos y descripciones históricas de las que
se dispone, según Vincenti, puede afirmarse que finalmente “han sido hallados los restos de
Caravaggio”, poniendo fin a una de las grandes incógnitas de la historia del arte, cuando se
cumplen 400 años de la muerte del artista.
Un aniversario en el que Italia se ha volcado con numerosas
manifestaciones artísticas y exposiciones en homenaje al pintor, entre ellas
“Caravaggio”, recién concluida en Roma, la ciudad en la que adquirió la fama, y en la
que se reunieron 24 de sus lienzos más importantes. l