El asesinato del futbolista brasileño Daniel Correa, del Sao Paulo, recorrió el mundo esta semana. El jugador de 24 años terminó muerto en un descampado en las afueras de Curitiba, casi decapitado y con los genitales cortados. Ahora confesó el autor del crimen, un empresario que había invitado a Correa a la fiesta de 18 años de su hija.
El empresario, Edison Brittes Júnior, su esposa Cristiane y su hija Allana fueron detenidos y permanecerán en prisión mientras sigue la investigación. Brittes decidió hablar y confesó el crimen, asegurando que mató al futbolista porque estaba "tratando de violar" a su esposa. Brittes primero publicó un video en el que dio su versión de los hechos y luego fue entrevistado por Rede Globo. "Cuando abrí la puerta (de su habitación), estaba encima de mi esposa mientras ella pedía auxilio. Lo que hice fue lo que haría cualquier hombre, porque la mujer que estaba allí no era mi esposa. Eran todas las mujeres de Brasil. En ese momento era mi esposa, Cris, con la que llevo casado 20 años. La mujer a que siempre me amó y respetó", señaló Brittes.
Según medios locales, el drama ocurrió el viernes 26 de octubre en un boliche de Curitiba. Allí, Allana, la hija del empresario, estaba celebrando su cumpleaños de 18 y Correa había sido invitado a la fiesta. La madrugada del sábado 27, el festejo continuó en la casa de la familia. Según la policía, el futbolista "habría sido sorprendido en la cama" con la mujer de Brittes. El futbolista fue golpeado, torturado y luego trasladado dentro del baúl de un auto hacia una vivienda cercana, donde fue asesinado. Su cuerpo fue encontrado ese mismo día en un bosque cerca de una ruta rural. Hay dos fotos que Correa envió a un grupo de amigos por Whatsapp aquella noche.El jugador contó que estaba en la fiesta de la chica y luego envió un mensaje en el que afirmó que se iba a "comer a la madre" de la cumpleañera, y que el padre de Allana también estaba en el lugar.
En su confesión, Brittes señaló lo que ocurrió al ver la escena: "Lo quité de encima de mi esposa, lo arrojé al suelo y evité que fuese violada por ese monstruo". Esta narración no coinciden con la información que brindó la policía: "Con certeza fue torturado, recibió una paliza dentro de la casa y después tuvo el cuello cortado y los órganos genitales extirpados". Brittes contó: "Escuché gritos, de socorro, cuando llegué al cuarto quise abrir la puerta, estaba cerrada. Derrumbé la puerta de mi cuarto y cuando abro, él estaba encima de mi esposa y ella gritando y pidiendo socorro. En ese momento perdí el control". "¿Vos mataste a Daniel Correa?", indagó la periodista de Globo. "Sí", respondió Brittes. "¿Cómo? ¿Con qué arma?", repreguntó. "Con un cuchillo", cerró el empresario.
Las funerarias alemanas llevan años notando que los ciudadanos también quieren ser respetuosos con el medio ambiente en su último adiós, señaló a dpa Michael Biesemann, un empresario con sede en la ciudad de Wesel.
"Ya no se meten los zapatos en el ataúd", explica. "En el cielo no se necesitan" y en cambio son dañinos para el suelo, porque décadas después siguen sin descomponerse, aclara Biesemann.
Los clientes les preguntan además de forma creciente por féretros sin lacados contaminantes para el medio ambiente. "Un tercio de nuestros féretros son bio", señala, y añade que están hechos de madera cubierta de aceite y cola natural.
Están de moda asimismo las urnas de almidón de patatas, mortajas de telas naturales y ataúdes sin lacas dañinas. "La muerte es más ecológica", señala también el jefe de la Asociación Federal de Servicios para Funerarias, Jürgen Stahl. "Ya prácticamente solo vendo urnas bio", subraya. Su asociación representa a unas 60 empresas en todo el país que comparten servicios, desde productos como féretros y mortajas a tecnología funeraria para cementerios.
Según cifras de la asociación, en Alemania hay al año unos 930.000 fallecimientos. Dos tercios de los muertos son incinerados y menos de un tercio, enterrados. Cada vez hay más casos en los que los deudos eligen formas alternativas, como funerales en el mar, esparcir las cenizas o entierros en los bosques, otra modalidad popular en Alemania, señala Stahl.
Hay un aspecto, sin embargo, en el que los enterradores no pueden hacer gran cosa, reconocen, y es que los cadáveres humanos son de todo menos ecológicos. Contienen, por ejemplo, restos importantes de medicamentos y prótesis dentales o de órganos. Al ser sepultados, llegan así al suelo sustancias que son malas para la naturaleza, y en el caso de las incineraciones para el aire, aun cuando se usen filtros y controles.