Autoridades de Uruguay admiten que es posible que delincuentes extranjeros se refugien en su territorio si bien se carece de información de inteligencia que así lo indique, luego de la reciente captura de capos de la mafia italiana y del narcotráfico mexicano, el motivo por el que el Parlamento debate una ley que aumente los controles para evitar o detectar el lavado de activos.
La jueza especializada en crimen organizado María Helena Mainard, que procesó al capo de la 'Ndrangheta calabresa Rocco Morabito, detenido en Montevideo el 1 de septiembre pasado, dijo a Télam que "puede que sí", que haya otros jefes mafiosos en Uruguay y que llegan por la seguridad que el país ofrece a sus familias.
Su caso y el del narcotraficante mexicano Gerardo González Valencia -capturado en abril de 2016- encendieron las alarmas y dejaron en evidencia las fallas en la prevención del lavado de activos y la permeabilidad de los puestos de frontera ante el ingreso de fugitivos y el tráfico de drogas.
Ambos vivían en Punta del Este pero tenían algo más en común: sus fortunas habían sido generadas a base del tráfico internacional de drogas. Uno, desde el sur de Italia hacia Europa y el mundo; el otro, desde México al viejo continente y Asia.
Compartían el curioso orgullo de haber liderado bandas de delincuentes que utilizaban una violencia feroz, y haber sorteado controles a lo largo y ancho del mundo. Dormían tranquilos en Uruguay.
Morabito fue el histórico jefe mafioso de la `Ndrangheta, la mafia calabresa que controla el 40 por ciento de los envíos de cocaína a escala mundial, según publicó la cadena británica BBC con base en datos del italiano Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (Eurispes).
González Valencia es hermano de Abigael González Valencia, capo del cartel Los Cuinis, una organización más poderosa y rica que la creada por Joaquín "El Chapo" Guzmán, de acuerdo con información de la Administración para el control de Drogas de Estados Unidos (DEA). Lavaba dinero a orillas del río de la Plata a través de tres sociedades anónimas.
¿Puede haber otros capos como ellos en Uruguay y que nadie lo sepa? "Puede que si", respondió Mainard, quien procesó a Morabito por tres casos de falsificación de documentos de identidad y falsedad ideológica.
Aparentemente, en los 15 años que vivió en Uruguay el italiano no se vinculó a los grupos locales que comercializan estupefacientes.
Mainard cree que si hay otros jefes de bandas delictivas internacionales en Uruguay es por la paradoja de que el país ofrece un nivel de seguridad que otro no dan: "Es un lugar tranquilo y se vienen con su familia: se instalan con otro apellido y otro nombre, y tienen una seguridad que en otro lado no tienen", subrayó la jueza.
Unas 160 personas fueron procesadas en Uruguay en 2016 por delitos de crimen organizado; entre ellas hubo 90 vinculadas a la venta de estupefacientes, 13 al tráfico de personas, cuatro al tráfico internacional de armas y una al lavado de activos, según el Departamento de Estadísticas del Poder Judicial.
Actualmente hay 24 extranjeros cumpliendo arresto administrativo que esperan ser extraditados a otros países en la Cárcel Central de Montevideo, todos los cuales estaban requeridos por la Interpol y proceden de España, Andorra, Argentina y Brasil. Semanas atrás se realizó una extradición a Marruecos.
"No tenemos sospechas de que haya otros capos operando en Uruguay, pero tampoco teníamos sospechas de Morabito ni de González Valencia; hay 100 mil personas requeridas a nivel mundial por la Interpol, y capaz que alguno o varios de esos 100 mil están en Uruguay", dijo el director general de Crimen Organizado e Interpol, Julio Sena.
Interpol Uruguay selecciona de esos 100 mil a los que están requeridos por Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú, e ingresa sus datos en el Sistema de Gestión de Seguridad Pública, red informática en la que son registrados todos los movimientos migratorios y los trámites de documentos de identidad, de modo que si el prófugo intenta hacer cualquier gestión la información pueda ser cruzada y sea descubierto.
Allí integran también los datos de los requeridos por países que no están en la región pero que creen que pueden estar en Uruguay, tal como sucedió con Morabito.
Según el portal de noticias Ecos, Italia advirtió en marzo que podía estar en Uruguay y envió sus huellas dactilares, las cuales coincidían con las de un ciudadano de nombre Francisco Capeletto.
Fallas en las fronteras
Sin embargo, Sena admite que Uruguay tiene fallas de seguridad en los puestos de frontera, que pueden facilitar el ingreso de delincuentes y el tráfico de drogas o personas. En el límite con Brasil hay 300 kilómetros de campo en los que no hay controles. En lo que respecta al equipaje, la única aduana que cuenta con un escáner de valijas es la del Aeropuerto de Carrasco. En todos los otros puntos de frontera que unen al país con Brasil y la Argentina, así como en los barcos que salen por Montevideo y Colonia, los equipajes son controlados aleatoriamente por funcionarios administrativos y una gran cantidad de valijas no recibe control alguno.
Años atrás, autoridades del Ministerio del Interior uruguayo advirtieron que el aumento de los controles sobre el narcotráfico en Estados Unidos podía hacer que las redes cambiaran sus rutas y eligieran países del sur de América latina. Sena cree que esto sucedió y afectó a Uruguay. "Los grupos criminales tienen tareas de inteligencia para poder discriminar cuáles son los lugares de mayor control y buscar los lugares más permeables; nuestro puerto es elegido por las redes de tráfico porque de acá salen barcos y contenedores a todo el mundo", reconoció Sena aunque aclaró que no tiene información sobre que haya capomafias internacionales infiltrados en bandas locales.
Rocco morabito. El capo de la mafia calabresa cayó en Montevideo.