La necesidad de buscar soluciones sostenibles en materia energética nos lleva a analizar las posibles fuentes de energía aprovechables que existen en nuestro planeta. Algunas de ellas a primera vista resultan extremadamente complejas, pero con el avance de los estudios científicos y el desarrollo de nuevas tecnologías surgen nuevas posibilidades que terminan dando soluciones a problemas cotidianos y tienen el potencial de tener un gran impacto en las huellas de carbono, tanto de individuos como de pequeñas y medianas empresas.
Cuando escuchamos la palabra geotermia o energía geotérmica, lo primero con lo que lo relacionamos es con un volcán. Pensamos en aguas termales, o directamente en Islandia y en esas aperturas de origen volcánico que podemos encontrar en su superficie, de la cual brotan vapor y agua caliente de forma intermitente y turbulenta, que llamamos géiseres. Es una asociación completamente correcta, dado que estamos hablando del aprovechamiento del calor del interior de la tierra para obtener energía eléctrica o vapor, lo que se lo denomina energía geotérmica de alta/muy alta temperatura. Sin embargo, solamente podemos encontrarla en determinadas áreas del planeta y, con pocas excepciones, tienen altos costos de inversión.
La pregunta que podemos hacernos, entonces, es: ¿qué sucede en las áreas del planeta sin anomalías de temperatura en el subsuelo? ¿Existe alguna clase de geotermia que pueda implementarse en instalaciones de menor escala, en mayor cantidad de lugares del planeta y que tenga un impacto positivo en el medio ambiente? A finales del siglo XVII el famoso físico y químico francés Antoine Lavoisier midió con un termómetro de mercurio la temperatura de profundas bóvedas debajo del Observatorio de París, y probó que a 17 metros debajo del nivel de la calle la temperatura era constante a lo largo del año.
Actualmente, se conoce este fenómeno en mayor profundidad y se puede decir que es una constante en todo el mundo que, dependiendo de la latitud y características particulares de cada terreno, la temperatura del subsuelo a una profundidad mayor de 10 a 20 metros es de 10 a 21°C, y se lo denomina geotermia de baja temperatura. Si bien la diferencia de temperatura disponible no es suficiente para obtener energía eléctrica, con la utilización de una bomba de calor se puede ayudar a reducir el consumo eléctrico de una vivienda, edificio o pequeña o incluso mediana industria.
Esto se debe a que, en invierno, la vivienda está más fría que la temperatura de la tierra. Con un sistema de tuberías, se hace circular agua hacia el subsuelo para que se caliente a la temperatura de este reservorio antes de retornar a la bomba de calor. Allí, existe un intercambio de calor entre el agua y un vapor compresible, que será el que transmitirá el calor a la vivienda. En verano el proceso se invierte, trasladando el calor al terreno y enfriando la vivienda.
Si bien estos sistemas utilizan energía eléctrica, resultan más eficientes que las calderas a gasoil, por ejemplo. Según el Departamento de Comunicaciones, Energía y Recursos Naturales de Irlanda, por cada unidad de combustible utilizado en una caldera tradicional, sólo alrededor del 85% del mismo es convertido en calor utilizable para calefacción. Por el contrario, afirman que las bombas de calor geotérmicas producen más energía en forma de calor que la eléctrica que consumen: generalmente, por cada unidad de energía utilizada, se producirá un mínimo de 3,5 unidades de energía térmica. Además, aseguran que se reducen las emisiones de CO2 al menos en un 40%. Combinándolos con, por ejemplo, paneles solares o molinos de viento, podría tratarse de una instalación 100% verde.
Para lograr el intercambio de calor entre el subsuelo y la tubería con agua, pueden aplicarse diferentes tipos de tecnologías. En los sistemas horizontales, se requiere poca profundidad pero mucho espacio: en una excavación de 1,5 a 2 metros, se colocan tubos de intercambio de hasta 120 metros de longitud. Los sistemas verticales son implementados cuando no se dispone de ese espacio, pero aumenta su costo al ser necesaria una perforación de 25 a 100 metros de profundidad.
También existen sistemas de circuito abierto, que utilizan directamente agua subterránea disponible en acuíferos para el intercambio, utilizando perforaciones separadas para extraer y devolver el agua al subsuelo.
Actualmente, en la Argentina son pocas las empresas que ofrecen este tipo de instalaciones, pero las posibilidades que presenta son considerables. En Europa y en Estados Unidos muchas pequeñas industrias y domicilios particulares ya los implementan, y las ventas aumentan año a año.
Representan una atractiva oportunidad para disminuir costos, especialmente en hogares sin acceso a gas natural, pero también para aquellos usuarios que busquen disminuir sus consumos en un contexto internacional de aumento del precio del gas y de la electricidad.
La mayor y creciente conciencia ambiental también es determinante en la toma de decisiones: se reemplazan combustibles fósiles por renovables, lo que también es atractivo para el Estado, por ejemplo, al momento de definir objetivos de sustentabilidad a corto, mediano y largo plazo para la COP27.
La existencia de créditos para implementar tecnologías renovables es fundamental: el Protocolo de Finanzas Sostenibles que implementaron los bancos y entidades financieras del país, impulsados por la Fundación Vida Silvestre, puede contribuir a los esfuerzos que el Estado pueda llevar a cabo para estimular el desarrollo de este tipo de tecnologías. Alemania, por ejemplo, obliga a los propietarios de nuevas construcciones e impulsa a los de antiguas (por medio del Programa de Incentivos al Mercado o MAP) a que parte del calor de las edificaciones provenga de fuentes sustentables, sean tanto colectores solares, bombas de calor geotérmicas, sistemas de cogeneración, mejora del aislamiento, etcétera. Esto lo hace en el marco de su Energiewende o Transición Energética, una política de estado completamente global y abarcativa, que tiene en parte su raíz en los movimientos antinucleares de los años 1970, con amplia aceptación social y que tiene como objetivo final la abolición del carbón, los combustibles fósiles, las centrales nucleares y otras fuentes de energía no renovables. Sus leyes y programas son muy ambiciosos y difíciles de cumplir en los plazos establecidos, pues requieren de múltiples enfoques en paralelo. Aún está lejos de lograrse, pero el cambio comenzó, es considerable y representa un ejemplo a seguir para el resto de los países del mundo que buscan definir sus políticas para combatir la crisis climática.