—¿Cuál es el concepto de ciudad que se debe perseguir?
—¿Cuál es el concepto de ciudad que se debe perseguir?
—La ciudad latinoamericana debe ser compacta porque así es más viable y rentable. Permite que se actualicen los sistemas de transporte masivo, permite ahorrar en infraestructura y optimizar los usos de los espacios públicos.
—¿Adónde tienen que apuntar ciudades como Rosario?
—Lo más urgente es frenar el crecimiento. Ponerle una cota real al casco urbano. Donde se pueda verificar lo que es campo y lo que es urbano. Lo rural no se puede tocar. Si no se producen unas manchas de aceite que no se sabe hasta dónde se van a derramar y que la vuelven inviable por una cuestión de control. Cuando más grande es más difícil suplir los servicios básicos que debe tener una ciudad.
—¿Cuál sería el paso siguiente?
—Comprender qué población le cabe bajo sus condiciones de coexistencia. Para mí las ciudades latinoamericanas no deben tener más de cuatro millones de habitantes. Y deben prever la ciudad que se viene con anticipación para desarrollar las ciudades satélites.
—¿Qué perfil le notás a Rosario?
—Ciudades como Rosario son muy competitivas comercialmente, muy tentadoras para el flujo de dinero que se va de las grandes capitales como Buenos Aires o Bogotá.
—¿Establecer límites representa una medida políticamente correcta?
—Es difícil establecer qué es lo correcto. El hecho de poner límites también perjudicaría directamente a muchos propietarios de tierras. Pero el crecimiento de la ciudad tiene que ver con decisiones totalizadoras. Deben tender a controlar la calidad de vida de los ciudadanos. El problema en Latinoamérica es que en cada gestión política, las cotas se cambian y no hay reglas claras que perduren en el tiempo.
—¿Debe haber compensaciones?
—Claro, si un propietario de un terreno es castigado por una ley de preservación, debe ser compensado con otro sistema. Debe haber políticas sanas de compensación.
—¿Comprobaste experiencias positivas?
—En Colombia la expropiación se toma muy en serio y el gobierno lo hace mucho. Si hay un bien de interés cultural o social se realiza un evalúo y se expropia. Hay mucha gente que se opone pero las ciudades necesitan ese tipo de acciones concretas.
—¿Cómo se hace para que los políticos esquiven soluciones demagógicas?
—España da muestras claras. Se anima a desplazar los barrios descompuestos con baja densidad y altura porque saben que la ciudad no los aguanta en ese lugar y pasan a viviendas de tres o cuatro pisos. Para que no exista el desarraigo lo que hacen es desplazar temporalmente a las familias, se readecuan las viviendas y se les asigna una nueva casa con mayor calidad habitacional y urbana. Así la gente recibe una mejora individual pero colectiva.
—¿Se puede plasmar eso acá?
—En Latinoamérica se sacan las villas a la fuerza. No se brindan soluciones o se las ubica en sitios donde es inviable vivir. Sacamos al pobre al lugar más lejos cuando es la persona que menor capacidad de desplazamiento tiene. Lo mismo pasa con los vendedores ambulantes que es un fenómeno muy latinoamericano. No sirve desplazarlos a una zona donde no hay comercios. En Quito solucionaron ese tema con bazares en las zonas donde estaban asentados. Así los sacaron de la calle y los ubicaron ante su gente en un sitio con condiciones más dignas.
La responsabilidad del Estado
—¿Qué hay que hacer para que el sector privado repare en los intereses públicos?
—Es difícil. Lo que está pasando es que le entrega al promotor privado el tema de la vivienda social o pública. Así se llega a productos macabros, con una calidad paupérrima, que es prácticamente una estafa. No se le puede entregar un problema social a un negociador. Son arreglos entre políticos y personajes de poder. Entonces se esquivan a los arquitectos y se deja de lado cualquier intención de calidad. Se hace todo al revés.
—¿Cómo tendría que ser?
—El Estado debe llamar a los mejores arquitectos, ponerlos a trabajar con las universidades y plantearle el desafío de construir viviendas sociales. Pero debe realizarse en un buen sitio y con buena calidad. El Estado debe invertir y subsidiar, no queda otra. No puede recaer esa responsabilidad en un privado.
—En este contexto latinoamericano, ¿se puede soñar con una ciudad mejor?
—No dudo que se puede revertir todo este proceso. Pero queda claro que esa tarea es más difícil en algunas ciudades. He visto los peores sitios de algunas ciudades que han salido adelante de la nada con proyectos de arquitectura que guardan esta visión que algunos pueden tildar de excesivamente optimista, ingenua o soñadora. Pero estoy seguro de que se puede mejorar. Es falso que no hay dinero, lo que pasa que se vuelca para otro lado.
El hecho se produjo este viernes cuando tres individuos intentaron eludir un control policial. Circulaban en un vehículo con pedido de captura y llevaban un arma
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