- ¿Qué recuerda de esos primeros tiempos?
- La terapia intensiva estaba naciendo. Se hablaba incluso de medio interno, porque éramos los que atendíamos al organismo en su interior. Estudiábamos las infecciones, las insuficiencias respiratorias. El distrés respiratorio, por ejemplo, que era lo vemos mucho en pacientes con covid, recién empezaba a conocerse. De hecho fue descripto en Estados Unidos en 1970. Debo admitir que me interesaba lo novedoso.
- La especialidad fue creciendo mucho, imagino los cambios que presenció.
- Cuando inicié mis tareas en el Parque la Unidad de Terapia Intensiva tenía 3 camas. Después pasamos a 9, luego a 15 y así sucesivamente, hasta este momento en el que tenemos 41 camas. Cada vez le dedico más tiempo al trabajo. Y respecto a los avances tecnológicos, es muy distinto lo que vemos hoy. Cuando arranqué, en el sanatorio había un solo respirador, de fabricación argentina, muy pequeño y con un servicio limitado. Eso nos permitía salvar a algunos pacientes. Ahora, y a causa de la pandemia, tenemos más de 30, es algo impensado. Tener 33 personas en respiradores, al mismo tiempo, no creí que iba a verlo... Una experiencia terrible.
Lovesio se detiene en el momento actual. No puede ni quiere evitar hablar de las vivencias de estos meses. Los terapistas han sido de los más expuestos, los del contacto directo y estrecho con pacientes graves afectados por el virus. Tuvieron que aprender muchas cosas en tiempo récord, abordar cuadros complicados producto de una enfermedad desconocida y observar evoluciones inesperadas, muchas veces con malos resultados más allá de todos los esfuerzos. El 2020 dejará marcas imborrables en cada uno de estos profesionales.
-¿Qué pensaba en los primeros momentos de la pandemia y cómo ve la situación ahora, 9 meses después de asistir al primer paciente con covid?
- Cuando el virus aparece en el norte de Italia, donde se encuentran centros médicos con prestigiosos especialistas que suelen publicar muchísimo, y ellos admiten que estaban sorprendidos y que el covid los pasaba por encima, me preocupé mucho. Tuvimos que generar cambios dentro de la institución, tomar medidas, y sobre todo enfrentar una enfermedad de la que aún no se sabe demasiado. Antes de la pandemia en mi servicio la mortalidad rondaba el 13%, ahora es del 40% (porque recibimos a un número elevado de pacientes con covid que están graves). Lo que también es cierto es que muchos logran salir. En general hay una idea trágica de la terapia intensiva. Se cree que el que ingresa allí no sale y es una mirada errónea: el que tiene posibilidades de vivir va a terapia. En terapia intensiva buscamos la recuperación del paciente, que si no tuviera ninguna chance no estaría en terapia. Fuera de este momento de pandemia, más del 85% se salva.
- De todas maneras imagino que quien es ingresado en UTI, y es consciente de esa situación, tiene muchos temores...
- No es fácil, claro que no. Estar en una situación crítica de salud no es habitual para una persona. Pero insisto con que la posibilidad de sobrevida es muy alta. Tenemos los recursos para que la persona pueda salir con vida. El paciente y la familia deben confiar. Aunque haya veces en las que las cosas no salen como esperamos, aún cuando se pone todo.
- En estos meses los terapistas y todo el equipo de cuidados críticos asistieron a la pérdida de colegas, de compañeros de trabajo de muchos años...
- Eso es tremendo. No se puede desligar lo afectivo. Tener varios colegas internados, en respirador, no es algo para lo que estábamos preparados emocionalmente. El rol del médico en la actualidad y hace 50 años fue pasando por distintos momentos. Los avances tecnológicos, la globalización, el modo de acceder y procesar la información, el diagnóstico por imágenes, modificaron a la medicina. El aprendizaje continuo es indispensable para ejercer la tarea con precisión y habilidad.
- ¿Cuáles son para Ud. las transformaciones más notables en su especialidad?
- Lo que fuimos aprendiendo en el curso de estos 50 años es impresionante. La medicina cambió completamente. Lo que estudiábamos en otros tiempos no tiene nada que ver con lo actual. Y si bien la medicina está basada en el interrogatorio y el examen físico, que son irremplazables, hoy tenemos mucho instrumental que nos apoya: la radiología, la tomografía, la ecografía, la resonancia, los funcionales respiratorios, toda una parafernalia que nos permite llegar más rápido y con más precisión al diagnóstico. También contamos con armas terapéuticas más eficaces. Actualmente, como mencioné, tenemos más de 30 respiradores con múltiples formas operativas, técnicas de circulación extracorpórea, que nos permiten hacer medicina de alta calidad.
- Muchas veces en terapia intensiva el paciente no está ni siquiera consciente y allí la familia cumple un rol central en la relación con el médico, ¿cómo ha manejado ese vínculo a lo largo de su carrera?
- Durante mucho tiempo era uno el que brindaba el parte. Es algo que a mí me gustaba. Digo me gustaba porque en este momento no estoy pudiendo hacerlo porque debo estar en otras tareas. Tenemos un equipo importante de médicos, psicólogos, psiquiatras, técnicos que hacen esa labor que es fundamental. Hay que pensar que uno recibe en terapia a un paciente del que muchas veces no sabe nada de su vida, de su historia. Es en el encuentro con la familia que uno conoce qué situación estaba atravesando en lo personal, qué problemas tenía, qué le gusta, a qué se dedica. Uno construye una relación cercana que en este momento por los protocolos de covid no se está dando porque los partes son telefónicos. Ahora, si el paciente está grave, permitimos a un familiar que ingrese una vez por día.
- Más allá de que cada experiencia es personalísima, ¿qué suelen manifestar las personas estuvieron internadas en terapia intensiva?
- Una vez resuelto lo orgánico en general hay un período de recuperación, y pasado un tiempo el enfermo recuperado en general se olvida. A lo largo de estos años no he visto que quede un malestar significativo de esa vivencia. Diría que con los enfermos que a uno lo ven en la calle o en el sanatorio, están muy agradecidos por lo que han recibido durante su atención. En el momento, es una experiencia crítica, sin dudas, pero cuando se van alejando en el tiempo no es algo en lo que estén pensando cada día, al menos la mayoría. También he observado que cuando alguien sale de terapia dice: ahora voy a vivir de esta manera, voy a cambiar esto y lo otro, voy a disfrutar más de cada momento, pero después vuelven a la normalidad y hasta eso se olvida, y no pasa nada (sonríe).
- Suele estar muchas horas en el sanatorio, incluso después de 50 años.
- Yo siempre llego a las 6 y me voy a las 18. Es muy difícil suspender la actividad aunque sea un día. Obviamente me tomo mis vacaciones y cuando puedo viajo. Pero habitualmente necesito esas 12 horas para hacer los seguimientos. En este momento estoy encargado además de la residencia en terapia y en clínica, con 40 residentes a mi cargo. Ya hay en el sanatorio 20 médicos en funciones, en diversas especialidades, que han sido residentes míos y va a haber muchos más de "formación Lovesio".
- Le agrada la docencia...
- Mi actividad formadora me ha entusiasmado mucho.
- ¿Y ha visto muchos cambios en este aspecto también?
- Muchos. Por ejemplo, cuando comencé había una sola médica y el resto, todos varones. Ahora hay dos varones y 35 mujeres. En ese sentido el cambio es significativo y en mi modo de ver las cosas, muy bueno. Las mujeres tienen una gran capacidad de comprensión de los problemas humanos. Otro cambio es que la información médica ahora está disponible en el minuto que se produce. Cuando comencé, para tener material debíamos esperar las revistas, que el autor mandara el artículo. Hoy es cuestión de abrir internet y la información está a la mano, lo que tiene ventajas y desventajas. La ventaja es el acceso, la desventaja: que no hay tiempo para analizarla o tener una mirada crítica.
- ¿Qué es lo que más le gusta de su especialidad?
- Hacer todos los días cosas distintas. La ventaja de la terapia intensiva y de la clínica es la variabilidad. Yo aprendo cada día con cada paciente.
- ¿Cómo se logra ser un buen médico?
- Siempre digo que aquel al que le va a ir bien es el que tiene inteligencia, una gran capacidad de trabajo y a quien alguien le da una oportunidad. Pero es un buen médico el que tiene una gran comprensión de lo humano. Yo lo veo fácilmente entre mis residentes. El que tiene todas esas capacidades y en cada actitud se muestra receptivo del otro, ese va a ser un buen médico.