No es sencillo descubrir a un músico sub 30 que sorprenda en las ya algo cansadas huestes rockeras. No se trata de inventar la pólvora, claro, se trata de esquivar el tedio y recuperar el entusiasmo, aunque sea por un puñado de canciones. En 2016, un tal Kyle Craft, entonces de 27 años, apareció en el horizonte con su primer disco, "Dolls Of Highland". Los críticos alabaron su mezcla de rock sureño, glam y folk eléctrico, con influencias de Bowie y Dylan (entre muchos otros). Inesperadamente, los elogios no eran puro humo. El disco arranca con el piano arremolinado de "Eye Of A Hurricane", un estribillo bien arriba y la voz chillona de Craft aullando sobre una chica salvaje. El tipo toca todos los instrumentos y canta alargando las vocales, te planta melodías con guitarras y armónicas que se te pegan, te hace sacudir la cabeza imitando tiempos que fueron más intensos y combina influencias como un artesano. Kyle Craft nació en Luisiana (corazón del sur norteamericano), pero ahora vive en Portland. Su sello, Sub Pop, es prestigioso (supo ser hogar de Nirvana), pero él toca en lugares pequeños de EEUU. Podría alinearse entre los "reivivalistas con talento" (con Jack White o Ryan Adams), aunque es poco probable que alcance la relativa fama de ellos. Es un ambiente reducido y no hay espacio para todos. Este año Craft volvió con su segundo álbum, el discutido "Full Circle Nightmare", más rockero y directo, y con cierta onda cercana al mencionado y querido Adams. No es la joyita de su debut, pero un par de temas alcanzan para sacudirse el aburrimiento que producen todas esas bandas de rock vacías y estilizadas.