Buenos Aires- Ni David Lebón y mucho menos su gente merecían un concierto de fin de año tan frío y sobre el final innecesariamente accidentado.
Buenos Aires- Ni David Lebón y mucho menos su gente merecían un concierto de fin de año tan frío y sobre el final innecesariamente accidentado.
Quizá por primera vez en su vida, el ex Serú Girán no sólo eludió el contacto directo con el público, de piel a piel, que siempre concede cuando baja al promediar sus shows yendo de fila en fila, de la primera hasta la última, sino que se fue casi corriendo del escenario sin saludar a nadie. Ni siquiera presentó a sus músicos y quedó debiendo dos temas que estaban incluidos en el repertorio oficial.
¿Qué cosa tan grave ocurrió para que el último recital del año de semejante monstruo del rock nacional terminara como nunca antes de esa desagradable manera?
Al finalizar la cálida balada “Poder”, track 17 de los 22 anunciados oficialmente, un contrariado Lebón y su banda se retiraron del escenario. Se aguardaba una rápida vuelta, pero el retorno registró una inesperada demora, ante la lógica impaciencia y ansiedad de la gente.
Al regresar, Lebón, ahora enojadísimo, sentenció con voz nerviosa y entrecortada que lo hacía porque se lo había pedido su hijo Víctor, a su vez baterista de la banda.
Se plantó en el borde del escenario y casi a los gritos dijo que tenía “más de 50 años de trabajo” y no le gustó nada que por primera vez lo hayan silbado. “Me convenció mi hijo, sólo por eso volví”, repitió.
En verdad, no se escucharon silbidos ni manifestaciones adversas a su performance. Y si los hubo, fueron imperceptibles y tal vez surgidos de las primeras filas. Por otro lado, no había tenido lugar ningún episodio que justificara la actitud denunciada por el famoso músico de 56 años.
Es cierto que no fue una actuación de las más inspiradas y que incluso tuvo unos pocos pero nítidos momentos de cierta abulia y tedio. Pero al hombre, casualmente afectado de mucho calor según dijo en el inicio, “le saltó la térmica”.
Por ahí es como dijo un muchacho al salir del Coliseo: “el chabón empezó mal, no tenía la onda de siempre, algo le pasaba, qué sé yo, por ahí el sonido, la poca gente que fue...”.
Lebón dio varias notas previas al show y en todas se mostró exultante, tanto, que le llegó a manifestar a Alfredo Rosso en el exitoso programa “La casa del rock naciente” de la Rock and Pop que estaba tan entusiasmado que “por ahí la gente se encuentra con pan dulce y champagne y otras sorpresas más”.
Una cosa es segura: a Lebón lo fastidió sobremanera, y tal vez no es para menos tratándose de un peso pesado como él, ver el Coliseo con enormes claros en las butacas (debe haber asistido la mitad de su capacidad de 1870 espectadores).
Ese malestar probablemente lo exteriorizó cuando después del octavo tema -el hímnico “Mundo agradable” de Serú- tuvo un cruce para nada cortés con un fan que osó pedirle “más rock and roll”.
“Si esto no es rock and roll estás en el lugar equivocado”, le contestó de mala manera. Sólo los más obsecuentes festejaron el exabrupto con un tibio aplauso.
Hasta entonces, habían pasado “Tiempo sin sueños”, “Despertándome sigo soñando”, “Buenos Aires blues”, “Creo que me suelto”, “Parado en el medio de la vida”, “No llores por mí reina” y “Sube 100”. Todo bien, pero 90 por ciento pop y balada.
La cosa se puso para arriba y con furiosas guitarras al frente en “Todos en el cuarto”, “32 macetas”, “Tu canción me hace daño” y un tema nuevo, “Soñalo como vos querés” que formará parte del próximo álbum solista de David, “Deja vu”.
El tramo final para nada hizo presagiar el escandalete de cierre, aunque cabe insistir que la presentación transcurría bastante fría, plana, y sin nada especial para destacar.
Lebón esta vez se fue por la puerta trasera adeudando “Copado por el diablo” y “Suéltate rock and roll”.
Pero inmenso al fin, justo es reconocer que en su último suspiro, “Seminare”, el tipo peló por fin su mejor voz, que vaya si la tiene, tanto de la complicada noche como en muchos años no se le observaba, al menos en ese ya mítico y fascinante tema. (DyN)
Por Mariano D'Arrigo
Por Martín Stoianovich