Pink Floyd sonaba en la sala para calmar una ansiedad que se hizo notar en los cientos de músicos de rock y de otros géneros de la escena rosarina, además de alumnos de las escuelas de música y público en general que sigue a Steve Vai desde siempre.
Por Pedro Robledo
Pink Floyd sonaba en la sala para calmar una ansiedad que se hizo notar en los cientos de músicos de rock y de otros géneros de la escena rosarina, además de alumnos de las escuelas de música y público en general que sigue a Steve Vai desde siempre.
En pantalla, la escena del duelo de guitarras que protagonizó en "Crossroads", la película de Walter Hill, acompañó el saludo musical. Entró en escena con un psicodélico vestuario, con anteojos disparando láseres y leds en el diapasón de su guitarra.
La lista de temas incluyó, en el orden en que se grabó, las catorce canciones del álbum "Passion and Warfare", su segundo disco de estudio, al cual está celebrando desde hace dos años. También visitó clásicos y sumó algunas rarezas y duetos imaginarios con Satriani, May, Petrucci y su maestro Zappa.
Crudo, áspero, con actitud desafiante y demostrando autoridad, arrancó con sonido de hard rock. "Bad horsie", tema que abre su disco "Alien love secrets", fue el primero de una larga lista con la cual sumó más de dos horas de show.
Acompañó con gestos todas las melodías y cambió guitarras permanentemente, acercándose al público. En "The crying machine", tocó en formato de rock clásico, incorporando la segunda guitarra que, sumada a la potente base rítmica, le dio más densidad al tema.
Mantuvo la estética de hard rock durante casi todo el show, jugando con el público y ofreciendo contrapuntos con la batería y el bajo que llenaron de delirio la sala. Los tramos en solitario lo mostraron explorando al máximo las posibilidades que le ofrece el instrumento.
Después de "Whispering a Prayer", un blues de exquisita factura, mientras un asistente corregía un defecto técnico, se dispuso a saludar. Aceptó el regalo de una bandera argentina, rechazó sorprendido una bufanda de un club local y presentó a la banda. Fue un extenso y simpático discurso ante un público que ya a esa altura consideraba al show como una master class.
Con Brian May en pantalla, arrancó la serie de canciones incluidas en "Passion and Warfare". Las tocó con solvencia, alternando dúos con Philip Bynoe (bajo), Jeremy Colson (batería) y Dave Weiner (guitarra).
Con Joe Satriani en pantalla para el dúo, aceleró el tempo y luego impuso una atmósfera más serena, volviendo a sorprender con el cambio de clima sonoro que impone "The Riddle".
Regresó a formas standards con una puesta multimedia e interactiva notablemente sincronizadas. Multiplicó volumen e intensidad para un segmento que incluyó "Ballerina" y "Fort he Love of God", sumando una secuencia de imágenes con un logrado relato antibélico.
Con un toque más sobrio, sin reducir contundencia ni virtuosismo, le dio uso al trémolo de la guitarra obteniendo sonidos tan inesperados como originales. Surfeó por todo el abanico de notas posibles, con alguna balada, pero siempre instalado en el vértigo del sonido metal. "One more?, ¿una más?", consultó y recibió un "Yes!!!" que hizo latir el teatro. Agitó al público, ya rendido a su talento, y bajó a recorrer la platea tocando y prestándose a fotos, firmas y muestras de admiración, en un cierre impactante y emotivo.
Zappa presente
En el tramo final del show ofrecido en Rosario, Vai dedicó un momento especial a su gran maestro y referente: Frank Zappa. Replicó el dúo con Zappa tocando "Stevie"s Spanking", mostrando en imagen una recordada performance cuando Vai deslumbraba junto a su maestro.