Entrar a un teatro y ver caminando por el pasillo principal a una exuberante mujer semidesnuda y toda tatuada no es cosa de todos los días. Y mucho menos mirar cómo un stripper abraza a una espectadora en la butaca de la fila 9 mientras su novio le saca fotos y después se deja dar un pico por este joven, que es Tito Díaz, uno de los personajes de “Sex”, la obra de José María Muscari que en cuatro funciones del fin de semana pasado convocó unos 3.000 espectadores y regresa al Astengo el 15 y 16 de julio.
Doce protagonistas encabezados por el rosarino Christian Sancho y Ginette Reynal, con las figuras estelares de Valeria Archimó y Celeste Muriega, más el otro crédito local Mario Guerci, Nacho Sureda, Maxi Diorio, Sole Bayona, Sebastián Francini, Ana Devin, el citado Tito Díaz y Martina Lapcak coparon el Astengo de erotismo, en una propuesta pensada con el propósito de “viví tu experiencia”, como reza el subtítulo de la obra.
La idea es que la gente se libere de prejuicios. Y eso se leía en las pantallas gigantes, pero no hacía falta insistir demasiado. Un gran sector del público, especialmente las mujeres, se mostraron totalmente abiertas a vivir la experiencia de “Sex”. Se notaba en los gritos a Sancho, y también en la manera de exponerse al juego de seducción, que incluyó tocar el pecho, los muslos, la cola y también lo que había debajo del boxer (en el caso de Diorio) y por encima del boxer (en el caso de Sancho), sin que nadie se espantara, todo lo contrario.
Los varones fueron meros espectadores, ya que en ningún momento de la obra hubo un momento de cercanía extrema de las figuras femeninas hacia los hombres, ni tampoco hacia las mujeres del público. A los hombres se los podía tocar, a las mujeres no, quizá fue un gesto de Muscari como un rechazo a tanta cosificación de la mujer en los escenarios, sobre todo en aquellos años 80 con los teatros de revista con Porcel y Olmedo a la cabeza.
“Sex” evitó poner gordos y gordas en el escenario, algo que no fue muy coherente con una propuesta que invitaba al disfrute, a la deconstrucción y a liberarse de prejuicios; aunque es cierto que poner en escena a alguien excedido de peso podría haberse entendido como un gesto de corrección política. Como sea, es criticable que se apelara solo a los "lomazos". Lo que se vio eran cuerpos moldeados en la belleza hegemónica. Lo mostró Ana Devin, la única que se animó a un desnudo total y hasta Celeste Muriega, que exhibió su torso desnudo ante la ovación del público. Algunos hombres del elenco también mostraron sus zonas íntimas, aquí sí hubo igualdad total en lo referente a la exposición.
Pero “Sex” es todo eso y mucho más. Es una obra con una dinámica atractiva, con un buen ritmo y una banda sonora excelente, coreografía y vestuario impecable y una invitación a romper con ciertas convenciones sexuales. Por arriba y abajo del escenario pasaban cosas todo el tiempo y el público estaba atrapado en ese ida y vuelta.
Aunque por momentos los protagonistas de la puesta parecían maestros de escuela dando una clase de sexo, hay que celebrar que una obra rompa con pruritos y esquemas de lo que se puede ver y lo que no.
Con las críticas del caso, vale la pena jugar el juego de “Sex”.