"La esperanza es el sueño del hombre despierto". La cita aristotélica le da base
conceptual al último disco de Ismael Serrano, "Sueños de un hombre despierto", que el músico
español presentará mañana y el martes a las 21.30 en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza). Pero
está lejos de ser una frase efectista. Es el pensamiento de un autor que toma, firmemente, a "la
esperanza, como certeza de que ese futuro mejor es accesible y que está al alcance de la mano".
—¿Es difícil tomar textos aristotélicos y de personajes de la mitología
griega y convertirlos en canciones populares?
—En verdad no responde a un propósito deliberado a priori, me encontré con
ellos cuando terminé el disco, cuando comprobé que había ideas recurrentes en las canciones. El
disco es algo conceptual, que responde a un estado de ánimo, un estado artístico que te lleva a
identificarte con ciertos textos. Cuando digo que "la excusa más cobarde es culpar al destino",
llamo a asumir la responsabilidad a la hora de transformar la realidad. Ningún fracaso es
predeterminado y es responsabilidad nuestra cambiar las cosas.
—El sueño aparece como algo cercano a la utopía, pero siempre transmitís
que hay sueños que pueden cristalizarse en la realidad.
—Exacto, yo trato de hacer hincapié en eso. Hablo de sueños que son motor
de vida, no hablo de la esperanza como una especie de utopía que uno espera resignado. Tomo a la
esperanza como certeza de que ese futuro mejor es accesible y que está al alcance de nuestra mano.
Hablo de sueños reales, que nos impulsan a seguir adelante, aunque a veces las utopías son útiles
en cuanto nos mantienen en movimiento.
—¿Qué es más inalcanzable en este contexto, un sueño sobre un cambio
social o el sueño de un amor imposible?
—(Sonríe) Me gustaría pensar que amores imposibles son términos
contradictorios, y que es un lugar donde cabe la esperanza como certeza. No creo que sea imposible
ninguna de las dos cosas, creo que pasa por nuestra voluntad de querer cambiar las cosas y de
asumir el reto que supone convertir un amor imposible en un posible amor.
—Pertenecés a una camada de cantautores españoles que dejaron huellas en
la canción popular, como son los casos de Serrat, Sabina o Aute, entre otros, ¿te pesa salir al
exterior con la obligación de continuar esa línea de trabajo?
—No, hombre. No deja de ser un peso por un lado, porque hago una búsqueda
con una voz que te identifique y te distinga, pero tampoco es algo que a uno le preocupe tanto. Yo
no soy rupturista respecto a la tradición, reconozco las deudas que tengo, he crecido escuchando
esa música y esos músicos son responsables de que a mí me diera por cantar y a componer. Sería
disparatado renunciar a esa deuda, ya que respeto esa forma de hacer música y la honestidad de sus
propuestas.
—¿Te choca el monopolio musical del marketing cultural estadounidense?
—Bueno, me entristece sobre todo para los nuevos valores que tratan de
encontrar una plataforma de difusión para su música. Yo la tuve jodida cuando arrancaba. Hoy por
hoy el que empieza con una propuesta diferente la tiene difícil porque hay un monopolio de ese tipo
de música de consumo inmediato, de usar y tirar. Y se pierde esa mirada para esos nuevos valores
que no construyen su carrera con un hit radiofónico. Afortunadamente, el gusto de la gente es
bastante más plural de lo que uno supone, y en sus corazones siempre hay espacio para propuestas
culturales que requieren más reflexión.
—¿Te queda algún sueño a realizar en lo artístico?
—Pues muchos, por suerte. Y uno de ellos, quizá, es tener continuidad, que
es la parte más difícil. Tratar de crecer, tranquilamente, con dignidad, seguir editando discos con
nuevas canciones, que te permitan continuar en este viaje. Tener continuidad, en este contexto, es
un sueño para mí.