Santiago Aysine está lejos de ser tibio. El cantante y compositor de Salta la Banca, una de las bandas más ascendentes de esta década, va a fondo. A todo o nada. Después de ser uno de los sobrevivientes de la tragedia de Cromañón afirma que es “otro tipo”. Sus canciones tienen furia, pero no resentimiento, proponen amor, pero muestran los dientes a los enemigos de siempre. Ese es el aire que respira “Eureka”, el disco que la banda presentará hoy, a las 21, en el teatro Vorterix (Salta 3519). “El rock and roll no puede ir de la mano con el poder”, le dijo Aysine a Escenario, y reclamó “un poco de conciencia crítica”. Con tanto vértigo como mensaje social, Salta la Banca juega su mejor apuesta: lograr que la canción, como reza “El jardín de las agonías”, sea “la clave de la construcción de unión y empatía”.
—”Eureka” propone que “triunfe el amor” en el primer tema y que “vuelva a brotar el amor” en el último. ¿El amor hace saltar la banca?
—En realidad, creo que es el camino. Es un medio para conseguir cosas buenísimas, creo que lo que prima es el resquemor entre pares, pienso que hoy tanto el amor como el odio forman parte del equilibrio, y es necesario tanto amar como odiar, aunque muchas veces el odio no está puesto en el mejor lugar. En vez de poner el odio en lugares que hasta pueden ser sanos, porque puede ser bueno para todos incluso, lo terminan poniendo sobre gente que...nada (se irrita)...hay mucha envidia, y la gente se moviliza por sentimientos muy de mierda. Lo que falta es un poco de conciencia crítica, para empezar a entender de qué se trata. La segregación es sistemática y hay que luchar contra eso. EL amor es una buena herramienta y me parece que la mejor manera de romper con ese odio estéril es con amor. El amor es el medio para que la gente aprenda a querer al otro y empiece a construir por los demás.
—Mas allá de este amor que pregonás, la bronca aparece claramente en las letras de tus canciones. ¿Quién es el destinatario de esa furia?
—Yo soy un socialista por sensibilidad, entonces lo que me pasa es que me revienta mucho que esa gente que tiene herramientas y medios para entender esta segregación sistemática de la que te hablo no haga nada. Esta rabia tiene que ver con una manifestación de deseo en relación a que estaría bueno de que algunos se empiecen a espabilar un poco, y empecemos a tirar para un mismo lado con cosas que verdaderamente hacen falta y no detenernos en frivolidades o trivialidades. En este país, la gente odia músicos, por ejemplo, es una locura. En un lugar donde se desarrolla la conciencia crítica y la conciencia de clase es increíble que la gente se ensañe con el otro por la envidia, por el recelo, por el miedo. Cuando en realidad me parece que lo importante es que entendamos que todo lo que se obtiene se puede compartir y lo ideal es ir contra lo nocivo para nosotros, esa segregación sistemática que forma parte de una herramienta que se utiliza para manejar el pensamiento es un artilugio del sistema, básicamente.
—¿Una canción puede ser “la clave para la construcción de unión y empatía” como decís en una tema de este nuevo disco o es sólo un sueño?
—En general, uno termina vertiendo sobre las canciones manifestaciones de deseos, pero creo que la mejor manera de desarrollar un cambio es mediante el amor, la unión y la empatía, y que se puede luchar sin tener que vivir como un mártir. Eso es en principio lo que termino teniendo ganas de plantear. Y cuando hablo del dolor en que está sumido el mundo, es porque creo que estos cambios y revoluciones van a sufrir un proceso súper tardío y nosotros vivimos y vamos a seguir viviendo muchas situaciones de mierda. Es importante luchar contra eso con amor y una sonrisa. El capitalismo pretende que vivamos sumidos en un dolor y una tristeza, que haga que terminemos inmóviles, paralizados y odiando al que tenemos al lado. Yo pretendo que los chicos que escuchan esto empiecen a preocuparse por lo que es verdaderamente importante, que se unan con el que está al lado, que no es un enemigo. Hay un gran discurso de (Charles) Chaplin en “El gran dictador”, sobre el final de la película, que resume esto y es brillante, y que indica que el ser humano no nace hijo de puta, sino que nos convierten en eso, el ser humano nació para ayudar al otro, y esto que somos es algo en lo que nos han convertido. Bueno, tenemos que descubrir quién nos convirtió en eso y luchar todos juntos para poder modificarlo.
—”Eureka” es un grito de descubrimiento. ¿Qué descubrió Salta la Banca y qué le falta descubrir?
—Creo que Salta La Banca terminó de encontrar su identidad. Es un lugar donde se siente cómodo, encontramos el audio que venimos buscando hace mucho tiempo y eso fue todo un hallazgo. Pero todo tiene que ver con la importancia que le hemos dado a estas canciones, para estar al servicio de cada una de ellas y que se produzca mucho más que tocar una canción, que se produzca un ensamble, una especie de energía que haga que todo suene en su lugar, en el momento en que tiene que sonar. Eso, desde el sonido, nos dio un nivel de satisfacción que veníamos buscando desde siempre.
—Más allá del audio, creo que Salta la Banca aportó algo desde lo ideológico. ¿Se sienten representantes de esta nueva generación del rock argentino? ¿Y de ser así qué es lo distintivo de la propuesta del grupo?
— Creo que en principio forma parte de una coyuntura política súper importante para la juventud y eso hace que dentro de esa coyuntura aparezcan grandes fenómenos comprometidos con la realidad política. La Caverna, por ejemplo, es una banda de La Plata que está explotando ahora, y dice muchas cosas, las letras las escribe Juano Falcone, nieto de Estela de Carlotto, que también es el percusionista de Don Osvaldo (la banda de Pato Fontanet). Pity (Fernández), con Las Pastillas del Abuelo, también es un chico que desde arriba del escenario dice muchas cosas, veo que el artista se preocupa por desarrollar la conciencia crítica de la gente, y eso me parece buenísimo. Yo no me considero un referente, considero que toda mi generación es referente. Yo he tenido la posibilidad de hacerlo mediante la música y eso me convierte naturalmente en un privilegiado, pero no quiero ser referente, tengo muchísimas más cosas para aprender que por enseñar. Lo que estoy haciendo es llevar un mensaje para un montón de jóvenes. En líneas generales, creo que se ha roto también con una comodidad que prevaleció durante estos últimos diez años, que es la que soportó el status quo, de bandas que se comprometieron con el poder y con el proyecto kirchnerista, y parecía que reinaba la obsecuencia, pero se está empezando a romper con eso. A mí me parece que en general el rock and roll no puede ir de la mano con el poder. La denuncia es permanente, es imposible que nosotros creamos que las cosas están verdaderamente bien, hay un montón de cosas que hay que plantear, y con eso hay que comprometerse, el rock no puede dejar de ser esa herramienta.
—¿Después de sobrevivir a Cromañón, hay un antes y un después en tu vida?
—Sí, en realidad, en todo sentido hay un antes y un después con eso, sobre todo tiene que ver con el momento en que se padece esta situación. Uno se plantea un montón de cuestiones existenciales, entonces al momento de poder evitar el peor de los sucesos, uno siente algo contradictorio. A mí me cambió la vida por completo, soy otro tipo, es un antes y un después de Cromañón. Yo era una persona y hoy soy otro.