Joaquín Sabina ofreció un concierto demoledor el sábado en el salón Metropolitano ante 6.500 personas que deliraron con las canciones y las palabras del trovador de la andaluza ciudad de Ubeda. A las 21.15 sonó el primer acorde tocado por la sólida banda liderada por Pancho Varona y Antonio García de Diego, los dos históricos laderos del compositor. Frente a un público incondicional, Sabina demostró que es uno de los máximos constructores de canciones de habla hispana.
La precisión de cada palabra enhebrada en sus letras es la exacta medida para transmitir el sentimiento del poeta y, ensamblada con la música, se convierte en un arma mortal que el artista dispara directo al corazón.
Con ese inconmovible argumento el andaluz detuvo su “Penúltimo tren” en lo que fuera el viejo taller de los ferrocarriles argentinos, hoy convertido en un continente apto para la música.