Pablo Jubany es uno de los músicos más reconocidos de la escena rockera rosarina. Con su voz grave, su histrionismo, su look glam y su talento para las melodías sensibles y épicas, se convirtió en un artista y un personaje único de nuestro paisaje urbano. Jubany tiene una larga trayectoria en vivo, dos discos editados —los excelentes “La espera” (2014) y “El futuro” (2016)—, ha trabajado como productor de diferentes bandas y solistas y ahora suma una nueva faceta. El cantante, compositor y pianista es el realizador audiovisual de la serie documental “Cómo se hace el rock”, que se estrena mañana a las 21.30 por la pantalla de 5RTV.
Se trata de un programa de cuatro capítulos (que irán todos los martes a la misma hora) que muestra los entretelones del circuito de rock local desde la mirada y la experiencia del propio Jubany. Entre salas de ensayo, pruebas de sonido, recitales y la interacción con colegas como Charlie Egg, Coki Debernardi y Osvaldo Zulo, entre muchos otros, el primer episodio (que fue adelantado a la prensa) refleja los dilemas y los encantos de producir música en Rosario. “Yo encuentro muy entrañable la cualidad de cercanía casi doméstica que tiene la escena, y el intercambio permanente que eso produce”, dijo el cantante en charla con La Capital.
—¿Cómo nació la idea de hacer este documental? ¿Tenías una idea clara de lo que querías mostrar o fue cambiando a medida que se armaba el proyecto?
—La idea surge a partir de una necesidad percibida, la de hacer el salto con mi música y mi proyecto a otro medio, frente a la creciente pauperización de los circuitos más estrictamente musicales. La tele aparece como alternativa frente a otra necesidad, la de financiamiento, que se dio durante el desarrollo de la idea original: la de hacer un producto para YouTube. Desde hacía un tiempo, venía viendo con cierta fascinación el fenómeno de los youtubers, esto de ponerse frente a una cámara a hacer ó decir cualquier cosa con más ó menos carisma y la inexplicable adicción que esto produce en un nuevo tipo de consumidor de contenidos. De ahí el nombre —entre pretencioso e irónico— de esta serie documental: a mitad de camino entre el clickbait y la alusión a los tutoriales de YouTube. Lo único que tenía claro era que quería encontrar un nuevo soporte para mi producción como artista de rock. Haciendo los primeros tanteos me di cuenta que no iba a poder ser yo mismo quien registre nuestras actividades, algo que sabía que era fundamental, más allá del formato que fuera a tener el producto. La mera necesidad de un camarógrafo me llevó a pensar en una mínima financiación, y así fue que se me ocurrió hablar con la gente de 5RTV, que para mi sorpresa se entusiasmaron con el proyecto. Como se trataba de un canal público, me pareció oportuno subrayar, aún más, algo que ya aparecía en la idea original: mostrar el entramado más amplio que hace al circuito cultural de la ciudad.
Cómo se hace el Rock - trailer
—En el documental hablás de Rosario como una ciudad “no muy generosa”, pero al mismo tiempo decís que la escena es “estimulante”. ¿Desde dónde se plantean esas diferencias?
—Me agarraste (risas). No lo sé exactamente. Creo que el programa mismo terminó siendo una rumiación respecto a ese dilema. La ciudad es mezquina porque hasta ahora fue incapaz de apostar colectivamente por su propia producción, no sólo la cultural. Es una metrópolis que no se asume como tal; es terriblemente frustrante. Por otro lado, como digo en el programa, yo encuentro muy entrañable la cualidad de cercanía casi doméstica que tiene el circuito local, y el intercambio permanente que eso produce, como contrapartida a una endogamia tan inevitable como perniciosa. En ese sentido, sigo prefiriendo el aspecto lúdico y de simulación que tiene la escena de rock de Rosario, con sus músicos, sus salas de ensayo y de conciertos, sus productores y sus periodistas jugando a constituirla aún a espaldas del resto del mundo, antes que la de Buenos Aires, con su insularidad y su sentido de sacrificio, y que para colmo ostenta resultados no muy distintos.
—En el primer episodio anticipás algo de un viaje a Nueva York que hiciste el año pasado. ¿Cuál fue el propósito de ese viaje? ¿Qué podés adelantar de los próximos capítulos?
—En 2018 Fito Páez dio un concierto en el Carnegie Hall. Cuando se enteró que eso iba a ocurrir, estábamos cenando juntos y me dijo: “¿Vos no conocés Nueva York? No puede ser, cuando vayas te vas a quedar a vivir”. Así que, entusiasmado por sus dichos, fui al show del Carnegie Hall, y la ciudad... bueno, me fascinó. Conocí a un rosarino que estaba estudiando allá, y al año siguiente me invitó a pasar unos meses en su departamento en Harlem. Surgió la oportunidad y la tomé. Fue bastante repentino y no sabía bien para qué, pero tuvo mucho que ver con ese cul de sac que resultaba para mí la Rosario de 2019, después de quince años de desarrollar un proyecto artístico aquí. Necesitaba nuevas ideas y nuevos aires, y en ese viaje obtuve mucho más que eso: logré, a través de nuevos vínculos y experiencias, dar el puntapié de lo que espero sea un desarrollo de algunas de mis actividades en esa ciudad en paralelo a esta. Todo eso se va a poder ver en el segundo capítulo, y en los últimos dos vamos a volver a poner el foco en la riqueza de nuestra escena y en cómo nos enfrentamos a las novedades de este 2020 completamente impensado.
Afecto y respecto: la relación con Fito Páez
El documental muestra un sentido abrazo entre Fito Páez y Pablo Jubany. Eso sucedió en 2017, en el escenario del Fundación Astengo, cuando los músicos hicieron una emocionante versión del tema de David Bowie “Loving The Alien”, con Fito al piano y Jubany en la voz. “Ese momento fue obviamente muy especial”, recordó el realizador de la docuserie. “Lo sentí como una reivindicación, pero no de mi persona, sino de la apuesta por algunas corrientes estéticas muchas veces soslayadas en el cauce central de nuestro rock. Además fue el comienzo de una relación muy afectuosa, que devino en varias oportunidades de volver a compartir escenarios”, relató.
Fito Páez "Sólo Piano II" en Rosario con Pablo Jubany - Loving the Alien
Jubany cree que logró conectar muy bien con Páez porque “honestamente, a diferencia de la mayoría de las personas interesadas en el rock en nuestro país, su música no fue parte de mi formación, el rock en español no fue constitutivo en mi léxico como músico. Claro que conozco su obra. Pero recién cuando pasaron los años indelebles de la adolescencia pude conocer más en profundidad su trabajo y la producción del rock nacional en general. Yo lo llamo “Maestro” y lo trato de usted. La vida me cruzó con él, que es una de las dos o tres figuras más importantes de nuestro rock y uno de los mayores autores de la canción latinoamericana de todos los tiempos, y por tanto me considero, en todo caso, su discípulo. Pero no he sido su fan. Por eso para mí es el Maestro y no Fito, y mucho menos Rodolfo, como lo llaman sus amigos y los que pretenden serlo”, concluyó.